Me sirvo una taza de café y saboreo el líquido caliente pasando por mi garganta mientras disfruto del silencio de mi casa.
Leo se quedó en casa de Lola y Rex porque era tarde y él ya estaba dormido. No quisimos despertarlo y acepté dejarlo, estando atento al teléfono porque nunca durmió en ningún lugar que no fuera la casa de su madre o en la misma casa que yo.
La noche anterior fue interesante y divertida.
Los hermanos Heaton me hicieron reír mucho. Las peleas tontas, los reclamos y las risas.
Todavía me cuesta asimilar que los tres tuvieran malos padres y permanecieran años lejos uno de otros debido a los traumas que pasaron. Cada uno lidió con la situación a su manera y es bueno que estén restaurando la relación.
Lola mencionó que Rex cambió bastante en el poco tiempo que lleva aquí. Ella cree que a Cian le afectó tanto la situación con sus padres que prefiere cerrarse en su propio mundo y socializar cuando sus hermanos insisten. También piensa que Willa es todo lo contrario a Cian y prefiere ocultar sus heridas fingiendo que el pasado no existe y viviendo el presente con una sonrisa.
No conozco la historia completa ni los detalles, tampoco quise preguntar; sin embargo, pude hacerme una idea y es una mierda.
Con razón ninguno desea la casa vieja.
Lo bueno es que sus caminos volvieron a cruzarse y están restaurando la relación de hermanos.
Dejo de pensar en ello porque yo tengo mis propios problemas. Termino el café para ir a buscar a mi hijo.
Lola respondió mi mensaje diciendo que todavía está durmiendo y no quiso despertarlo. Yo prefiero estar ahí cuando despierte por cualquier cosa.
Cuando subo al auto, recibo una llamada de mi exesposa y lo último que deseo es hablar con ella a esta hora de la mañana; sin embargo, tengo que hacerlo luego de informarle que llevaré a Leo a un psicólogo. Le avisé por escrito y supongo que ya leyó el correo.
No me importa lo que me diga, no cambiaré de opinión y estoy en mi derecho. No violé ninguna ley y ella no puede hacer nada para impedirlo, al contrario, sería perjudicial para ella porque el juez se preguntaría el motivo por el que no quiere que Leo vaya a un psicólogo. Rex dijo que, llegado el caso, Leo iría a un psicólogo designado por un juez y saldría toda la verdad. A mí no me importa porque sé que he sido un buen padre con Leo.
No respondo la primera llamada y espero a que llame de nuevo, esta vez la atiendo.
—Hola.
—Por fin respondes, Tyron. ¿Qué es eso que enviarás al psicólogo a Leo? Encima me lo informaste mediante un correo. No te alcanzó con venir a buscarlo y llevártelo a la fuerza haciéndome ver como la mala, sino que ahora quieres pagarle a un extraño para que analice la mente de mi hijo. ¿Acaso quieres llenarle la cabeza en mi contra?
Necesito paciencia.
—Primero, no me lo llevé a la fuerza. Él quería venir conmigo y te lo informé. No te pudiste negar porque no tenías derecho a hacerlo. Leo no está bien y nuestras peleas le han afectado, aunque pienses que no entiende nada. Creo que el psicólogo será bueno para él. Con respecto a llenarle la cabeza en tu contra, jamás he hecho eso porque te respeto como su madre y le puedes preguntar lo que quieras a él y comprobarás que jamás dije nada malo, ni de ti ni de tu esposo. Que tú lo quieras manipular para ponerlo en mi contra es una cosa, pero yo no soy basura para hacer eso.
—No digas tonterías…
—¿Vas a negar que le dijiste que no iba a viajar para navidad porque me importaba más el trabajo que él?
—Yo no dije eso.
—Entonces él lo inventó o mal interpretó tus palabras. Con más razón necesita ir al psicólogo.
—Tyron, no juegues…
—Y una mierda, Eva. Tú eres la que está jugando. Me cansé de que todos estos años se hiciera las cosas a tu manera. Acomodé todo como querías, creyendo que era lo mejor para él y resulta que no lo fue, sino que fue lo mejor para ti. Se acabó. Tengo derechos y los haré valer. Podemos arreglar las cosas por las buenas o arreglarlas en la corte, pero ten por seguro que no seguiré permitiendo que tú decidas todo por mí y por Leo.
—Eso es absurdo. Yo soy su madre y tengo más derechos…
—Te equivocas en eso. Tenemos los mismos derechos y si no empiezas a ceder, pelearé por la custodia y él vivirá conmigo mientras que tú tendrás que hacer las visitas correspondientes. Consúltalo con los abogados caros que te paga tu esposo y verás que tengo razón.
—No puedes hacer eso.
—Claro que puedo y lo haré si no dejas de hacer drama por todo y no entiendes que él también es mi hijo. A mí sí me importa su bienestar—suspiro—. Y ahora, si solo llamaste para reclamarme, no hace falta que sigamos hablando porque estoy firme en mi decisión y no cambiaré de opinión. Llámame cuando estés dispuesta a discutir los cambios de custodia buscando lo mejor para Leo. Hasta entonces, no molestes. Leo está bien conmigo, te lo aseguro. Si quieres denunciarme con alguna excusa, hazlo para que comprueben por sí mismo como se encuentra Leo. Yo no tengo nada que esconder ni temer.
—Quiero hablar con Leo.
—En este momento no es posible porque está durmiendo. No te preocupes, él está muy bien yendo a la escuela de verano, haciendo amigos y disfrutando de sus abuelos. Hablarás con él cuando él desee hablar contigo y me pida que te llame.