–¿Y bien? ¿Piensas contestar mi pregunta antes de que finalice este ciclo lunar? –Cuestionó la chica acercándose a ella y cruzándose de brazos.
Jessica tragó en seco. No había esperado encontrarse allí con nadie más que con Brett. ¿Por qué razón estaba su hermana en la casa?
Se quedó inmóvil. No se le ocurría nada que hacer o decir sin correr el riesgo de meter la pata. Conforme fueron pasando los segundos las cejas de la chica, Penny, fueron enarcándose.
Bien. Debía responder. Carraspeó y pasó sus manos sudadas por el pantalón del pijama. Se puso de pie y le extendió la mano.
–Hola, soy Jessica –hizo una pausa al ver que no tomaba su mano. –Jessica Davis. Soy la asistente de Brett.
Finalmente, Penny tomó su mano y la estrechó.
–¿La asistente de Brett? –repitió en un extraño tono.
–Si... –Contestó Jess en un hilo de voz.
–Eso no me explica por qué estás aquí... así. –replicó.
–Yo... –trató de organizar qué decir dentro de su cabeza, mientras se retorcía los dedos. –Él está ayudándome mientras resuelvo un asunto familiar.
Penny hizo una pequeña pausa antes de volver a preguntar. Parecía como si estuviera estudiándola. Analizándola.
–¿Te acuestas con él?
Jess se quedó de piedra por segunda vez en menos de tres minutos. Debería ser ilegal hacer ese tipo de preguntas.
–¡No! –chilló. –¿Por qué?
No mentía. Técnicamente no se acostaba con Brett. Lo había hecho alguna vez, pero decir que estaba acostándose con él implicaba que "estaba" sucediendo en el presente. En el presente se habían besado, pero besarse y tener sexo no era la misma casa.
–¿Quieres que enumere las razones? Primero, que estás en su casa un sábado en la mañana en ropas poco adecuadas. Segundo, que lo llamas Brett, a secas. Tercero, que Brett no es nada altruista, debe existir alguna razón en particular para que estés aquí y estoy muy segura de que no son tus problemas familiares. ¿Continuo o estás satisfecha con mi explicación?
Jessica sólo pudo negar con la cabeza. Qué chica tan directa. La forma en la que decía las cosas era hasta cierto punto desagradable. Como si no le molestara hacerla sentir incómoda.
–Perdón por no presentarme. –dijo con una mueca que intentaba ser una sonrisa, era obvio que no sonreía con frecuencia. –Soy Penny, la hermana de Brett.
La forma en la que decía su nombre, como si insinuara algo y a la misma vez no lo hiciera. ¿Estaba ella a la defensiva o la hermana de la miraba como si pudiera descifrar todos sus secretos? ¿Era la culpa o cualquiera podía leer en su rostro que lo había besado a gusto la noche anterior?
Apartó esos pensamientos e intentó sonreírle.
–Un placer.
Ese era el momento justo de usar como excusa todas las cosas que tenía que hacer, no porque la hermanita de Brett fuera a ponerla más incómoda -porque eso era imposible- sino porque en serio tenía cosas que hacer. Aunque debía admitir que una pequeña parte de ella deseaba que Penny Henderson dejara de escrutarla con la mirada.
–Lo lamento, pero tengo que marcharme. –agregó dando pequeños pasos hacia la puerta.
–Claro.
Oh. ¡Qué respuesta tan cortés! ¿Por qué no le sorprendía que ella y Brett fueran hermanos? Al parecer la simpatía era genética.
Jessica se dio la vuelta para marcharse, pero volvió a girarse al recordar que en algún lugar de aquella casa estaba su ropa.
–Solo una cosa más. ¿Dónde se lava la ropa aquí?
Penny le señaló la puerta que estaba en el otro de extremo sin decir palabra ni apartar los ojos de Jessica. Ella solo sonrió y asintió.
Gracias a Dios encontró su ropa justo donde imaginó que estaría, fue con rapidez a la habitación que había estado ocupando -se negaba a seguir llamándole su habitación- y se cambió de ropa.
Mientras se ponía los zapatos, encendido su celular. Efectivamente tenía 26 llamadas perdidas de Jason. No pudo evitar sentirse culpable, había apagado su teléfono la noche anterior y con lo paranoico que era su hermano lo más probable era que hubiera llamado a la CIA, la interpol y al FBI para ese momento.
Rápidamente escribió un mensaje para él y salió. Necesitaba encontrarse con Jason y mientras más pronto mejor, no podía seguir llevando la ropa con la que había trabajado el día anterior, por muy limpia que estuviera. Con todo lo que había pasado en las últimas 24 horas, estaba segura de que la quemaría tan pronto tuviera otra cosa que ponerse, incluyendo los zapatos de 680 dólares que había comprado tan solo dos meses atrás.
Sintió una extraña paz al salir de la casa y ver su auto justo donde lo había dejado la noche anterior, aunque en aquella ocasión había un vehículo último modelo junto a él que sólo lograba hacerlo lucir más viejo, imaginaba que era el de Penny. Su auto era la única cosa en su vida que continuaba como antes.