No sé cuánto tiempo pasa. Cuánto tiempo llevo aquí sentada, mirando al vacío. Me parece que estoy dormida. De lo contrario, todo este horror no podría estar sucediendo.
Cuando la puerta de entrada se cierra con un estruendo, me doy cuenta de que ha pasado muy poco tiempo. Ese ruido fuerte me afecta como una pastilla para despertar. Me levanto de un salto del suelo, me pongo un jersey y salgo corriendo de la habitación. Corro hacia la habitación de los niños. Mi corazón no late, solo puedo pensar que mi marido se ha llevado a mi hijo.
- Pequeño, - me abalanzo sobre Kirill y lo abrazo con fuerza. Muy fuerte. Mi hombrecito más querido.
- Mamá, ¿estás llorando? - El pequeño me abraza con sus manitas. Me acaricia el pelo. Siempre ha sido un niño muy cariñoso. Mi sol.
- Solo un poquito, pequeño, - sollozando, me doy cuenta de que tengo que controlarme y calmarme. En primer lugar, estoy asustando al niño. Y en segundo lugar, tenemos que actuar con rapidez. Recoger nuestras cosas y salir de aquí antes de que llegue el traidor.
- ¿Te ha hecho daño papá? - Su voz tiembla un poco y mi corazón se encoge de inmediato.
- No, cariño, solo me he dado un golpe con la rodilla y por eso lloro. - Pongo este ejemplo porque, literalmente, ayer mi hijo se cayó al asfalto y lloró mucho porque se había hecho daño en la rodilla.
Kirill asiente con la cabeza.
- Puedo soplarte como tú a mí, - dice, pestañeando y sonriendo. Yo lo abrazo de nuevo. Ahí está mi verdadero hombre.
- Cariño, ¿qué te parece volver a visitar a los abuelos? - Miro a mi hijo y le sonrío. Sé que le encanta visitar a los abuelos. Justo esta mañana se ha entristecido porque nos hemos ido tan pronto.
- ¡Hurra! - Grita en voz alta. - ¿Papá vendrá con nosotros?
En ese momento, todo se me encoge por dentro. No tengo ni idea de cómo explicarle a mi hijo por qué papá no viene. Y por qué no volvemos a casa. Pero ahora no es el momento de pensar en eso. Lo pensaré mañana. Ahora hay que actuar con rapidez.
- Papá no podrá, - le digo, pasando la mano por el pelo de mi hijo.
- ¿Mucho trabajo? - El pequeño frunce el ceño. Asiento con la cabeza. Intento no dejarme llevar por las emociones. Porque, por muy mal tipo que sea mi marido, siempre ha trabajado mucho por su hijo. Para que Kirill siempre tuviera lo mejor. Por la misma razón, yo no pude trabajar durante todo este tiempo. Mi marido se oponía rotundamente a mis propuestas de contratar una niñera. Insistía en que yo siempre tenía que estar cerca. Que yo era la guardiana de la familia. La ama de casa. Solo que ahora con cuernos.
Le digo a mi hijo que recoja todos sus juguetes favoritos para enseñárselos al abuelo. Y yo salgo de la habitación. Me muerdo el labio inferior hasta que me duele y me quedo unos minutos hipnotizada mirando el teléfono.
Oleg no decía por nada que no tenía dinero y que no tenía adónde ir. Sabía perfectamente que a mis padres les llamaría en último lugar. Porque con mi padre tenemos una relación tensa desde el mismo día que me fui de casa. Con gritos, escándalos. Me fui con Oleg. Mi padre siempre me decía que me arrepentiría y que recordaría sus palabras. Por desgracia, tengo que reconocer que mi padre tenía razón, porque mi marido resultó ser un sinvergüenza. Y yo, aparte de mis padres, no tengo a nadie más a quien acudir. La tarjeta que tengo en la cartera es la tarjeta de nómina de mi marido. Él puede cambiar la contraseña y dejarme sin dinero en cualquier momento. El piso también es de mi marido, porque lo compró antes de casarnos. En el piso hay cosas que compré con mi dinero mientras trabajaba. Pero ni siquiera me imagino cómo voy a sacar el sofá del piso. Y tampoco lo haré.
Para convencerme de que estoy haciendo lo correcto, abro la puerta del dormitorio. Miro la cama, donde están mi marido y mi amiga... Y enseguida pulso el botón de llamada.
- ¿Habéis llegado ya? - La voz de mi madre es tan familiar que ahora quiero acurrucarme en su regazo y llorar. Que me acaricie la cabeza y me diga que todo va a salir bien.
- Mamá, - es lo único que consigo decir, porque luego empiezo a sollozar y las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas.
Tres horas más tarde, mi padre tira al pasillo la primera maleta con nuestra ropa. Esperaba poder hacerlo todo antes de que Oleg volviera del trabajo para evitar discusiones ruidosas. No se puede poner a mi padre en contacto con mi marido. Si no, habrá problemas.
- He decidido darte una alegría, cariño, - se abren las puertas del piso y Oleg aparece en el umbral. En la mano lleva un enorme ramo de rosas con el que me dan ganas de golpear a mi marido en la cara.
Oleg mira a mis padres y luego dirige la mirada a la maleta que está en medio del pasillo. Su expresión cambia. Veo cómo empieza a enfadarse. Sus pómulos se agudizan y una vena comienza a hincharse en la sien.
- ¿Qué significa todo esto, Katerina?
Aprieto contra mí la chaqueta de Kirill y no me separo de mi padre. El hombre lo ha entendido todo al ver a mi padre en nuestro apartamento. Veo cómo se enrojece el rostro de Oleg. Baja la mano con el ramo. Me busca con la mirada. Lo único que me consuela ahora es que mamá se ha ido con Kirill. Espero que se le ocurra ponerle los auriculares y encender su dibujo animado favorito. El niño no tiene por qué escuchar todo esto.
- ¿Qué significa todo esto? - Oleg tira el ramo a un lado y da un paso adelante. Por su cara, veo que está dispuesto a destrozar a todo el mundo.
- Me voy. Voy a pedir el divorcio. - Digo en voz alta y con seguridad. Por el hecho de que mi marido haya llegado antes y con un escoba, realmente esperaba que lo estuviera esperando con la cena en casa. Que le hiciera la cama en la que él... Y que simplemente lo olvidáramos todo.
- ¡Katya, qué tonterías! - dice Oleg, frunciendo el ceño y acercándose aún más, pero luego se detiene.
- No te acerques, - dice mi padre con severidad.