–¿Que hiciste qué? – preguntó Jessica atragantándose con su jugo de naranja.
La sorpresa y el grito que acababa de lanzar la hicieron toser; las personas en las mesas que estaban a su alrededor se quedaron mirándola como si estuviera loca, Brett también, pero no le importaba. Cosas peores estaban sucediendo. Puso su vaso sobre la mesa y miró al hombre sentado frente a ella: su jefe.
Él le pasó una servilleta para que intentara contener el jugo que amenazaba con salir de su nariz, así lo hizo. Cuando al fin se calmó, volvió a repetir la pregunta.
–¿Que hiciste qué? – susurró.
–Cancelé mi boda con Miranda. –explicó él, como si no fuera gran cosa.
–Pero... ¿Por qué? –inquirió confundida.
Brett la miró como si hubiera enloquecido. Pero nadie había enloquecido más que él, ¿Por qué había hecho aquello?
–Discúlpame si consideras que he hecho una estupidez. –El sarcasmo tiñó su voz –pensé que no sería justo estar planeando mi boda con otra mujer mientras tú estás lidiando con todo esto –dijo ácido.
–Pero... es que...
No sabía que decir, pero por alguna estúpida razón, no le gustaba el hecho de que Brett hubiera terminado su noviazgo con Miranda.
—Tampoco es que hayamos terminado definitivamente, sólo hemos cancelado la boda por el momento. – continuó Brett, como si hubiera leído sus pensamientos.
–¿Y Miranda...? –hizo una pausa para formular su pregunta correctamente– ¿...Ella sabe por qué hiciste eso?
–Si te refieres a saber que te embaracé, no lo sabe. Pero sabe que alguna mujer está esperando un hijo mío y es solo cuestión de tiempo para que ella y todos los demás se enteren de que eres tú.
Con esas palabras no había logrado tranquilizarla ni animarla, si era eso lo que pretendía. Más bien un nudo se había apoderado de su garganta, impidiéndole continuar tomando su jugo.
–Y me imagino que nadie en tu familia lo sabe. – agregó.
–Mi hermano lo sabe.
–¿Tu hermano? –inquirió confundido.
–Bueno... él... Digamos que no es fácil ocultarle cosas. Él y Sandra son los únicos a los que le he contado.
–¿Sandra? ¿Sandra Wilmore?
–Si, ella. Estaba conmigo cuando lo supe. – musitó.
Por un momento pudo notar algo de incomodidad en su actitud, como si no estuviera muy seguro de como continuar. Eso era algo que no sucedía muy a menudo, Brett era de las personas que siempre sabía qué y cuándo hablar, si su intención era ofender se le daba mucho mejor.
–¿Cómo vas con todo eso?– Preguntó lentamente –Quiero decir ¿Has ido al médico? ¿Va todo bien?
—Eso creo. La verdad es que debí ir a ver al doctor hace dos días, pero tengo algo de miedo.
Hacía un gran esfuerzo para no ser molesta o irónica con él. Agradecía el interés porque, si era sincera, había esperado mucho menos. La idea de que Brett quisiera hablar con ella o se mostrara preocupado por su bienestar no había pasado por su cabeza ni una vez. Tal vez lo había juzgado algo mal, después de todo.
Sin que ella supiera exactamente cuando sucedió, las manos de Brett cubrieron las suyas, que en aquel momento jugaban con las bolsitas de azúcar, sus ojos se abrieron de golpe y lo miró fijamente. No había forma de ocultar su sorpresa.