Ese lunes en la noche recibió una llamada de Jason. Habían acordado encontrarse al día siguiente después del trabajo. Ella había sentido unas profundas ganas de inventar algo con lo que excusarse, pero al final su hermano había logrado salirse con la suya.
Así que desde ya tenía que prepararse mentalmente para Jason peleando y diciéndole que era una estúpida inmadura y que estaba harto de su irresponsabilidad. Ya se lo había dicho, pero sabía que lo repetiría.
Al menos no todo era malo. Había estado mirando el periódico y había encontrado un anuncio de un departamento, había hablado con la agencia de bienes raíces y alguien se lo mostraría al día siguiente. Esperaba que para cuando se encontrara con su hermano, tener algo concreto para entretener a Jason y hasta cierto punto contentarlo.
Durante largo rato había estado usando el teléfono de la cocina que, dicho fuera de paso, se había convertido en su lugar favorito en toda la casa siempre y cuando Brett no se encontrara -lo que sucedía con frecuencia-. Había pasado la noche hablando con Sandra, ya era indiferente a los reclamos de su amiga, así que sólo chismeaban. Era bastante terapéutico.
Término con la llamada justo en el momento en el que Brett entraba a la cocina. No lo había escuchado llegar, pero en los meses que llevaba trabajando junto a él se había acostumbrado a que él se comportara con un fantasma.
Brett pasó frente a ella como si no estuviera ahí. Se acercó al refrigerador, sacó una botella de agua y luego se sentó junto a ella.
-Hola. -la saludó con total naturalidad, como si acabara de notar su presencia.
Ella levantó la vista de lo que había estado escribiendo en su agenda y fijó los ojos en él por un momento.
-Hola. -Respondió lentamente mientras se preguntaba por qué Brett la saludaba cuando la mayoría del tiempo él fingía que ella no estaba allí. -¿Pasa algo?
-Nada.
¿Ajá? Jessica lo miró esperando a que él dijera algo más, pero no sucedió. Él solo continúo tomando agua como si aquella fuera la situación más normal del mundo. Cuando se cansó de esperar que Brett terminara de decirle por qué estaba allí y la sitúa se volvió demasiado incómodo para su gusto, se puso de pie.
-Bien, iré a dormir. -dijo.
Brett asintió mientras metía la mano en sus bolsillos y sacaba unas llaves.
-Toma. -Dijo extendiéndolas hacia ella.
-¿Qué? -Cuestionó mirándolo con un poco de desconfianza sin tocar las llaves.
-Toma las llaves. -Repitió.
-¿Para qué?
-Para que las tengas. Son las llaves de un auto. Tú no tienes uno, al menos por ahora. Es un préstamo. - respondió con fastidio.
Jessica siguió mirándolo con desconfianza.
-¿Por qué? -Volvió a preguntar, a riesgo de parecer una tonta.
-Vas a tomar las llaves o no? Estoy haciéndote un favor.
-Creo haber escuchado que tú no haces favores. -objetó.
-Okey. -Suspiró volviendo a meter la llave en los bolsillos de sus pantalones y poniéndose de pie. -Despierta temprano mañana. -agregó saliendo de la cocina.
¿Qué? ¿Había dicho que despertara temprano? ¿Por qué le importaba si lo hacía o no? Salió tras Brett y lo alcanzó justo en el momento en que llegaba al pasillo.
-¡Oye! ¿Por qué quieres que despierte temprano?
-Bueno, en vista de que no aceptarás mi evidente muestra de buena fe, tendré que llevarte al trabajo. -explicó con cara de niño inocente.
-No.
-¿No qué? -. Cuestionó.
-No vas a llevarme al trabajo. -aclaró. -Yo buscaré la forma de llegar.
-No discutas. Resolverlo es tan sencillo como tomar una decisión. Tomas las llaves o vienes conmigo.
Ella lo miró mientras una gran cantidad de obscenidades pasaban por su mente a la velocidad de la luz.
-No vas al llevarme al trabajo. -repitió lentamente- ¿Te imaginas lo que todos pensaran cuando me vean llegar contigo?
-¿Te parece que me importa lo que los demás piensen? -Inquirió, con una ceja enarcada.
-No iré contigo de aquí a la esquina.
-Perfecto. -Brett volvió a darse la vuelta y caminó hasta su habitación.
¡Maldición! Como lo odiaba cuando se ponía en plan manipulador, que era prácticamente todo el tiempo.
-¡Brett! -chilló irritada.
-¿Si?
-Dame las malditas llaves.
-Las cosas no se piden así, Jessica -replicó con calma y una media sonrisa. -pídelo con decencia.
-Dame las llaves, Brett. -volvió a decir, con los dientes apretados para contener las ganas de mandarlo a meterse la decencia por donde no le daba el sol.
Él pareció pensarlo un poco, era evidente que esa noche había llegado con ganas de molestarla. Mientras Brett se tomaba su tiempo ella se imaginaba limpiando su sangre de aquella bonita alfombra, enterrándolo en el bosque y luego huyendo a Puerto Rico con su tía Graciela. Afortunadamente para él, el sentido común volvió y Brett pareció claudicar.