Jess cerró la puerta de su casa tras de sí, mientras una vocecita en su cabeza le repetía por enésima vez aquella molesta pregunta: ¿Qué mierda había hecho?
Aquel día había sido una sucesión incontenible de malas decisiones; la primera había sido renunciar a su tan bien organizada rutina y aceptar la invitación a aquella fiesta; la segunda sin duda había sido el alcohol y la tercera, olvidarse de que aquel era su trabajo y coquetear con su jefe. Como resultado: Brett y ella en una cama, desnudos, teniendo sexo.
Lo último que quería eran problemas. Aquel era su primer empleo y solo lo había conseguido porque una amiga de su madre trabajaba allí, se suponía que debía ser responsable, no ir y acostarse con el jefe en la sexta semana de trabajo.
Le agradeció a Dios que su madre no estuviera en casa. Los viernes siempre se quedaba hasta tarde en la casa de la tía Vicky jugando al bingo. Tal vez regresaría dentro de una hora o dos, lo que le proporcionaba tiempo más que suficiente para aclarar su mente.
Hacía cuarenta y cinco minutos que había salido corriendo como loca furiosa del departamento de su jefe mientras él estaba en la ducha, y no quería imaginarse la cara que había puesto al salir y no encontrarla.
¿Pensaría que estaba loca? Seguro. ¿La despediría? Era probable, o tal vez no. ¿Debía hablar con él y explicarse, culpando al alcohol, o debía fingir que nada había sucedido?
¿Debería estar pensando en una forma de rogar por su empleo o debería estar pensando en una excusa creíble para explicar a su madre por qué la habían despedido de su primer empleo antes del segundo mes?
Todas esas preguntas y una docena más de ellas daban vueltas en su cabeza hasta el punto de provocarle vértigo. Se lanzó sobre su cama y se quedó quieta unos segundos. Si había algo que odiaba era tener preguntas y no saber cómo responderlas.
Tal vez tuviera suerte y Brett era de esas personas que se olvidaban de lo que hacían cuando se tomaban un trago de más. Porque si no, no sabía cómo lo miraría a la cara, o a su novia. ¿Se le había olvidado mencionarlo? Su jefe, con el que se acababa de acostarse, revolcarse, encamarse, tenía novia. Probablemente no se sentiría tan mal si la chica fuera una arpía, pero no lo era, Miranda era muy dulce y se había portado muy bien con ella.
¿Por qué tenía que gustarle el novio de alguien más?
Antes de que el sueño la venciera tomó una decisión: el lunes iría al trabajo como si nada hubiera ocurrido. Si Brett mencionaba el asunto se excusaría y culparía al alcohol; si la despedía, lloraría y rogaría por su empleo, pero si él no lo mencionaba ella no sería quien lo sacara a colación.