Volviendo a amar

Capítulo 4

Camila

— ¡No puedes correr por ahí, Abril! — dije sirviéndole de comer a mi hija — nena, necesitas hacer lo que te digo, no vayas más hacia la oficina del señor Montenegro — acaricié su mejilla —. Ahora come y sé una niña buena, ¿sí?

— Sí…

Dijo ella antes de tomar el primer bocado, saqué mi delantal mientras alisaba la falta de aquel uniforme de color azul marino que me habían asignado y, después de servir un cuenco con sopa, caminé hasta el comedor. Tardé solo cinco minutos en poner la mesa antes de marcar el único número en el celular.

— ¿Ya está lista la cena?

— Sí, señor — dije justo antes de que la puerta se abriese —. Buenas noches, señor — hablé tratando de ser cortés, pero aquel hombre solo me miró un segundo antes de sentarse.

— ¿Cuál es el menú exactamente? — fue su primera pregunta —. ¿Ya cenó usted?

— Bueno, el menú es potaje negro y puré de papas, no tuve mucho tiempo, así que espero que le guste — está bien, dijo él mientras notaba que solo podía levantar ligeramente su mano derecha mientras utilizaba para toda la izquierda —. Aún no he cenado, pensaba hacerlo una vez que le sirviese la…

— Puedes retirarte, te llamaré si necesito alguna cosa.

— Sí, señor.

Susurré marchándome hacia la cocina. Aquel hombre parecía haber sufrido un grave accidente, pero aun así su actitud hosca y cortante era mucho mejor que lo que solía recibir en mi matrimonio. Me senté junto a mi hija en la encimera de la cocina, realmente agradecí que las cosas fueran mucho más simples de lo que esperaba, quizás incluso podría aprovecharme del hecho de que nadie me vio realmente llegar a este lugar.

Miré a mi hija un segundo, quería ayudarla, quería cuidar a mi hija como realmente lo merecía, pero por ahora lo mejor que podía darle era un techo bajo su cabeza en el que pudiera dormir, estar segura y con comida por lo menos por ahora.

Toqué a mi vientre mientras comía un poco del puré de papas. Necesitaba un plan, algo más que un trabajo en la casa de un sujeto extraño al que no le agradaba tenerme cerca. Aún tenía tiempo antes de que descubriera que no solo tenía una niña, sino que también estaba embarazada. Era evidente que apenas lo supiera, me echaría de aquí, pero por ahora necesitaba ser coherente y pensar en alguna manera de…

El móvil en mi bolsillo sonó, me puse en pie de un salto saliendo de mis preocupaciones y le pedí a mi hija que esperara por mí en la sala de estar mientras leía con prisas el mensaje en la pantalla del móvil. Era claro, debía subir a ayudar a mi jefe a prepararse para la cama.

¿A qué se refería con aquello?

No lo sabía, pero estaba segura de que lo descubriría en un par de segundos. Caminé con calma las escaleras arriba e intenté no ponerme nerviosa cuando entré a la habitación de mi jefe. El hombre estaba ahí, de pie, en medio de su propio cuarto, mirándome con su cara de enfado que parecía ser la única que tenía.

— ¿Hola? — me puse nerviosa — ¿Mmm, me puede decir qué necesito hacer o cómo es que…?

— Solo ven aquí y quítame la ropa — dijo como si nada mientras me congelaba en mi sitio —. No me mires o digas cualquier cosa, solo ayúdame a colocar mi pijama.

—Sí, señor

Dije sin saber qué más hacer, aunque me sentía tan nerviosa que no supe realmente cómo llegué hasta él. Lo primero que noté fue su aroma, era una mezcla calmada y suave de algún tipo de fruto seco que no lograba recordar el nombre. Mis ojos se entraron por un segundo con los suyos implacables y simplemente clavé la mirada en los botones de su camisa

— Con per… permiso.

Mi corazón se aceleró mientras me dedicaba a abrir lentamente su camisa. No sabía exactamente qué tipo de hombre era Daniel Montenegro, pero sin lugar a dudas seguía tratando de cuidar su figura o al menos eso parecía.

Mis ojos se movieron por el ligeramente marcado pecho, la piel clara hacía evidente la poca luz de sol que tomaba y debía admitir que aquel hombre irradiaba masculinidad.

Mis dedos tocaron el metal de la hebilla de su cinturón, no tuve más remedio que alzar la mirada un segundo, pero aquel hombre simplemente me advirtió con la suya que no dijera nada estúpido, así que cuando me di cuenta de que siguiera haciendo las cosas como hasta ahora. Simplemente, obedecí mi sentido común mientras terminaba de desatar su pantalón. Este cayó por sus piernas haciéndome jadear al ver las marcas en las masculinas piernas y el daño imposible de mirar en su pierna derecha.

— Dije que no quiero comentarios — fue lo único que mencionó mientras me movía para alejar su camisa — ni uno solo…

Comprendí esas palabras en el momento en que revelé su espalda. Las marcas cubrían prácticamente toda su espalda y era evidente el montón de lugares donde la piel tuvo que crecer a partir de algún tipo de implante.

— ¡Oh por Dios! — susurré antes de darme cuenta.

— ¡Dije sin comentarios! —Esta vez me gritó — ¡vísteme de una maldita vez y no se te ocurra mirarme con lástima!

— Señor yo…

— Solo cierra la boca y haz lo que te digo, ¡ahora!

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