La costumbre de ir al parque cada día se había arraigado de tal manera en ella, que incluso con todo lo que estaba pasando, de no tener ni idea de qué iba a hacer o dónde iba a dormir aquella noche, incluso con todo eso estaba allí como cada noche, sentada en un banco, mirando la soledad reinante en aquel lugar. Nunca había estado hasta tan tarde, pero le daba igual. Había caminado bastante y se había sentado allí cuando los pies habían comenzado a dolerle.
Esa noche el parque no había logrado que se sintiera en paz, no la había ayudado a aclarar sus pensamientos ni la había liberado de los demonios que la torturaban. Esa noche era diferente a todas las demás. No podía sacar de su cabeza la imagen de su madre gritándole a todo el mundo. Su madre no era una mala persona y Jessica lo sabía, tal vez la noticia de su embarazo la había afectado un poco más de lo normal, pero esperaba fervientemente que fuera todo. Esperaba que dentro de unos días su madre simplemente aceptara que sería abuela. Todos tendrían que aceptarlo.
Cerró los ojos y puso la cabeza entre sus manos intentando calmar las lágrimas y aclarar su mente. No podía dejar de pensar que en cierta forma ella había acabado con la paz de su familia. Se imaginaba a sus padres discutiendo en aquel momento, bueno, su madre discutiendo y su padre sólo escuchando, Jason estaría en su habitación fingiendo que nada pasaba abajo, posiblemente mirando el juego de baseball. Y todo era su culpa.
No sabía con exactitud cuantos minutos habían pasado cuando sintió la presencia de alguien de pie frente a ella, abrió los ojos y tardó algún tiempo en identificar el rostro de Brett.
-¿Jessica, eres tú? -si hasta ese momento dudaba que fuera él, ya lo había confirmado.
-¡Brett! -rápidamente se irguió en el banco, carraspeó y con disimulo se limpió las lágrimas. -¿Qué haces aquí?
-¿Qué haces tú? Estás bastante lejos de tu casa.
-Bueno... tu también estás lejos de tu casa. -replicó.
Él hizo un gesto de confusión y sacudió la cabeza.
-Claro que no. Vivo a dos cuadras y corro aquí todas las noches, si eso responde tu primera pregunta.
¿En serio? De todos los parques que había en la ciudad, en el país, en el mundo, ella tenía que acabar en el que Brett corría. ¿Podía una persona tener peor suerte?
-Es una tontería correr de noche en un lugar tan oscuro. -soltó sin pensar. Tampoco intentó disculparse cuando fue consciente de que le había dicho tonto.
-Es una tontería aún mayor venir tan lejos a sentarse en un banco oscuro a llorar. -Replicó, con la sombra de una sonrisa en los labios.
-Yo no estoy llorando.
Brett se cruzó de brazos y la miró fijamente por unos largos segundos. Luego dio unos pasos hacia ella y habló:
-¿Puedes hacerte a un lado? Me gustaría sentarme, así puedes contarme por qué estás llorando. -sugirió.
-No estoy llorando. Búscate otro banco y déjame en paz. -dijo mientras, paradójicamente, se hacía a un lado y se cruzaba de brazos. Ambos se quedaron en silencio.
-Yo... lo siento. -Carraspeó. -Siento que por mi culpa estés metida en este lio.
¿Brett estaba disculpándose? Guao.
-Bueno... No toda la culpa es tuya.
El asintió lentamente y fijó la vista en un punto lejano.
-Imagino que debes estar pasando por un momento difícil y eso. Y sé que debes estar muy asustada, yo también lo estoy, pero no dejes que te lleve a las lágrimas.
Doble Guao. El Brett podía ser un poco agradable cuando lo intentaba, aunque en el transcurso le dijera llorona miedosa.
-Espera ¿Tú crees que estoy llorando porque tengo miedo? -Cuestionó.
-¿No es así?
-No. -respondió en un susurro y enfocó la vista en sus manos entrelazadas en su regazo. -Mi mamá se enteró hoy.
-¿Fue muy mal? -inquirió él, sinceramente preocupado. Le agradecía que se preocupara por ella.
-¿Mal? Fue un completo desastre. Se volvió loca.
Una de las manos tocó delicadamente las suyas, haciendo que sus dedos dejaran de estar entrelazadas. Jessica no pudo evitar notar lo bien que se sentía, aunque se repitió varias veces que él solo estaba consolándola, no había nada sexual en su toque sólo se sentía culpable e intentaba que no llorará para no sentirse más culpable. Pese a todas las razones que su mente escupía, no pudo controlar la sensación de extrema comodidad que experimentó, tanto que le contó lo que había sucedido.
-Ella encontró la ecografía y fue mucho peor que se enterara de esa forma. Me fui de casa. -prefirió omitir la parte en la que su madre le pegaba. -Puede que te parezca estúpido, tal vez lo sea, pero de todas formas debo buscarme un lugar donde vivir, algo que sea sólo mío y donde no tenga que ver la cara de desaprobación de mi madre cada día. ¿Entiendes?