—¿Qué me perdí?
—Tienes un nuevo estudiante que ama dibujar y pintar. Estará aquí parte del verano, aunque es posible que se quede todo el verano. El padre todavía no sabe porque está negociando con la madre del niño. Padres divorciados.
—Gracias, Mel. Supongo que el niño es el pequeño de cabello castaño que está sentado solo en aquella mesa.
—El mismo. Se llama Leo y tiene cinco años. Parece que es tímido.
—Hablaré con él una vez que dé las instrucciones.
Saludo a los niños que ya me conocen porque el curso de verano comenzó una semana después de que terminaran las clases. La idea es que los niños pasen cuatro horas dibujando, pintando, jugando, cocinando y cualquier cosa que los mantenga entretenidos y aprendiendo durante cuatro horas de lunes a viernes.
Cuando sugerí hacer este taller de verano, todos se mostraron de acuerdo. Los niños están felices de pasar la tarde haciendo cosas y jugando en vez de quedarse aburridos en sus casas, y los padres lo agradecen. Y yo tengo trabajo y sueldo. Todos felices.
Como en diez días será navidad, les digo a los niños que hagamos tarjetas navideñas para sus familias, también haremos una carta para Papá Noel. La semana pasada hicimos adornos navideños para sus árboles de navidad y podemos seguir haciendo decoraciones.
Todos se muestran entusiasmados y se ponen manos a la obra.
Melisa los supervisa, respondo las preguntas de algunos y me siento con Leo, el niño nuevo que decidió sentarse solo.
Lástima que Valentina no está aquí porque podría ayudar a Leo a integrarse. Ella no tiene problemas en socializar. Ha estado con algo de gripe y está descansando en su casa. Ya está mejor, pero Lola y Rex prefirieron que se quedara en casa dos o tres días más hasta que esté completamente recuperada.
—Hola, Leo.
—Hola.
—Soy Willa. La maestra. Puedes llamarme señorita Willa o Willa.
—Ok.
Tomo asiento en la pequeña silla.
—Háblame de ti.
—¿Por qué?
Me encojo de hombros.
—Me gusta conocer a mis alumnos. ¿Te acabas de mudar a la isla o estás solo de vacaciones?
Suspira.
—Vine a ver a mi papá y a mis abuelos. Mamá no quería, pero papá puso un abogado y tuvo que dejarme venir.
—Vaya, lo siento. Los padres pueden ser complicados. ¿Tú querías venir?
—Sí, quería. No veo mucho a papá y quería pasar más tiempo con él porque es bueno conmigo.
—¿Tu mamá no lo es?
—No es mala, es solo que no puedo hacer nada porque todo le molesta y no me presta atención cuando su esposo está cerca… No le vayas a decir que dije eso porque se enojará.
La cara de miedo del nene me llega al corazón porque no puedo dejar de pensar que la madre es una tirana y me da miedo que lo esté maltratando de alguna manera. Yo sé lo que es vivir bajo el yugo de tus padres y temer decir algo, aunque yo no podía callarme. Si no fuera por mis hermanos que me cuidaban y defendían de nuestros padres abusivos, habría sabido lo que significa recibir golpes de tu propio padre.
—Leo—relamo los labios, buscando las palabras correctas—, ¿tu papá sabe que tu mamá se porta así contigo?
Niega con la cabeza.
—No, no le digas o no podré verlo más. Mamá dijo… —se calla.
—¿Qué dijo?
—Nada. No importa.
Okay, hay algo que no me gusta, pero no puedo presionarlo. Hice algunos cursos de psicología infantil, además de la materia que cursé en la Universidad porque me gusta comprender a los niños y ayudarlos en lo que pueda. Hay veces que los padres están tan ocupados con sus cosas que no prestan atención a sus hijos.
Si alguna maestra mía o de mis hermanos nos hubieran prestado atención, habrían sabido lo que pasaba en casa y denunciado a servicios sociales. Si bien mis hermanos y yo nos manteníamos alejados de todo para no levantar sospechas porque teníamos miedo de ir a un orfanato y que nos separaran.
—Está bien. Bueno, tu mamá no está y tu papá parece bueno.
—Sí, él es bueno. Los abuelos también.
—Excelente. Entonces disfruta del tiempo con él y cuando quieras hablar de algo, puedes buscarme o animarte a hablar con tu papá—niega con la cabeza—. Bien, entonces te ayudaré a hacer unas bonitas tarjetas de navidad para tu papá y tus abuelos. ¿Te parece?
—Sí, eso me gusta. Mamá dice que es una pérdida de tiempo dibujar y prefiere que lea o toque el piano, aunque odio el piano.
—¿Sabes leer? —asiente—. Bueno, eso es genial, pero hoy es día de dejar volar la imaginación, así que vamos a dibujar, pintar, usar pegamento y todo lo que quieras de la mesa. No hay límites… Bueno, los hay. No te puedes comer el pegamento, ni los crayones.
Hace cara de asco.
—Ya sé. Eso no se come.
—Te sorprenderías.
Mientras pasa el tiempo, él logra relajarse un poco. Lo dejo un momento solo para ayudar o guiar a otros niños y regreso con él para ayudarlo a pegar las figuras navideñas.