Willa Heaton

Capítulo 1: Willa

—¡Yo quiero ser una chica de ciudad! —canto a todo pulmón mientras conduzco por la carretera sintiéndome libre.

No sé como hay gente que odia conducir. Yo amo hacerlo y cantar alto mientras lo hago.

Subo el volumen y sigo cantando a la vez que me muevo los hombros. Estiro la mano para agarrar una papa frita y canto con la boca llena.

Cuando llegué a Ushuaia hace casi tres meses, no creí que encontraría un trabajo, amigos y generaría lazos con mis hermanos después de años sin hablarnos. Así ha sido y me siento feliz.

Los fantasmas de nuestros padres siguen dando vueltas, aunque ya no odiamos a mamá por haberse dejado dominar por papá y permitido que él la maltratara de todas las formas posibles. Ahora sabemos la verdad… Bueno, casi, todavía estamos investigando… Bueno, mis hermanos están investigando. Yo les doy apoyo moral porque no tengo las habilidades tecnológicas y de sistema como mi hermano Cian y tampoco los contactos legales como Rex que es abogado. A mí me toca darles ánimos y mostrar mi apoyo.

Un auto me rebasa tocando bocina. Le enseño el dedo del medio porque dudo que escuche mis insultos, aunque dudo que haya visto mi dedo a la velocidad que conducía.

Malditas diosas de las fortunas. Odio a esas zorras que dan dolores de ovarios y no fortuna.

Procuro no enojarme por el idiota que me rebasó porque no soluciono nada y puedo generar arrugas y soy muy joven para tenerlas.

Tomo la siguiente curva y durante un kilómetro disfruto de la soledad de la ruta. Sigo cantando a todo pulmón hasta que un ruido extraño me obliga a callarme.

¿Qué sucede?

De repente el auto comienza a sacudirse. Oh, no. Lola me dijo que el auto estaba bien y que podía usarlo sin preocuparme.

Doy vuelta el volante para orillarme y evitar que un loco a gran velocidad me saque del camino y minutos después el auto se detiene por completo. Intento arrancarlo de nuevo sin suerte.

Oh, no, esto no puede estar pasándome a mí.

—Tranquila, Willa. Piensa en positivo. Al menos no es de noche, la temperatura es buena, lograste orillarte cuando podría haber terminado con el auto haciendo volteretas estilo película de acción. ¿Acaso pasó esto por llamar zorras a las diosas de la fortuna?

Tomo aire y lo exhalo. Lo hago varias veces y busco mi celular rogando que tenga señal y pueda llamar a alguien. No quiero que sea como en las películas de terror donde la protagonista se queda varada en medio de la nada, no tiene señal, comienza a caminar para buscar una gasolinera o ayuda y termina siendo secuestrada por un desconocido o perseguida por un loco escapado de un psiquiátrico.

Sonrío al notar que tengo señal. No demasiada, pero tengo. La batería está baja porque me olvidé de cargarlo anoche, pero es suficiente para pedir mi rescate.

Llamo a mi hermano Rex porque mi hermano Cian, probablemente, me ignorara.

El teléfono suena y suena, pero no atiende. Llamo otras tres veces y nada. ¡Maldición! Seguramente está en alguna reunión.

Intentando no frustrarme porque salen arrugas, llamo a Cian. Claro que muero ignorada. Mi otro hermano se olvida del teléfono cuando está trabajando. Si quieren avisarme sobre una emergencia, aprenda a codificar para enviarle un mensaje por el sistema para que le llegue.

Me rindo y termino llamando a mi cuñada Lola, a quien tendría que haber llamado primero porque ella sí responde el teléfono y este es su auto.

—Willa—les dije—, ¿pasó algo?

—Pasó que tu auto acaba de traicionarme dejándome tirada a unos kilómetros del paso Garibaldi.

—¿Se detuvo? No te escucho bien.

Suspiro.

—Yo tampoco te escucho bien. ¿Puedes enviar una grúa o algo?

—Debe ser la batería o le falta aceite.

Enarco una ceja.

—Oye, no tengo idea lo de batería ni falta de aceite. He visto en películas que ponen unas pinzas y le hacen resucitación, pero no tengo idea como hacer eso.

—Tranquila. Envíame la ubicación y enviaré ayuda.

—Gracias.

Termino la llamada, envío la ubicación pensando que tendría que haber llamado a alguna grúa luego de buscar en Google.

Bueno, ya es tarde y mi cuñada me salvará porque es la mejor y siempre puedo contar con ella, incluso cuando su auto es el que me deja tirada.

Recibo una llamada de Rex y dudo si responder o no porque me quedaré sin batería. No puedo ignorarlo porque si no me atendió fue por un motivo de peso.

—Willa, ¿qué sucedió? Tengo cuatro llamadas perdidas tuyas. Estaba con un cliente.

—Estoy detenida…

—¿Cómo? ¿Estás presa? ¿Ahora que hiciste? Te dije que no es buena idea siempre decir lo que se piensa porque puedes terminar mal.

—No, yo…

—No importa. Te sacaré. Dame unos minutos. Dime en que comisaría estás.

—No, Rex, yo no… ¡Hola! —miro el celular y maldigo mentalmente porque me quedé sin batería.

Genial, mi hermano cree que estoy presa. Por favor, nunca he estado presa. Una vez casi termino presa por gritarle ebria a un policía en Ibiza, pero tenía una buena razón. Me salvé porque salimos corriendo antes de que él pudiera hacer algo. No sabía mi nombre y mis amigas y yo nos íbamos al día siguiente.



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En el texto hay: comedia, romance, padre soltero

Editado: 07.01.2025

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