Había pasado exactamente ya un año. Un año en el cuál Harry se había ido. Un año en el cuál, me rompieron el corazón de la manera más horrible que puede haber. Y un año en el cuál decidí rehacer mi vida. Solía salir con mis amigos para distraerme, pero no funcionaba del todo, porque todos mis pensamientos siempre volvían a lo mismo: Harry y su paradero.
Unos meses después de que me plantara, vivía con ese pendiente, en donde estaba, que hacía, sí se le ocurría pensar en mi o algo parecido. Me di cuenta que estaba mal, y como siempre Susan tenía razón. Había hecho de él mi prioridad, y ahora que no estaba, mi mundo estaba roto y sin sentido.
Volviendo al tema, me gustaba salir con ellos, aunque la mayoría del tiempo, evitaban el tema de Harry, cosa que les agradecía infinitamente. Al poco tiempo que pasaron los hechos, se hicieron inseparables de mí y se hicieron mis mejores amigos.
También, meses después de eso, Liam se fue a Ámsterdam a aprovechar al máximo su beca. Cuando fuimos a despedirlo al aeropuerto, tuve el honor de conocer a su novia, y entendí la broma de Louis y Niall hacia mi amigo. Personalmente, sí era grande, pero no para exceder el tipo de bromas que ese par le hacían.
Nos hablaba una vez cada mes, lo mismo que nos visitaba, puesto que tenía muchos deberes; trabajaba, estudiaba y nos contó que cuando tenía tiempo, hasta escribía canciones. Estaba orgullosa de él, todo lo que estaba logrando era por su propio esfuerzo. También Louis y Niall habían hecho cosas grandiosas, pero a mi parecer, el que lo había hecho mejor era Liam. Me di cuenta que me había hecho más cercana a él que a los otros dos, tal vez era su forma de ser, o su forma de ver la vida, no sé. Pero era el tipo de amigo, que cuando le cuentas algo, siempre te va a decir una opinión sincera, y no hará del problema una broma, típico de Louis. Aunque también sus bromas eran buenas de vez en cuando.
El tiempo pasó volando, y el agujero que sentía en mi pecho, se hizo más tolerable, a veces fantaseaba en cómo hubiera sido mi vida, si nos hubiéramos casado. Por eso salía con mis amigos, a veces visitaba a Anne, y aunque fingiera ser fuerte, también estaba dolida. Gemma; la hermana de Harry, me confesaba que lloraba todas las noches por él y más por mí, y que sentía pena por lo que Harry había hecho. Le decía que no tenía por qué estar así, sí el que había tomado la decisión fue Harry, no ella. Aunque se lo dijera, seguía llorando. Y yo también.
Se acercaba el cumpleaños de Niall, y habíamos planeado entre Louis, Eleanor; su novia, Liam y Cheryl; que venían a visitarnos, Gemma y yo hacerle una fiesta sorpresa. Tanto tiempo que lo planeamos y ese día todo se volvió un caos. Louis estaba más nervioso que de costumbre, puesto que había pasado algo con Eleanor que lo tenía como loco. Liam y Cheryl llegaban ese día y teníamos que ir por ellos al aeropuerto, pero teníamos un problema, y era que ni Louis ni yo podíamos ir. No le dijimos a Niall que fuera, porque él no sabía, Liam también era parte de la sorpresa, entonces ninguno pudo ir a recibirlo. Pero eso quedó solucionado cuando Gemma llegó con nuestro amigo, y Louis y yo le agradecimos de por vida.
El otro problema que encontramos fue que no teníamos el lugar en dónde hacerle la fiesta a Niall, ya habíamos planeado, que haríamos, que comeríamos y todo. Lo que no tomamos en cuenta fue el lugar y entonces todo se vino abajo y la fiesta no se hizo. La única sorpresa que le dimos fue la visita de Liam, y este se tuvo que ir al día siguiente. Pero compensamos a Niall, cuando Louis anunció que había conseguido boletos para un evento de música, en un lugar no muy lejos de donde vivíamos.
Estaba en mi cuarto, torturándome emocional y sentimentalmente, porque escuchaba la canción con la que había agarrado el suficiente valor para decirle a Harry lo que sentía. Volverte A Ver. Y cómo, sin poder evitarlo, terminaba hecha un mar de lágrimas y apunto de hacer una locura. No me di cuenta que Louis estaba ahí, hasta que Susan me avisó.
–Winnie, ya llegó Louis –me susurró.
–No quiero ver a nadie –dije y me tapé la cabeza con la almohada.
–Bien. Haré como que no oí nada y le diré que suba –salió del cuarto sin darme tiempo para responder. En menos de un minuto mi amigo ya estaba arriba.
–¿Entonces a mí tampoco quieres verme? –preguntó y se sentó en la cama. Tenía la misma sonrisa que utilizaba para subir el ánimo de las personas, pero no siempre llegaba a sus ojos; él también estaba dolido. Aunque muchas veces lo negaba.