Winny, el gato feliz

『Capítulo 23』

La ausencia volvió a tocar mi puerta, sin avisar.

El hombre de manos grandes, con quien compartí tantas aventuras, un día se fue. No supe por qué. Solo... no volvió.

Yo lo esperé. Como cuando esperaba a Katy o soñaba con que Mily regresara. Me quedaba en la ventana, desde que salía el sol hasta que caía la noche, mirando hacia afuera, deseando verlo volver.

Pasaron muchos días así. Katy a veces se sentaba a mi lado, haciendo compañía en el silencio.

Mamá me llamaba para que bajara a comer, con esa voz suave que siempre me alegra. Me acercaba mi plato naranja, lleno de comida rica, pero yo no quería comer. No sentía hambre. Solo sentía que me faltaba algo... o alguien.

El chico del café venía a acariciarme la pancita, como solía hacerlo antes. Me traía pelotas para jugar, me hablaba con cariño. Pero yo no quería jugar. Quería que el hombre regresara. Quería que la tristeza saliera de mi corazón.

La chica lectora también se acercaba. Me contaba sus historias, esas que me gustan tanto. Me decía que mamá me amaba mucho, que todos me querían, que no debía sentirme tan triste. Pero yo no podía escuchar esas palabras... mi corazón estaba cerrado.

Mamá hizo todo para animarme: me preparó sopitas de atún, me dio mis galletas favoritas, me lanzó pelotitas de colores, me abrazó, bailó conmigo... Pero no era igual. La tristeza no se iba.

Yo vi las lágrimas de mamá muchas noches, cuando no quería dormir con ella. Ella lloraba en silencio, en su almohada. No era su culpa... pero yo sentía que si me alejaba un poco, mi tristeza no la haría daño.

Katy comenzó a comer de mi plato. Yo no podía hacerlo. Mi apetito se fue, igual que el hombre.

Yo no tuve la culpa de su ausencia. Pero me dolía tanto... como si la hubiera causado yo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.