Sentada en la consulta, Jessica intentó recordar cuál había sido el acontecimiento más vergonzoso de su vida. Hasta ese momento, lo peor que le había pasado había sido cuando en sexto grado se le había declarado a Kurt Dalton, su compañero de química, y él le había respondido que ella no le gustaba. Fue horrible, frustrante, traumático e igual tuvo que seguir sentándose con él el resto del semestre.
Pues bien. Eso no era nada vergonzoso, frente a estar sentada junto a su jefe en la consulta de una ginecóloga mientras esta le preguntaba cosas como cuando tuvo su última menstruación. Con toda sinceridad podía decir que preferiría estar sentada junto a Kurt Dalton ahora.
Enfocó la vista en sus manos sobre su regazo mientras la Dra. Rodes tecleaba en su computador.
-Bien Jessica. Según mis cálculos estás de 10.3 semanas. -Dijo la mujer de mediana edad.
¡Genial! Jessica llevaba diez minutos respondiendo a sus preguntas incómodas para que ella le dijera lo que ya sabía. Sí, prefería estar en cualquier otro lugar.
A su lado, Brett permanecía impasible, totalmente fuera de lugar en aquel horroroso sillón color salmón. La mitad del tiempo que habían estado allí, él lo había pasado mirando fijamente un cartel que mostraba el crecimiento fetal por etapas, se le veía muy concentrado y por momentos ella se permitía observarlo mientras estaba distraído.
-Jessica, quiero que vayas al baño te cambies tu ropa por una bata y luego me esperes en la camilla. - indicó.
Con pesar ella se puso de pie y se metió al baño. Tomó la bata y tuvo un ataque de pánico al ver que la "bata" no era más que un trozo de tela con dos agujeros por dónde meter los brazos. Todo su trasero quedaba expuesto. ¿Cómo saldría de allí con las nalgas al aire y Brett ahí fuera?
Respiró profundo una, dos, tres veces y se armó de valor. Iba a tener un hijo con Brett, aquel no era el momento para ponerse pudorosa. Con la mano izquierda unió los bordes de la bata e intentó salir de ahí con su dignidad intacta.
Caminó como pingüino todo lo rápido que pudo hasta la camilla. Fue un intento miserable porque dadas las dimensiones de aquel consultorio, los ojos de Brett y de la doctora Rodes estuvieron puestos en ella antes de que terminara de abrir la puerta.
Se sentó sobre la camilla y cruzó las piernas a la altura de los talones mientras fijaba la mirada en cualquier punto que no fuera su jefe.
-Recuéstate. -Pidió la mujer. Jess no había notado que la tenía al lado.
Tan pronto como su espalda tocó la camilla la Dra. Rodes le colocó algo extraño alrededor de su brazo, es decir, conocía el condenado aparato, pero no recordaba haber escuchado su nombre alguna vez. La cosa esa comenzó a llenarse de aire y apretarle el brazo, pero cuando Jess comenzó a considerar en serio la idea de gritar la presión empezó a ceder lentamente. Menos mal.
-Bien, linda. -la doctora miró una pantalla y asintió en silencio mientras en unos papeles que hasta el momento había notado. -Perfecto. Ahora vamos a ver al bebé. ¿Qué te parece?
Jessica miró a Brett con nerviosismo, él se veía tan calmado que ella se sintió estúpida. ¿Por qué no estaba tan histérico como ella?
Unos minutos después ella supo que histérica no era la palabra. Histeria fue lo que comenzó a sentir cuando acostada en la camilla y con Brett junto a ella, la doctora Rodes tomó una cosa larga y cilíndrica y comenzó a colocarle... ¿un condón? No, no, no no no, no. Rotundamente no. Ella no estaba haciendo lo que Jessica creía que estaba haciendo. No pretendía lo que Jessica intuía que pretendía.
-Muy bien... vamos a ver ese bebé. Abre las piernas. -sonrió.
-¿Qué? ¡No! ¿Por qué?
-Voy a hacerte una ecografía. -explicó la mujer como si fuera más que obvio.
-Pero... no es así. He visto películas. Esa cosa babosa debería ir sobre mi abdomen.
¿Había dicho histérica? Si existía algo más allá de la histeria pues lo estaba experimentando en ese justo momento. Intentó ponerse de pie, pero la doctora Rodes la agarró por los hombros y la hizo quedarse tumbada.
-Se llama ecografía transvaginal. -Aclaró.
-¿Transkaka qué? -chilló-. No va a meter eso dentro de mí.
-Es la mejor manera de ver a tu bebé, por lo menos hasta que tengas las 12 semanas. -era notorio que aquella mujer estaba perdiendo la paciencia.
Maldito fuera Brett por solo estar allí parado con una media sonrisa en los labios. ¿Acaso no pretendía ayudarla frente aquella vieja violadora con bata? ¡Claro que no! Le gritó la oportuna voz de su cabeza. "No va a ayudarte porque es un enfermo y está disfrutando con tu incomodidad. Si vas a hacer algo tendrás que hacerlo sola".