–Repite lo que acabas de decir. –Exclamó.
–Me fui de casa y me estoy quedando en casa de Brett hasta que encuentre mi propio lugar. –habló con calma mientras daba un sorbo a su chocolate antes de que él volcán erupcionara.
El café de Sandra, por el contrario, se quedó a medio camino en dirección a su boca. Su amiga la miró a los ojos como si estuviera esperando que le dijera que estaba bromeando. Jessica deseó poder hacerlo, el rostro de Sandra abandonó su eterna sonrisa.
–No es gracioso, Jess. –señaló.
–No intento ser graciosa. –Jessica repitió las mismas palabras que Sandra le había dicho unas semanas atrás. –Es cierto.
–¿Te volviste loca? ¿Por qué estás en su casa? –Cuestionó.
–Sólo... fue el destino.
–¿El destino? ¿Estás escuchándote? –Era toda una novedad que Sandra estuviera enojada. Una nueva experiencia de la que Jess no quería ser parte.
–Nos encontramos en el parque, se ofreció a ayudarme. ¿Qué querías que hiciera? Era eso o salir a las diez de la noche en busca de un hotel. No tenía donde ir. –susurró.
–Tengo una casa y un teléfono. Pudiste llamarme y yo te habría ayudado.
Aquello era muy cierto, y para eso no tenía una excusa. Intentó no mirar a su amiga a la cara, no sabía por qué, pero aquel día se sentía un poco incómoda. No sólo con Sandra. Desde el sábado había estado evitando a todos.
Tras llegar a la casa de Brett, se había despedido de Penny, había estado rogando a los cielos que la chica no volviera a hacer ningún comentario acerca de Miranda y se había sentido agradecida cuando no sucedió. Brett, por otro lado, parecía estar ignorándola con tanta fuerza como ella intentaba ignorarlo a él. No lo había visto por el resto del fin de semana, pero el sábado por la noche había descubierto comida en las alacenas y el refrigerador. Se sentía agradecida de que se tomará aquellas molestias por ella, aunque la estuviera ignorando deliberadamente. Se prometió que le pagaría cada centavo que hubiera gastado desde que tuviera oportunidad.
Había pasado todo el domingo intentando reparar su auto, había tardado bastante, pero al final había logrado hacerlo funcionar y al terminar había estado tan cansada que sólo había pensado en dormir. Tampoco había visto a Brett.
–¿Te acostaste con él? –Preguntó Sandra sin rodeos.
–¿Qué? ¡No! –chilló. –¡Claro que no! –¿Por qué de ponto todos parecían interesados en si se acostaba o no con Brett?
–Te conozco. Tienes esa cara de preocupación y emoción juntas. Cómo si no supieras como sentirte. Algo pasó.
Jessica inhaló con fuerza.
–Nos besamos. –admitió.
–Oh diablos, Jess. ¿En qué estabas pensando?
Jessica se había hecho la misma pregunta un millón de veces en los últimos días y había desistido al darse cuenta de que no tenía respuesta para ella. Solo que aceptar que no sabía era una cosa y decírselo a Sandra era otra completamente diferente que, de seguro no terminaría bien.
–Me veo obligada a decirte que te estás comportando de una manera muy irresponsable.
–Si vas a verte obligada a decirme algo, que sea algo que no haya escuchado antes.—señaló.
Sandra la miró antes de dar un trago a su café. Respiró profundo, como si estuviera armándose de paciencia y luego contestó:
–Perfecto, Jessica. Voy a decirte algo que no has escuchado. –hizo una pausa como si estuviera organizando lo que pensaba decirle. –Te quiero, como si fueras mi propia hija, me preocupo por ti. Y no me gusta verte hacer tonterías, por eso te advierto que esto no va a terminar bien. Aun va a casarse con Miranda. ¿Recuerdas?
–Lo sé...
–Y tú estás empezando a sentir cosas por él, no quiero tener que recoger tus pedazos cuando todo esto termine. –agregó.
¿Hasta cuándo Sandra estaría con lo mismo? Ella no sentía nada por Brett. Nada más allá de una perpetua molestia en su presencia y un suave cosquilleo cuando lo besaba. Pero era evidente que su amiga no podía entender eso. Primero el romance que se había inventado con Mark, el rubio de contabilidad, y ahora la insistencia de que sentía "cosas" por Brett.
–No siento nada por él, Sandra. Está haciéndome un favor. No me importa que se case, de hecho, me alegra. Me alegra muchísimo.
Si su intención había sido hacerle creer aquello a Sandra, había fallado estrepitosamente, porque ni ella misma Lo había creído. Una voz interior le había gritó "mentirosa" una docena de veces en una milésima de segundo. Se sintió frustrada, porque hasta hacía unos días atrás aquello había sido cierto. Hasta hacía unos días atrás no le importaba en absoluto que Brett fuera a casarse, pero en ese momento había una espinita en ella que la atormentaba cada vez que pensaba en eso.