Voy a solicitar el divorcio

Capítulo 11

- Mamá, vamos, - Kirill me tira de la mano y me mira con tanta pena que se me parte el corazón.

Mamá nos ha traído al centro comercial, aquí es donde habíamos quedado con Oleg. Él prometió que llevaría a mi hijo al trampolín y luego irían a ver su dibujo animado favorito. Pero mi hijo intenta convencerme por segunda vez de que me quede con él. Que pasemos tiempo juntos. Y eso me remuerde la conciencia. Kirill aprieta los labios y me mira de tal manera que estoy a punto de ceder. Un poco más y se echará a llorar.

- Kirill, mamá tiene que irse urgentemente a hacer unas cosas. - La madre acude al rescate. Intenta convencer a su nieto de que no haga una rabieta. Pero el niño sigue lloriqueando.

Si soy sincera, tengo unas horas libres. Ninka me esperará en el centro dentro de tres horas para llevarme a su elegante salón, donde me convertirán en una princesa. No me preguntéis cómo he aceptado todo esto, ni yo misma lo sé.

- Mamá, - insiste mi hijo, y yo ya estoy a punto de rendirme. No, no es que no pase tiempo con mi hijo. Todo mi tiempo después del trabajo lo dedico exclusivamente a mi pequeño. Jugamos, vemos dibujos animados. Horneamos galletas juntos. Y mi niño me cuenta sus secretos. Por ejemplo, a quién le va a regalar las galletas. Y con quién susurra cuando llega la hora de la siesta.

- Hablemos así, - me inclino hacia mi hijo, le beso en la nariz, - ¿te recojo cuando termines de jugar con papá y nos vamos todos juntos a tomar un batido?

Kirill se pone a sonreír al instante. Asiente con satisfacción. El humor de mi hijo cambia de inmediato. Ya no tiene intención de llorar, y yo empiezo a sospechar que Oleg le está enseñando a manipular.

- ¿Por qué te dejas engañar? - me susurra mi madre al oído. - Le estás dando esperanzas.

Suspiro y le hago un gesto a mi hijo con la mano. Mamá se lo lleva y yo me alejo del centro comercial. Quizás mamá tiene razón. Estoy actuando mal. Pero no sé cómo comportarme con mi hijo cuando me pide que pasemos tiempo juntos. Toda la familia. ¿Qué le respondo? ¿Cómo le explico que no quiero?

Mi angustia se ve interrumpida por la vibración del teléfono. Estoy casi segura de que es Nina. Seguro que ya está en la ciudad y quiere quedar antes. Pero me equivoco. Al sacar el teléfono del bolso, me detengo unos segundos y me quedo paralizada. Es Svetlana quien me llama. La misma exnovia. La que se acostó con mi marido y, posiblemente, sigue haciéndolo. ¿Qué demonios quiere? Me llama cada tres días sin falta. No sé por qué esta vez, pero acabo de contestar. Ya es hora de poner punto final a todo esto.

- ¿Qué quieres? - le digo sin saludar. Solo quiero que deje de llamarme.

- Katia, ¡no cuelgues! Llevo mucho tiempo intentando llamarte, - empieza a balbucear enseguida.

- Te he hecho una pregunta.

- Tenemos que vernos, Katya. Por favor. Es muy urgente. Y te prometo que no te volveré a llamar.

Ya quiero colgar, pero ella sigue hablando.

- Esto nos concierne a ti, a mí y a tu marido.

Aprieto el teléfono con tanta fuerza que casi lo rompo. Estoy furiosa. Literalmente ardiendo de rabia. ¿Cómo se atreve a hablarme así? ¿Es que esta mujer no tiene conciencia?

Quedé con Svetlana para vernos mañana. Quedamos una hora antes de la fiesta de la empresa. Quiero poner punto final a todo esto de una vez por todas. Que deje de llamarme y de hurgar en una herida que ya lleva demasiado tiempo cerrándose. Cada llamada suya es un recordatorio de que mi marido me cambió por esa zorra. La agresividad se despierta en mi interior. Quiero que me dejen en paz de una vez. Tengo una nueva vida.

- ¿Ya puedo abrir los ojos? - pregunto con impaciencia. Ninka me sentó en la silla del estilista y me ordenó que cerrara los ojos. Para que no estropeara la sorpresa antes de tiempo.

- Unos minutos más, están dando los últimos retoques, - suspira mi amiga. - Qué impaciente eres, Katya.

- Un poco más y me voy a quedar dormida con los ojos cerrados. ¿Cuántas horas llevo así? - digo en mi defensa.

- ¿Quieres ser guapa con solo chasquear los dedos? - me dice mi amiga indignada. - Entonces no me molestes, déjame hacer mi trabajo. Ya te verás en el espejo cuando terminemos. ¿No confías en mí?

- Sí, claro, - respondo inmediatamente. Por supuesto que confío en ti. ¿Cómo no iba a hacerlo? Ninka es lo más increíble que me ha pasado en la vida. Yo no puedo ser como ella con solo chasquear los dedos. Estoy nerviosa. Me he dejado crecer mucho el pelo. Ahora me cuesta mucho peinarlo. Es largo, espeso y pesado. No aguanta mucho tiempo los rizos. Se enreda rápidamente. Y me han puesto algo en el pelo, luego tenemos que esperar. Solo puedo imaginarme lo que le ha pasado.

- Ábrelo, - dice mi amiga solemnemente.

Sigo sentada con los ojos cerrados. Ahora tengo miedo. ¿Y si no me gusta? Aunque no, Ninka tiene muy buen gusto. Ella no podría hacer nada malo.

Primero abro un ojo. Solo un poco. Y enseguida lo cierro. Exhalo. Y solo entonces abro los dos. Los primeros segundos me quedo en estado de shock. Simplemente me quedo sin habla.

- Katya, muérete, - dice Nika acercándose por detrás y revolviéndome un poco el pelo. Me lo echa hacia atrás para que me caiga sobre los hombros, porque ya estoy empezando a ponerme nerviosa. Me inclino hacia delante, más cerca del espejo. Mi pelo castaño oscuro se ha aclarado. Varios tonos más claro. El largo también ha cambiado. Ahora no es tan largo. Pero, por alguna razón, no siento enfado por ello. Al contrario. Siento una especie de ligereza. El flequillo alargado enmarca mi rostro de forma bonita. Dios mío, parezco una muñeca. Mis ojos azules parecen aún más grandes. Y con este tono de pelo parecen más claros. E incluso brillan. Una sonrisa se dibuja en mis labios.

- Esto... esto... - Es todo lo que consigo decir.

Me levanto de la silla. Me acerco aún más al espejo. No puedo dejar de mirarme. Ni siquiera sospechaba que me quedaría bien ser rubia. Y el tono es tan... elegante. Chic.




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