Jemima bebe hasta que no puede más.
—¡Feliz cumpleaños para mí! —grita y todas aplaudimos riendo.
No recordaba cuando fue la última vez que fui a una celebración con amigos, aunque considero a Lola y a Jemima como amigas porque a los demás no los conozco.
Y creo que debo dejar de tomar porque estoy algo mareada y no quiero terminar completamente ebria y mañana levantarme con resaca.
Me pongo de pie y me doy cuenta de que estoy más mareada de lo que pensé, pero puedo sostenerme bien. Lola me pregunta si estoy bien y asiento con una sonrisa.
—Voy al baño.
Y cuando regrese, pienso despedirme e irme a casa.
El bar está lleno de turistas y mi deseo de ir a casa para evitarlos demuestra que he madurado y estoy dejando las fiestas atrás.
En este momento me apetece más ir a casa y mirar una película caliente en mi cama antes que bailar aquí.
Al regreso del baño las chicas me dicen que comenzó la hora del karaoke, algo que me obliga a quedarme porque amo el karaoke.
Una pareja de turistas canadienses es la primera en subir y todos aplaudimos animándolos porque lo hacen bastante bien. Se llevan muchos aplausos del público y eso me anima a subir.
No sé si yo canto bien o lo hago mal. Las veces que hice karaoke estaba bastante ebria. La gente animaba tanto que daba igual si cantabas como una diosa o como una perra pariendo.
Le digo a Lola que suba conmigo y ella accede sin problemas. Elegimos una canción en inglés en honor a los turistas ingleses que no entienden español y agarramos los micrófonos.
—Esta canción está dedicada a todos ustedes. A las parejas, a los amantes, a los amantes de los amantes y a los solteros. —dice Lola.
Más aplausos y ánimos.
—Pedimos disculpas de antemano si cantamos horrible. Si no les gusta, pues lo siento, no deben quedarse nunca a una noche de karaoke sabiendo que no todos lo hacen bien.
Vuelve a aplaudir y la canción comienza a sonar. Lola y yo nos entregamos a la canción, no solo cantamos, sino que la actuamos.
Me dejo llevar sin inhibiciones… Bueno, casi, pues no me quito la ropa, aunque no es algo que yo haría.
Cuando terminamos de cantar, nos abrazamos riendo bajo los aplausos de los presentes. No sé si lo hacen por simpatía o porque les gustó, pero nos da igual. Damos las gracias haciendo una referencia.
Uno grita que quiere hacer un trío con nosotras. Mi cuñada y yo reímos.
—Lo siento—dice en el micrófono—. Estoy casada y mi esposo es celoso.
—Nada de tríos para mí. Gracias.
Jemima nos abraza a ambos diciendo que lo hicimos genial.
—Ahora es mi turno y el de mi hermana.
La mujer parecida a ella la sigue riendo. Nosotros le damos ánimos.
—Jemima cantará y nadie entenderá nada porque está demasiado ebria. —comenta Lola.
—Mientras no se caiga del escenario. —exclamo.
Reímos.
Al llegar a la mesa, los demás nos felicitan. Yo agarro mi bolso y me despido.
—No puedes irte—me dice Lola—. Aguarda un rato y nos vamos juntas.
—Ya acabó para mí. Quédate, aprovecha que mi hermano está cuidando de Valentina. Yo estoy deseosa de ponerme el pijama.
—¿Segura? —asiento—. Bien. Nos vemos mañana.
Me despido de ella con un abrazo, saludo a los demás con las manos y camino hacia la salida, esperando encontrar taxi o tendré que llamar un Uber.
Al salir, mi estómago se revuelve por causa del choque del calor del interior con el frío del exterior. Envuelvo mi cuello con una chalina y subo el cierre de mi chaqueta.
—Mira lo que tenemos aquí, una rubia guapa.
Cuatro turistas se acercan a mí. No debo observarlos mucho para notar que están ebrios.
—Mi deseo se cumplió. —dice otro.
—Eres la rubia que estaba cantando. Cantas bien.
—Gracias. Buenas noches, caballeros.
Sigo mi camino al momento en que uno se coloca frente a mí, impidiéndome pasar. Intento hacerlo y otro me bloquea el paso.
«Tranquila, Willa, no entres en pánico».
—No estoy interesada. Se hacen a un lado o gritaré hasta que alguien llame a la policía y terminen presos.
Los cuatro ríen.
—Bonita, no hay nadie aquí.
Trago con fuerza y siento que pierdo aire de los pulmones. Me maldigo mentalmente por no haber tomado clases de defensa personal como dije que lo haría.
Doy unos pasos hacia atrás buscando regresar al bar y recordando respirar para que no entrar en pánico.
La puerta del bar está bloqueada por otro del grupo, así que busco irme por otro lado. Los tipos me siguen y cuando voy a doblar, me choco a alguien. Forcejeo queriendo que me suelte. No quiero que me toquen.