Y ahora ¿qué hago? #1

9*** Lo haces más difícil si insistes en hablarme.

El hambre la hizo abrir los ojos a mitad de la noche. Se sentía como si tuviera dos semanas sin probar nada sólido y hasta cierto punto, así era. Hizo una inspección rápida a su habitación y supo dos cosas: primero, alguien había entrado y apagado las luces y segundo, eran las 3:26 A.M.

Por un momento, se dijo que debía volver a dormir, pero cuando lo intentó su estómago protestó enfáticamente y supo que si no comía algo no lograría dormir. Salió de entre las sábanas y bajó las escaleras con cuidado para no despertar a nadie en la casa.

Una vez en la cocina, se abalanzó sobre el refrigerador en busca de algo que calmase su hambre. Encontró sobras de lo que al parecer había sido la cena: lasaña. Odiaba la lasaña, pero en ese momento se le antojó deliciosa, así que la tomó, colocándola sobre la encimera y volvió a inspeccionar el refrigerador, al parecer alguien había estado de fiesta allí, porque había un gran pedazo de pastel que evidentemente habían intentado ocultar. ¡Ilusos! También lo tomó. Ahora solo faltaba algo para tomar... así que se sirvió un vaso de leche fría.

Satisfecha con su hallazgo se sentó en la isla y tomó primero el pastel. Cerró los ojos en un exagerado gesto de placer al sentir su sabor, era lo mejor que había probado en... dos días.

–¿Jessy? –la voz a sus espaldas la hizo frisarse. Ni siquiera pensó en limpiarse el glaseado que tenía por toda la cara. –¿Jessy, eres tú?

–Si, papá, doy yo. ¿Qué haces aquí?

–Tu madre escuchó un ruido y me despertó. Yo decía que eran ratas, ella decía que era un ladrón; apostamos. Así que bajé a ver. –su padre llegó hasta ella y la miró fijamente. –¿Piensas comer todo eso? –preguntó horrorizado.

–Si.

–A tu madre no le gustará saber que te has comido su pastel de merengue. –Agregó.

–Lo superará.

Él siguió mirándola mientras un profundo e incómodo silencio se asentaba entre ambos.

–¿Hay algo que quieras contarme? –cuestionó.

–No. ¿Por qué la pregunta?

No pudo evitar sentirse tensa mientras su padre tomaba el taburete que estaba a su lado y se sentaba junto a ella.

–No lo sé... Estás extraña últimamente.

–Te estás imaginando cosas, papá. Solo pasa que a veces estoy algo cansada. –mintió, manteniendo su rostro oculto en la oscuridad.

Su padre tocó su hombro y la hizo mirarlo. ¡Oh no! Comenzaría con una de esas largas t horribles charlas. Jessica se revistió de fuerzas para aguantar la hora que le esperaba, pero afortunadamente, la voz de su madre lo interrumpió antes de que comenzara a hablar.

–Joe. –la voz era apenas un susurro lejano, como si su madre estuviera oculta y bien lejos. –¿Joseph, donde estas.

–Estoy aquí cariño. Ya voy.

Su padre se levantó del taburete en el que había estado sentado y le lanzó una mirada que no pudo descifrar.

–Iré con tu madre. Limpia todo este desastre antes de irte.

Ella asintió, aunque no tenía sentido, tomando en cuenta que su padre ya estaba camino a las escaleras. Jessica se quedó pensando en la actitud de su progenitor unos segundos, antes de recordar que tenía cosas por comer, entonces olvidó a su padre y todo lo demás y se centró en la lasaña que la esperaba.

*

**

***

Definitivamente Jessica había tomado la decisión de no volver más al club de lectura, por lo menos hasta que se l es quitaran las ganas de dormir todo el día. La pereza le había ganado y no tenía ganas ni de levantarse de la cama, ni de ponerse ropa y mucho menos de salir a la calle.

Había pasado, como se estaba volviendo costumbre, todo el día en su habitación. Cada vez que su madre tocaba las puertas fingía estar dormida, en una de esas hasta se había dormido en serio.

Su celular estaba apagado porque ya estaba harta de los mensajes de "¿Ya le contaste a Brett? " que Sandra le enviaba fielmente cada hora. Parecía no casarse nunca, pero Jessica si se había cansado. A las diez de la mañana su paciencia había colapsado y había decidido apagarlo para no terminar estampándolo contra la pared. Aún no se sentía preparada para contarle a Sandra la conversación que acababa de tener con Brett.

Pero como todo lo perfecto debe tener un final, su día de soledad finalizó con una poderosa hambre que hizo acto de aparición, porque eso implicaba bajar a buscar algo de comer y correr el riesgo de encontrarse con Jason o con su madre. Parecía que en aquel momento de su vida solo era capaz de sentir hambre, sueño e ira.

Totalmente en contra de sus verdaderos deseos, se levantó de la cama y se recogió el pelo en una enredada y desaliñada coleta. Tal vez si parecía una indigente nadie le hablaría.

Bajó las escaleras agradeciendo a todo lo sagrado que no se había encontrado con nadie. Tal vez todos estaban fuera. Su padre solía jugar al billar con sus amigos, seguro su madre lo había acompañado, y Jason... tal vez andaba molestando a alguien más, o buscando quien lo quisiera aguantar.



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En el texto hay: adolescente, jefa y empleado, embarazo

Editado: 02.05.2019

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