Y ahora ¿qué hago? #1

18*** No existía alcohol en el mundo que la hiciera olvidar aquello.

"Piensa en algo, Jessica. ¡Aléjate de él! ¿Por qué estás permitiendo que te bese?"

La voz de su cabeza le gritaba como loca que se apartara de Brett y de sus manos que parecían estar en todos lados y en ninguno, pero su cerebro se negaba a acatar ninguna de las órdenes que ella dictaba frenéticamente.

Brett estaba besándola y estaba de más decir que le gustaba. Le gustaba demasiado como para apartarse de él, así que sólo cerró los ojos, enredó sus brazos en su cintura y se concentró en sumergirse en la embriagarte sensación de los labios de Brett sobre los suyos, de la lengua de él danzando junto a la suya al compás de una música inexistente para el resto del universo.

Rápidamente la mano de Brett dejó de estar en su nuca y se enredó entre su pelo, la otra acarició su cintura deslizándose suavemente hacia su trasero.

Gimió contra la boca de Brett y lo escuchó gruñir en respuesta. Aquello se sentía tan bien que no quería que terminara nunca. Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento sus manos pasaron de rodear la cintura de Brett a rodear su cuello, ni cuando sus pies dejaron de estar en el suelo para sustituir sus brazos en el lugar en el que solían estar.

La voz dentro de su cabeza seguía gritando, pero ella presionó el botón de mute. ¿Por qué maldita razón no recordaba que Brett besaba tan bien? No creía que existiera alcohol en el mundo que la hiciera olvidar aquello.

Nunca sabría decir con exactitud cuánto tiempo pasó mientras se toqueteaban como adolecentes hormonados, pero cuando Brett por fin se separó de ella la camisa del pijama que llevaba puesta había desaparecido y sus respiros forzados llenaban el aire. Sus ojos se clavaron en los de él y ninguno apartó la mirada, pudo apostar su vida a que había sentido una conexión entre ellos.

Como se había vuelto frecuente en los últimos días, Brett le sonrió y la depositó lentamente en el suelo, hasta que sus pies volvieron a sostenerla.

Listo. – susurró muy cerca de su oído. Ya no hay chocolate.

Por sus palabras, ella hubiera entendido que iba a apartarse, pero no lo hizo. Siguió tan pegado a ella que era difícil saber quién era quien.

Ella por otro lado, estaba congelada. No se le ocurría nada que decir o hacer, tampoco quería separarse de él, no quería hacer nada que logrará romper la "magia", así que se quedó justo como estaba. Y dio resultado, porque volvió a sentir los dedos de Brett en su cintura desnuda y un corto beso en los labios, antes de que él se separara totalmente.

Ve a la cama, Jessica. Sugirió y luego salió de la cocina, dejándola con la cabeza hecha un caos.

*

**

***

¿Tenía que decir que no había logrado pegar el ojo en toda la noche?

Podía decir que la culpa era del chocolate -porque sí, al final se lo había comido todo- pero en el fondo sabía que no era así, que era su conciencia sintiéndose culpable lo que no le había permitido dormir.

Eso y el recuerdo de aquel beso...

En ese momento solo podía pensar en dos cosas: la primera, no tenía idea de cómo salir de ahí, como mirar a Brett a la cara después de lo que había pasado la noche anterior. Lo peor era que no podía reclamarle por haberla besado, porque ella había respondido con bastante entusiasmo al beso.

La segunda cosa, Miranda. ¡Dios santo, había vuelto a hacerlo otra vez! ¿Por qué seguía permitiendo que Brett la arrastrara a aquello? Si, besarlo le había gustado, pero no estaba bien. Una cosa era estar esperando un hijo suyo, pero Brett iba a casarse. ¡Iba a casarse con Miranda! Y mientras eso sucedía, ahí estaba ella dejándose besar y toquetear.

Eso sin duda dejaba mucho que decir -y nada positivo -acerca de su auto respeto.

Sentía que cada día bajaba un poco la guardia con respecto a Brett, como si de un momento a otro las cosas que le molestaban de él hubieran desaparecido. Y eso no le gustaba para nada, porque estar molesta con él todo el tiempo era la única medida defensiva que tenía en su contra. Si dejaba de sentir enojo hacia él, entonces otros sentimientos pasarían a ocupar su lugar. Eso, sin duda alguna, sería la peor maldición de todas.

Si en aquellos momentos, sin sentir nada concreto por Brett, había pasado toda una noche en vela por un simple beso, no quería imaginar que sucedería si empezaba a sentir cosas y todo se complicaba.

Eran las once de la mañana, se suponía que a esa hora debería estar en pie intentando poner orden en su vida, pero en cambio estaba en aquella habitación ocultándose del mundo y temiendo encontrarse con Brett.

¿Por qué se escondía? Ella no había hecho nada malo. No tenía la culpa de que él la hubiera besado, además, era una adulta y los adultos no andaban ocultándose como niños asustados. Debería salir de esa habitación en la que ella misma se había recluido y afrontar la situación como la persona madura que era, o por lo menos como la que intentaba ser.



#1582 en Novela romántica
#537 en Chick lit
#615 en Otros
#204 en Humor

En el texto hay: adolescente, jefa y empleado, embarazo

Editado: 02.05.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.