Cuando nacemos, no tenemos idea alguna de cuál será el primer lugar del mundo que veremos, quiénes estarán a la espera, la temperatura, o las aventuras que se crearán a raíz de nuestra llegada aun lugar. En realidad, cada historia que existe es un misterio, una conexión entre diferentes factores que se enlazan, se transforman o calan en el corazón.
Para Winny, el gato naranja, su llegada al mundo fue recibir, como primera visión, el rostro de su madre, que le esperaba con ternura. Ella, de pelaje blanco con pequeñas manchas color naranja, le dio el primer beso materno a su pequeño, quien abrió los ojos por primera vez para mirar el mundo. El techo alto de una construcción en obra, que estaba siendo ajustado, fue el espacio que lo recibió: polvo extendido alrededor, trozos de techo averiado...Fue allí donde vivió sus primeros días. Exactamente dos semanas.
Durante esas dos semanas, Winny fue cuidado, querido y bañado por el amor de su madre, un amor profundo e incondicional. Era muy pequeño, un gato bebé existiendo en el mundo al lado de su madre. Pero, con el paso de los días, ella comenzó a tener dificultades para alimentarlo. Cuando Winny la miraba, notaba una preocupación constante. Él no lo entendía; solo deseaba comer, pero cada vez era más difícil alimentarse.
Cuando su madre ya no pudo brindarle leche, comenzaron a escucharse sonidos de personas alrededor, voces humanas en un lenguaje que él no comprendía. Una mañana de junio, unas manos grandes se acercaron a Winny y a su madre. Winny, tan pequeño, cabía en ellas sin esfuerzo. Con duda, miró a su madre. Ella, con la sabiduría de la vida adulta, permitió que el humano lo tomara en brazos. Con amor incondicional y sabiendo que su enfermedad no le permitiría seguir cuidándolo, dejó que se lo llevaran.
Aquella persona era un hombre, quien había llegado en ese momento exacto. Con delicadeza y cariño, tomó a Winny en sus brazos.
Así, su madre lo dejó marcharse con la confianza puesta en ese hombre. Creyó, desde el amor más puro, que su hijo estaría en buenas manos. Y, con el corazón lleno de fe, deseó que su pequeño pudiera crecer sano en el mundo.