Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Ef.6:13.
¿Podrá alguna lucha compararse con la que libra el cristiano día a día?
¿Sufrirá alguien en este mundo como lo hace el hijo fiel?
¿Habrá angustia más desgarradora que la del abnegado ministro entregado a la obra encomendada por su Señor?
La historia está llena de batallas en las que los hombres se han masacrado unos a otros, pero pocos son los registros de aquellas que decidieron y hasta cambiaron el futuro de la humanidad. No se levantaron espadas, no se desplegaron escuadrones, pero el cielo y el infierno se enfrentaron para ganar a esta humanidad.
¿Quién recuerda aquel épico encuentro en que Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Mt.4:1?
Allí el Mesías podía elegir abandonar su llamado para ir tras de las cosas por las que el hombre entrega su vida y hasta su alma.
Como a aquel hombre al que se le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Lc. 12:20.
En el desierto, desprovisto de todo, con hambre, cansancio, sed, y hasta con un silencio de parte de su Padre.
Allí Jesús tuvo que resistir cada ofrecimiento del mayor Adversario que tenemos, tuvo que dominar su carne, enterrar su ego, acabar con su humanidad. Para que brotara de sus labios cada contraataque, y pudiera así levantarse vencedor.
¿Has leído en algún libro de historia cuando Jesús... estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Lc. 22:44?
Él estaba sufriendo querido hermano, cada fibra de su cuerpo estaba agonizando, el peso de la misión encomendada lo estaba aplastando.
Su carne le suplicaba no entregarse; su sentido común le decía que lo considerará mejor, que fuera prudente. Sus discípulos ya empezaban a abandonarlo no pudiendo velar.
Y ¿Qué hizo? Resistió, de rodillas, se aferró a la promesa de su Padre, creyó en que Dios tenía un plan divino, su rostro era un retrato del dolor mismo, pero aun así se esforzó en esbozar una sonrisa y decir: ...se haga tu voluntad. Mt.26:42.
¿Has sido instruido en una escuela sobre el gran sacrificio allí en la cruz?
Aquel hombre que se despojó de si mismo, que ensangrentado y herido cargaba a tropiezos ese pesado madero. Oh, había súplicas, burlas, insultos, hasta el consejo de que mandara a los ángeles a sacarlo de allí.
Y podía hacerlo si quería, podía elegir la salida fácil, podía detener el sufrimiento, podía decirle a Dios que buscara a otro. Pero ¿Qué hizo?
Resistió, toda su vida fue resistir, su ministerio entero fue una constante lucha con potestades del infierno, con los hombres de la tierra, con su humanidad, los suyos lo negaban y abandonaban, pero Él seguía adelante, se aferraba a su llamado, y lo hacía por amor a ti que quieres abandonarlo, con la mirada fija en ti que hoy dices que sufres demasiado, aguantando cada herida para darte un futuro mejor.
Y tú... ¿Tú simplemente desertarás, le darás la espalda y le dirás: Quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. 1R. 19:4?
¡Levántate hermano, deja de dar lastima, y resiste, no porque te lo dicen, no porque te lo aconsejan, sino porque tú maestro resistió primero, porque Él lo sufrió todo antes por amor a ti!
¿Y tu por amor a Él, resistirás?