Sandra estaba sentada junto a Paige en el lugar en el que solían sentarse cada día. Jess había llegado al menos cinco minutos más tarde al comedor, le había dicho a su amiga que tenía que quedarse unos minutos terminando un informe, pero lo que realmente estaba terminando era su tercera mano de sudoku, por la simple razón de que había algo en Paige que no le gustaba y no quería verse encerrada con ella 22 segundos en el ascensor.
Antes de acercarse a la mesa, fue por algo para comer. Un enorme emparedado de pavo que lucía como la cosa más deliciosa que alguna vez había visto. Cuando se sentó junto a Sandra, su amiga se quedó mirando su plato y le sonrió.
-Vaya, señorita yogurt y queso se ha marchado. -Bromeo.
-Para nunca más volver. No te imaginas cuanto me alegro de haber pasado esa etapa -sonrió. -Hola, soy Jessica. No habíamos tenido la oportunidad de conocernos -dijo extendiendo su mano hacia Paige.
-Soy Paige -respondió ella sonriéndole falsamente y estrechando su mano -. Es un placer conocerte, Jessica.
Pronto la conversación entre ella y Sandra fluyó como si Paige no se encontrara allí. Lo graciosa era que la chica no parecía aburrida o molesta por haber sido dejada de lado, al contrario, parecía muy entretenida con su conversación.
-Por cierto, Jess, tengo el primer regalo para mi ahijado, el pequeño Calvin.
-No voy a llamarlo Calvin aunque le regales el primer año de universidad -río.
-¿Estás embarazada? -cuestiono Paige sorprendida. Acunado Jess asintió ella agregó -Oh ¿Y tu esposo está consciente de que besas a tu jefe? ¿No se molesta?
Jessica le sonrió de vuelta, no se imaginaba tener una mejor oportunidad que aquella.
-No tengo esposo, Paige, tengo un novio. Y a él no le molesta que bese a mi jefe, él es mi jefe.
Ella no supo cuál de las dos miradas de asombro fue más graciosa, la pobre Sandra no tenía ni idea de que había tomado la decisión de dejar de ocultar su relación con Brett, así que era normal que le sorprendiera su admisión.
-Debes estar bromeando... -masculló Paige.
- Por supuesto que no lo hago -Fue todo lo que respondió.
Paige se excusó unos minutos más tarde diciendo que debía ir al baño y se marchó, Jess se dijo que tal vez debía arreglar su torcida nariz falsa y sonrió para sí sola.
Jess llamó a su hermano por enésima vez en aquella semana. Parecía que cada vez que le llamaba él no estaba disponible, como si estuviera ocultándose de ella, aunque sabía que no era así.
Cuando por fin logró que le contestara, casi da un salto.
-Por todos los cielos, Jason -exclamó -te he llamado un millón de veces. ¿Dónde carajo te habías metido?
-Jessy, he estado ocupado, lo siento. No me he olvidado de tu mudanza.
Jess respiro profundamente. Esperaba que Jason no la asesinara.
-Justo de eso quería hablarte. ¿Tienes algo que hacer hoy? Salgo del trabajo en treinta minutos y me gustaría verte -explico.
-Tengo algo que hacer esta noche.
- ¿Tiene algo que ver con esa chica misteriosa? -cuestiono interesada, le causaba muchísima curiosidad eso de Jason teniendo citas con alguien que no conocía.
EL estallo en carcajadas y ella se quedó confundida por un momento. Jason parecía disfrutar de su broma personal sin explicarle porque se estaba riendo.
- ¿Me cuentas el chiste?
-No lo entenderías. -Sentenció - ¿Por qué no nos vemos en una hora en esa cafetería de la que tanto hablas? Intentaré llegar en 45 minutos, pero no prometo nada.
Tras finalizar la llamada con Jason, Jess termino de hacer todas las pequeñas cosas que no había terminado por estar jugando. Tal como había dicho, Brett no había vuelto en el resto del día, eso no debería sorprenderla y realmente no lo hacía, pero una pequeña parte cursi dentro de ella lo extrañaba.
Al salir, se despidió de Sandra que, como casi todos los días, iba corriendo porque tenía que buscar las gemelas a la escuela y, por un momento Jess se perdió imaginándose en la misma situación dentro de algunos años.
Ella era muy consciente de que su instinto maternal estaba algo atrofiado. No se sentía como en las películas, ni cómo las cosas que escribían las otras mujeres en redes sociales, tipo: "Te amé desde que supe de ti". No se sentía como una madre, pero en algunas ocasiones se sorprendía a sí misma diciéndole cosas dulces a su bebé en su vientre o acariciando su panza casi invisible y tarareando canciones infantiles.
Suponía que no podía evitarlo.
Jason llegó una hora diecisiete minutos tarde, cuando ella estaba forcejeando con la idea de comprar un tercer vaso de chocolate. Entró y se dejó caer en el asiento frente a ella, le dedicó una sonrisa cansada y luego se levantó y deposito un beso en su frente.
Lucía cansado pero feliz. A Jessica le alegró verlo de tan buen humor.
- ¿Hay algo que deba saber? -pregunto guiñándole un ojo.
-No jovencita, al contrario, tú dijiste que querías contarme algo.