Vuelve

VUELVE

—Vuelve —susurré.

En ese instante lo único que sentía era como las lágrimas se deslizaban lentamente por mis mejillas.

Me encontraba sentada en el piso de mi habitación y mi vista estaba fija en una foto de mi niñez. Aquella foto que guardaba como el tesoro más preciado, pues en ella se encontraba el recuerdo de aquella niñez feliz de la cual ya no quedaba ni una sola pizca.

Aquella foto era la última imagen feliz que teníamos como familia. Papá y mamá sonreían, mi pequeña hermana que recién era una bebé dormía en brazos de mamá y yo estaba en el centro con un lindo vestido blanco igual al de mi madre.

—Por favor, vuelve... —seguí susurrando.

—Mamá —la llamé una mañana, mientras me infiltraba en su habitación.

—¿Qué pasa princesa? —me respondió al tiempo que dejaba a un lado el libro que estaba leyendo.

—Feliz día de la madre —dije enseñándole un dibujo que había hecho en clase.

A pesar de que no era buena dibujando, ella sonrió y atesoró aquel dibujo, tal y como yo atesoraba aquella fotografía.

Miré la foto una última vez, sentía tantas cosas con tan solo mirarla. Le di la vuelta al portarretrato y saqué la foto.

Ella era la luz de la casa, ella era quien irradiaba alegría y nos unía a todos. Y desde ese día...

—¡Mamá! —grité mientras corría en su dirección.

—Rosa. —Escuché a mi padre hablarle a mi madre.

Aquel hermoso vestido blanco que llevaba puesto ese día poco a poco comenzó a teñirse de un rojo intenso.

—¡Rosa! —le hablaba mi padre —, ¡Una ambulancia!

—Mamá —susurré llegando a su lado —, Mamá —decía una y otra vez —, ¡Mamá!

Por mucho que le hablamos ese día, ella no respondió.

Las sirenas comenzaron a escucharse a la distancia, pero ya era muy tarde.

Papá entre lágrima pasó su mano por el rostro de mi madre y con aquella delicadeza con la que siempre la trataba, cerró sus ojos.

—¡Mamá!

Aquel día de agosto, hace 7 años, su luz se apagó y con ella llegó el fin a aquella familia feliz.

Aún con la foto en mi mano me levanté del piso de mi habitación y caminé a la puerta, pero antes de eso no pude evitar verme en el espejo.

—¡Aléjate! —me gritó mi padre.

—Papá... —murmuré.

—¡Que te vayas!

Sentía como las lágrimas se deslizaban por mis mejillas, pero sin importar que me gritara corrí a él y lo abrasé.

—D-Dian...—Escuche como su voz se quebraba.

—Quiero a mamá —le dije sin soltarlo —, ¡Extraño a mi mamá! —grité con todas mis fuerzas.

—Y-yo También. —Lo escuché hablar.

Segundos después pude sentir como sus manos se paseaban suavemente sobre mi cabello. Ese simple acto solo hizo que mi llanto se intensificara. Así solía hacer mamá cuando me recostaba a su lado.

—¿Qué tal me veo? —nos preguntó mi madre aquella mañana.

Un lindo vestido blanco de encaje la hacía ver más bella de lo que ya era.

—Perfecta, mi amor —le dijo mi padre cuando se acercaba a su rostro para luego darle un beso.

—¿Y qué hay de mí? —dije al tiempo que me posicionaba en medio de los dos.

—Tú eres la princesa de la casa, estás preciosa —me dijo papá mientras me cargaba y me tomaba en brazos.

Mamá, solo sonrió y paso su mano de manera suave por mi cabello.

—Alguien más quiere sumarse a la familia —habló Sol, la nana de mi hermana.

En sus brazos traía a una pequeña Lucia dormida.

Mamá se acercó a la muchacha y tomó a mi hermana en sus brazos.

Papá me bajó de sus brazos y rebuscó entre su bolsillo.

—Sol, tómanos una foto —le dijo mientras le entregaba su celular.

—Claro —le respondió sonriente la mujer.

Papá se puso a mi lado derecho y mamá del otro lado cargando a Lucia, los miré un instante, de verdad amaba a mi familia, luego dirigí mi vista a la cámara y sonreí.

Pasé mi mano derecha por mi rostro y limpié mis lágrimas para acto seguido abrir la puerta.

Guardé la foto en mi bolsillo e inicié a caminar por el solitario pasillo.

—Me preguntaba que era la amistad. —Escuché cantar a mi hermana.

Me acerqué a su puerta, pero me detuve antes de tocarla. Solo me quedé un momento escuchando su voz. Ella no poseía ningún recuerdo de mamá, ni de cómo era la vida antes de aquel día.

Veía la foto y sentía como los recuerdos venían a mí.

—D, Tú sabes...

Al escuchar a mi hermana me alarmé y rápidamente lancé el portarretrato bajo la cama, limpié mi rostro y volteé a verla.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—Sí —le dije y traté de darle una sonrisa.

—¿Estabas llorando?

—No. Digo, sí, es solo que tropecé el dedo pequeño del pie con la cama. —Le mentí.

Siempre he tratado de hacerla feliz, el ver su sonrisa a diario es la muestra de que estoy haciendo bien lo que mi mamá hubiera querido que hiciera.

—¿Qué haces Lu...?

Mi pregunta quedó en el aire al ver sus ojos cristalizados y en su mano la foto que tanto atesoraba.

—¿Cómo era mamá? —me preguntó.

Nunca había tenido la fuerza de contarle nada sobre ella. Me era simplemente imposible, el solo hecho de pensar en ella me rompía por dentro.

—Y por siempre habrá una gra... —La escuché mientras me alejaba de la puerta.

Seguí caminando hasta llegar a aquel lugar, el pequeño balcón interior que estaba junto a las escaleras, aquel lugar desde el cual se podía ver toda la sala de estar.

Mi hermana lloraba sin parar y Sol hablaba de manera desesperada por el celular.

No sabía qué pasaba, solo que de un momento a otro ella tomó mi mano e hizo que nos encerráramos en aquella habitación.

Cuando ella estaba distraída tomé el valor y salí. Mamá y papá estaban afuera y quería saber que pasaba.



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En el texto hay: tristeza, pasado, recuerdos

Editado: 18.09.2022

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