–¡Hola! –Gritó tan pronto como pasó la puerta– Estoy aquí.
–Gracias. Juro que por un momento pensé que estabas allá.
Escuchó la voz de Brett salir de unas puertas abiertas al otro lado del salón. Durante los días que había estado allí se había fijado en aquellas puertas una o dos veces, pero nunca había tenido la oportunidad de verlas abiertas. Pudo ver que se trataba de una piscina techada. Era un lugar bastante bonito, una linda piscina ovalada, paredes forradas en madera. Al fondo había unas puertas corredizas de cristal que daban paso a lo que a Jess le pareció un jardín, de todas formas, ella no se fijó en eso por mucho tiempo porque algo más robo su atención.
En el agua, Brett estaba nadando. ¡Santo padre bendito! Desde donde estaba podía ver con toda claridad su pecho desnudo y la forma en que sus músculos se movían con cada brazada mientras se acercaba a la orilla.
Él enarcó las cejas al fijarse en las dos botellas que llevaba en las manos, o tal vez al fijarse en la forma en que estaba mirándolo.
–¿Qué es eso? –Inquirió.
–Esto... –dijo señalando las botellas– es sidra. Para celebrar. Tengo cosas que contarte.
—Pues yo también tengo algo para contarte. —señaló.
–No ahora. –lo interrumpió. –Me dirás después. –sonrió.
La verdad era que aquella noche estaba de muy buen humor en relación con noches anteriores. Aquel día no quería discutir con Brett, al fin y al cabo, esa era una de las pocas noches que le quedaban en aquella casa. Tampoco quería escuchar nada más, sólo quería pensar en el hecho de que tenía departamento nuevo.
–Entonces cuéntame ¿Qué estamos celebrando? –Preguntó con escepticismo.
Ella le sonrió. Una sonrisa de alegría genuina, probablemente la primera sonrisa sincera que iba dedicada a Brett. Vaya que estaba de buen humor.
–Encontré departamento. –Canturreó emocionada.
Brett, por el contrario, no sonrió, ni saltó de alegría, no la felicitó, ni siquiera hizo un comentario sarcástico de aquellos que eran tan común en él. Todo lo que salió de sus labios fue un débil "oh".
–¿Sólo "oh"? –Preguntó incrédula–. Por favor, Brett, no disimules. Puedes mostrar tu alegría. Vas a deshacerte de mí. –agregó con su sonrisa intacta.
–No recuerdo haber dicho que quería deshacerme de ti.
–¡Ay ya! No finjas. Debes salir del agua y venir a celebrar que encontré un bonito departamento que puedo pagar – lo ánimo.
El hecho de que Brett no pareciera especialmente feliz por la situación la confundía un poco. Pero intentó no pensar en eso, después de todo, así era él, nunca se sabía que reacción esperar.
–¿Por qué mejor no vas a buscar en que servir? –sugirió.
Jessica asintió tratando de ignorar su total falta de emoción. ¡A la mierda! No le importaba que él no pudiera sentirse feliz por ella. Estaba feliz y eso era lo único importante.
Volvió unos minutos después con un par de copas en las manos. Ni siquiera sabía si eran las indicadas, pero ¿que importaba? Si Brett tenía algún problema con su elección podía dejar de jugar al renacuajo e ir él mismo por algo que sí fuera de su agrado.
–He vuelto. –Dijo mientras se sentaba en una de las tumbonas que estaban alrededor –Si vamos a celebrar hagámoslo con estilo.
Colocó las copas junto a las botellas y comenzó a quitarse los zapatos. Se preguntaba ¿Por qué los más bonitos eran los más incómodos? Cuando su pie dejó de es estar en ese incómodo ángulo que provocaban los zapatos de tacón y volvió a tocar el suelo, se sintió aliviada y no pudo evitar emitir un profundo suspiro, bajo la atenta mirada de Brett.
–Deberías entrar al agua. –sugirió él.
–No. –Respondió con rotundidad.
–¿Por qué no?
–Porque no. Voy a compartir mi sidra contigo y luego me iré a la cama, no pidas más. Estoy muy cansada. –aclaró mientras servía ambas copas.
–Hmmm. Ya imagino, ese trabajo que tienes... te deben estar explotando. –Bromeó.
–Ni que lo digas, lo peor de todo es mi jefe. – susurró intentando ocultar su sonrisa. –Es un tirano.
–Sí, he escuchado cosas horribles sobre ese tipo. –su rostro estaba tan serio que hubiese sido imposible notar que estaba hablando de sí mismo, si no lo supiera ya. –En cambio tú si eres una secretaria modelo, que nunca abandona su puesto de trabajo para ir a chismear a la cafetería del frente con Sandra Wilmore, que no llega tarde ni excede su hora de almuerzo y, sobre todo, que no juega sudoku ni candy crush en horas laborales. –sonrió.
–¡Yo no hago ninguna de esas cosas! –intentó fingirse ofendida pero no lo logró.
–Sí, me consta. –dijo con un tono de diversión.