Cuando el taxi se acerca al café donde he quedado con mi antigua amiga, que también es mi traidora, empiezo a ponerme nerviosa. Ni siquiera le he dicho a Ninka que he aceptado quedar con ella. Porque conozco muy bien todos sus comentarios sobre mi sentido común. Pero, sinceramente, solo quería poner punto final a todo esto. Ella me llama por alguna razón. Dudo que sea para decirme lo guapo que es mi marido y lo mucho que se ha equivocado con alguien que está dispuesta a abrirse de piernas con cualquiera. No, hay algo más.
Salgo del taxi y me arreglo el vestido. Estoy arreglada para la ocasión, porque justo después de encontrarme con la amante de mi marido tengo una fiesta de empresa. Me he pasado todo el día poniéndome guapa. Me he peinado, me he probado el vestido y los zapatos de tacón nuevos delante del espejo. Incluso me he maquillado yo misma y me ha quedado muy bien. Mi madre se quedó boquiabierta cuando salí de la habitación. Mi padre frunció los labios con disgusto y dijo que no entendía todas esas aventuras. Solo faltaba que alguien me engañara de nuevo y me atrapara en sus redes. En resumen, en palabras de mi padre, yo también estaba guapa.
Después de besar a mi hijo, salí de casa. Y ahora estoy entrando en la cafetería donde he quedado con la que me arruinó la vida. Le quitó a mi hijo una familia completa y a mí un matrimonio feliz. Aunque hay que reconocer que en una infidelidad no siempre tiene la culpa uno solo. El papel de mi marido en todo esto fue enorme. Simplemente, todavía no entiendo cómo pudo hacerme eso. Éramos amigas. Ella bautizó a mi hijo. Lo sabía todo. Se lo contaba todo. Y así, tan traicionera, me apuñaló por la espalda. Ahora entiendo por qué me tranquilizaba cuando me ponía nerviosa porque Oleg no llegaba a casa tan tarde. Me decía que no me preocupara. Que no pensara en cosas malas. Que Oleg me quería a mí y solo a mí. Y ella... Sacudiéndome el pelo, me obligo a recomponerme.
Veo a Svetlana enseguida. Está sentada al final del salón, en la última mesa. A su lado hay varias servilletas arrugadas, lo que significa que está nerviosa.
- No tengo mucho tiempo, así que mejor vamos al grano, - digo mientras me siento a la mesa con Svetlana. Al verla tan cerca, toda mi ira y mi odio se multiplicaron por tres.
- Hola, te ves bien, - dice Svetlana mirándome de arriba abajo. No parece un cumplido.
En su tono se nota la decepción. Y no puedo decir lo mismo de ella. Tiene muy mal aspecto. Svetlana, siempre arreglada y radiante, ahora parece apagada. Tiene los ojos rojos. El pelo despeinado. Y la ropa... En todo el tiempo que hemos sido amigas, no recuerdo haberla visto así.
- No puedo decir lo mismo de ti, - no voy a compadecerme de nadie.
Mi antigua amiga hace una mueca y luego sonríe con tristeza.
- No quería molestarte con mi buen aspecto.
- Me voy en veinte minutos, así que si querías algo, dímelo, - la miro directamente a los ojos y le digo con frialdad.
Svetlana se encoge de hombros y luego aparece un brillo de determinación en su mirada. Esperaba otro encuentro. ¿Que llegara derrotada, infeliz, llorosa?
- Katia, por tu aspecto y tu actitud, parece que tu vida ha mejorado. Incluso se podría decir que, con lo de Oleg... te hice un favor. Mira qué guapa estás. Con él no estabas así...
Aprieto los dedos bajo la mesa. Esa zorra no tiene vergüenza ni conciencia. Ha destrozado una familia, ha privado a un niño de una familia completa. ¿Y ahora intenta convencerme de que ha sido lo mejor?
- ¿Para qué lo quieres a Oleg después de todo? ¿Por qué lo sigues manteniendo? - Me atraviesa con la mirada. - Katya, vamos a tener un bebé... Un hijo. Ya estoy en el cuarto mes.
Después de estas palabras, bajo la mirada. No puedo ver su vientre. La mesa lo tapa todo. Cuatro meses. Cuatro meses... Mi cabeza empieza a zumbar. ¿Cuánto tiempo han dormido? ¿Cuánto tiempo? Solo son cuatro meses de embarazo, ¿y su relación? Me ahoga. Empiezo a sentir náuseas. Por ella. Por toda esta situación. Y más aún por el hecho de que él ha estado durmiendo conmigo todo este tiempo. Venía después de ella, se acostaba en nuestra cama... Me apetece pedir algo de beber. Preferiblemente algo fuerte, que haga efecto desde el primer momento. Pero aquí no. No voy a dejar que ella vea cómo me está destrozando.
- ¿Lo sabe Oleg? - Es lo único que puedo preguntar.
- Claro, ¿cómo no? Él espera al bebé tanto como yo. Katya, deja de retrasar el divorcio. El tiempo para reconciliarse no os salvará. Oleg no quiere eso. Solo harás sufrir a todos. Empieza una nueva vida y nosotros empezaremos la nuestra.
Una risa histérica se escapa de mi garganta. ¿Soy yo la que amenaza y retiene? ¿Soy yo la que espera a que el juez nos dé tiempo para reconciliarnos?
- ¿Te lo ha dicho Oleg?
Mi antigua amiga me mira extrañada.
- Bueno, sí... Él me lo cuenta todo. Y que le chantajeas con el niño. Que no le dejas verlo...
- ¿Sabes que el boomerang siempre vuelve? - Me acerco. La miro a los ojos.
- No entiendo...
- Te escupió desde lo alto de un campanario. Él es quien está alargando el proceso. Está esperando a que nos den tiempo para la reconciliación. Cada vez que nos vemos, me pide que vuelva. Así que tengo malas noticias para ti, amiga, -estiro los labios en una sonrisa, - el boomerang ya ha vuelto. Buena suerte en el frente amoroso. Y sí, en tu lugar, yo comprobaría a quién lleva a su apartamento por las noches. Dudo mucho que te haya propuesto mudarte con él.
Por la mirada de Svetlana, veo que no lo ha hecho.
Al oír estas palabras, me levanto y salgo del café. Me siento mal. Si antes no tenía intención de beber en la fiesta de la empresa, ahora quiero emborracharme para olvidar todo lo que acabo de oír. Qué asco.