Mi mamá sabe de todo un poco: cocina, construcción, confección, familia, repostería, culinaria, manualidades, pintura...
Una humana multicolor, como un arcoíris de talentos.
Un día, me cargó con cuidado y me puso sobre la mesa. Traía una cinta rosada con muchas líneas, un cuaderno pequeño donde anotaba cosas y un lapicero que escribía sin parar.
—Esto es un metro de modistería —dijo, mientras pasaba la cinta por mi cuerpo con suavidad.
Los humanos le llaman "metro", pero para mí es una cinta rosada con rayitas que se desliza sin hacer cosquillas.
No molesta, ni duele, ni incomoda.
Solo es... curiosa.
Esa tarde, la mujer de cabello ondulado se sentó en la mesa de costura, y yo, como siempre, le acompañé.
Recortaba telas, tomaba hilos, agujas, reglas. Medía aquí, medía allá.
Unía trocitos con dedicación, mientras hablaba conmigo, como si yo pudiera contestar con palabras humanas.
Yo la escuchaba, atento, como un buen gato observador.
— ¿Qué te parece? —preguntó mostrándome lo que acababa de hacer.
Se acercó con un triángulo de tela roja, que olí primero, como buen gato detallista que soy.
Lo examiné con mis grandes ojos felinos.
Era rojo, con bordes cosidos en hilo blanco, y tenía en el centro un botón en forma de gorro navideño.
—Es una pañoleta. Winny, vas a quedar hermoso.
Me la puso con cuidado. Me dejé vestir sin protestar.
Y allí estaba yo: Winny, el gato navideño, modelando una pañoleta por toda la mesa, de un extremo al otro, con mi cola de tigre ondeante de felicidad.
Esa tarde también me dieron croquetas extra.
¡Era precioso!
Comida, vestido y alegría.
Esa era mi vida.
Winny: un gato feliz por casa.