Winny, el gato feliz

『Capítulo 27』

Miré a la chica lectora, pensé en los momentos de lecturas compartidas, en los abrazos que me dio siempre, el espacio a su habitación donde está la foto de Ana Frank colgando de la pared. Pensé en las lecturas que ella hará y los escritos que tiene escondidos en un cuaderno con las noches de insomnio. Espero que ella encuentre el momento para compartir sus escritos como me los narraba.

El chico del café estaba sin tomar nada. Pensé en las veces que lo miraba dibujando, escuchando música o documentales. Pensé en su confianza para crear cosas y manualidades, así mismo como lo hace mamá. Espero que sus proyectos internos brillen de la forma que busca.

El tiempo se sintió más lento, por un instante sentí un frío que calaba y que mi pelaje no podía detener.

—Mamá, te amo... —maullé mirándola— con el amor más profundo. Soy feliz de ser tu hijo, soy feliz porque me has amado en tu vida sin discriminación alguna. En cambio, me has dado felices de baile y todo lo que nuestros corazones han compartido.

Le guiñé los ojos cuatro veces, cada una significaba algo:

Primero, te amo...
Segundo, soy feliz de estar a tu lado...
Tercero, no te culpes de mi tristeza...
Cuarto, gracias por amarme.

En mi sentir gatuno, mi corazón sentía felicidad porque encontré una mamá que siempre me cuidó, quiso, vistió, amó; porque las noches compartidas con ella siempre fueron un sueño ameno para ambos.

Así como a Mily, sentí que las ganas de tomar una siesta me llamaban.

Aunque la ausencia se combinó con mi diagnóstico, siempre rememoré más aquellos recuerdos que me hicieron feliz, porque sí que tuve una vida feliz.

Mi respiración se hizo lenta, los brazos de mamá me sostuvieron en todo momento mientras sentía que las nubes blancas se hacían más grandes, más brillantes. Entonces... entré en un sueño profundo, en un jardín de flores, donde Mily me esperaba al otro lado.

Mily corrió alegre hacia mí.
— ¡Winy! ¡Hermanito! ¡Te dije que la distancia no borra el querer! —dijo abrazándome fuerte.
— ¡Hermanita! ¡Tenías razón! —le sonreí.

Corrimos alegres por el jardín de flores en búsqueda del rincón más soleado para ambos.

Fin




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