A las 6:20 de la noche, Jessica estaba lista y se miraba al espejo. Estaba bastante decente, aunque eso no hacía que se sintiera menos nerviosa. Tampoco evitaba que se mirara una y otra vez y se preguntara si había elegido bien.
No podía evitar el deseo de dar una buena impresión a los padres de Brett así que se había puesto un bonito pantalón color carne que en el pasado había odiado pero que, en aquel momento era perfecto puesto que hacía un estupendo trabajo ocultando discretamente su incipiente panza, la familia de Brett sabía que estaba embarazada, pero por alguna razón ella prefería que no notarán cuán embarazada estaba.
Había dedicado especial atención a su maquillaje, porque quería parecer menos... niña y el resultado había sido bueno. Por primera vez podía decir con seguridad que le gustaba como lucía.
Había escuchado varias veces los pasos de Brett en el pasillo. Sabía que él estaba esperándola, pero las cosas se habían puesto un poco incómodas entre ambos tras la conversación que habían tenido esa misma tarde.
Ella debía admitir que parte de la culpa era suya, se había quedado totalmente sin palabras tras escucharlo y seguía estándolo.
Porque ¡Vamos! ¿Quién no se quedaría sin palabras si escuchaba a Brett Henderson decir algo medianamente dulce? Ella había agradecido que él no estuviera esperando una respuesta de su parte porque ella tampoco había sabido que decir. Gracias a Dios no había tenido que volver a verlo el resto del día, pero ya no podía seguir postergándolo, por mucho que quisiera.
No iba a negar que sentía deseos de meterse bajo la cama y ocultarse hasta la mañana, pero se armó de valor y salió de la habitación. Mientras más rápido lo resolviera más rápido terminaría, fuera bueno o malo.
Encontró a Brett en el salón. Él también parecía estar bastante nervioso y a ella le calmó un poco saber que no era la única que temblaba.
—¿Listo? —Le preguntó cuándo estuvo de pie frente a él. La mirada de aprobación que Brett le lanzó la hizo sentirse menos ansiosa con relación a su aspecto. —¿Nos vamos?
—Por supuesto. —dijo haciéndose a un lado para permitirle pasar. —Te ves bien.
—Gracias. —contestó con una sonrisa incómoda—. También tú.
Aquella noche Brett lucía particularmente serio, pero por alguna razón eso también lo hacía verse sexy. Tal vez eran sus hormonas enloquecidas las que le daban esa idea, pero por primera vez ella no intentó apartarlas.
Salieron de la casa en silencio y en ese mismo silencio abordaron el auto, Jess nerviosa y él visiblemente estresado. El perfume de Brett inundó el reducido espacio así que aquel olor fue suficiente para distraer a Jessica por los escasos quince minutos que tardó el viaje.
Cuando Brett aparcó frente a una hermosa y enorme casa, ella sintió como los nervios que se habían calmado un poco volvían a enloquecer.
—Escucha, Jessica. —habló Brett cuando se detuvieron. —Sé que estás algo nerviosa esta noche, solo respira. Todo va a estar bien—. Afirmó y Jess se sorprendió al notar que estaba acariciando su mano izquierda. —Si en algún momento te sientes incómoda sólo dímelo y nos marcharemos ¿De acuerdo?
Ella asintió, porque en aquel justo momento tenía un gran nudo en la garganta. Salió del auto junto a Brett y respiró profundo intentando calmarse. Ambos caminaron hacia la puerta y tan rápido como Brett tocó el timbre esta se abrió y apareció una mujer de algunos 80 años que les sonrió ampliamente.
—Brett cielo, ya estás aquí. —dijo la señora, mientras Jess contenía la risa al ver como apretaba una de sus mejillas. —Ya no me visitas.
—He estado ocupado, abuela.
—Si, por supuesto. Ya veo en qué. —comentó mirando a Jessica y dedicándole la misma sonrisa que a Brett —Tú debes ser Jessica. Es todo un placer conocerte, cariño. Y tú debes ser mi pequeño bisnieto. —habló tocando brevemente el abdomen de Jess.
Ella le sonrió a la alegre señora.
—También es un placer conocerla.
—Abuela, no los acapares en la puerta. —dijo Penny, llegando hasta ellos. —Jessy, que linda estás. —la elogió mientras ella y su abuela se hacían a un lado para permitirle pasar.
—Mi nombre es Emma Stewart, pero dadas las condiciones puedes llamarme abuela. —Bromeó la mujer, guiñándole un ojo.
Un sonido detrás de ellos los hizo girarse encontrándose con quien Jessica sospechaba eran los padres de Brett. Sin siquiera proponérselo, contuvo la respiración porque se sentía particularmente ansiosa con respecto a ellos. La mujer era en extremo hermosa, y una tenía una enorme sonrisa plasmada en el rostro, venía junto a quien Jess suponía era su esposo quien, naturalmente no lucía para nada feliz. Ella intentó que su sonrisa no pareciera una mueca mientras ellos se acercaban.