Willa es cabezota y aceptó que la lleve solo porque Leo se lo pidió y no pudo decirle que no. Ahora estamos yendo en mi camioneta y ellos están jugando a piedra, papel o tijera, ignorándome por completo. Si bien no me importa porque Leo está riendo y eso es todo lo que necesito para sentirme tranquilo.
A mi ex no le gustó nada cuando le dije que Leo está asistiendo a una escuela de verano durante un par de horas las tardes de la semana. Me atacó diciendo que no debí llevarlo si no iba a pasar tiempo con él. Intenté explicarle, pero le dio igual, luego Leo fue quien habló con ella y le dijo que se estaba divirtiendo mucho y que le agradan sus abuelos.
No sé si mi ex se pone así porque tiene miedo de que mi hijo prefiera estar conmigo o solo es así de fastidiosa y disfruta sacarme de mis casillas. De cualquier manera, no lo pienso permitir.
Ya me di cuenta de que Leo cambia de actitud después de hablar con su madre. Se vuelve retraído y callado, lo que me da a pensar que Willa tiene razón. Debo enviar a mi hijo a un psicólogo y averiguar que sucede realmente con su madre. Y si me entero de que está siendo manipulado de alguna manera, mi ex comprenderá el error que cometió.
—No puedo creer que no conocieras el juego. —dice Willa.
—Nunca me lo enseñaron.
—Ahora lo puedes enseñar tú.
Mi hijo ríe.
—Es cierto. Gracias, Willa. ¿Y tú, por qué no tienes hijos?
Permanezco con la mirada al frente, atento a la respuesta de Willa. Ella está sentada de costado mirando a mi hijo.
Tal vez no nos llevemos bien del todo y no la tenga en el mejores de los conceptos, pero podría ser una buena madre por la forma en que es con los niños, aunque hay algunas mujeres que son buenas con niños ajenos y no son buenas madres o no desean serlo.
—No he encontrado a la persona con quien quiera tenerlos y no deseo convertirme en madre solo porque la sociedad diga que es mi papel como mujer. Mientras tanto, disfruto a los hijos de otros.
Ríe.
—Serías buena mamá.
—Es difícil saberlo.
—Yo lo sé.
—Gracias por decirlo, Leo. ¿Y tu mamá te lee cuentos en las noches y juega contigo?
Leo se pone serio y niega con la cabeza.
—No, no mucho. Siempre está atendiendo a su esposo porque dice que es el deber de una esposa o está ocupada. Mi niñera sabe leerme o yo puedo leerlo. Yo sé.
Suspiro.
—Tu papá te leerá un cuento está noche—enarco una ceja—. ¿Verdad?
—Claro. La abuela me dio unos para ti y puedo leerlos.
—¿Puedes hacer los sonidos como los hizo Willa leyendo el de caperisita?
—Lo hará, no te preocupes.
—No me salen. —me quejo.
—Yo te puedo enseñar—comienza a hacer sonidos de animales e imita voces de niños—. No es tan difícil.
Leo ríe a carcajadas y termino riendo yo también.
Cuando estaciono la camioneta frente a la cabaña de Willa, ella se despide con un choque de puños y le dice que practique el juego con sus abuelos.
—Lo haré.
Bajo del auto para sacar su bolso del maletero. Ella quería llevarlo con ella e insistí en colocarlo atrás por costumbre y para viajar más cómodo. No discutió.
—Yo lo llevo.
—Deja que sea un caballero y te acompañe hasta la puerta llevando el bolso.
—¿Quieres fingir ser un caballero para quedar bien delante de tu hijo? —ríe.
—Yo soy un caballero, pero contigo es difícil—suspiro—. Y quiero hacerte una pregunta… —señalo con la cabeza y ella asiente.
Cuando llegamos a la puerta, le entrego el bolso.
—¿Me preguntarás algo de Leo o solo quieres una excusa para acercarte? ¿Me vas a besar?
Sonrío.
No puedo evitar bajar la mirada a sus labios y descarto ese pensamiento fugaz de como sería besarla.
—No quiero besarte o no te sacaré de encima. Me han dicho que soy un buen besador.
Rueda los ojos y ríe.
—No puedo opinar.
Dejo de mirar sus labios y me pongo serio.
—¿Realmente crees que mi ex está manipulando a mi hijo?
—No soy una experta para decir algo así; sin embargo, tengo esa sospecha. Tal vez lo esté haciendo de forma inconsciente, lo que no hace que esté bien. No es algo muy notorio o tu hijo te odiaría y no es así.
—Lo llevaré con un psicólogo.
Asiente.
—Es lo mejor. Puedes contar conmigo.
—¿De verdad?
—Claro. Leo es un niño inocente y no está bien que su madre haga algo como eso. Es posible que, con el tiempo, sea perjudicial para su vida. Puede convertirse en un chico rebelde luego de ser oprimido por tanto tiempo, afectando sus relaciones futuras, ya sea de amistad o amorosas.