Y ahora ¿qué hago? #1

41*** ¡Trágate esa, perra!

Ese mismo día Jessica comprobó que el puesto misterioso no era tan malo, por lo menos no a sus ojos. Dave la había enviado a recepción, recepción no estaba tan mal, pensó, solo que pasaba todo el día saludando personas y contestando llamadas.

Las partes buenas eran que se marchaba una hora más temprano que antes y que tenía una compañera, ya la había visto antes pero nunca habían tenido tiempo de hablar y para su fortuna había descubierto que era una chica muy agradable. Su nombre era Lucy y le había contado que tenía más de un mes pidiendo por alguien que la ayudara, así que para Lucy era como si hubiera caído del cielo, al menos alguien estaba feliz, pensó.

Los primeros días ella había estado haciendo el esfuerzo de ver el vaso medio lleno. Se repetía una y otra ve que pudo haber sido peor. En ese momento podría estar en la calle buscando un trabajo que desde luego no conseguiría.

Pero pasadas dos semanas su ánimo comenzaba a decaer un poco. Extrañaba su oficina, extrañaba trabajar con Brett tanto si estaba gruñón como si no. Cada vez que Paige pasaba frente a ella y la saludaba Jess sentía como si hubiera un gesto que la provocaba detrás de su sonrisa perfecta y quería golpearla. Tal vez eran sus hormonas revueltas, pero cada vez la odiaba más.

Para colmo no tenía donde poner a su monito nevado y eso la tenía aún más deprimida.

Como si todo eso no fuera suficiente, ya todos se habían enterado de que salía con Brett y de que estaba embarazada, y de que esa había sido la razón por la cual estaba en recepción. Ya esa todo bastante pésimo y además tenía que soportar los comentarios que salían a relucir tan pronto como daba la espalda. Era molesto y vergonzoso y por mucho que Brett o Sandra le dijeran que no importaba ella no dejaba de sentirse incómoda.

Jess estaba concentrada en una llamada telefónica de una señora que preguntaba por un tal Señor Eliot aun cuando ella le había repetido varias veces que en toda la empresa no había nadie llamado así, la linda Paige entró con su enorme y luminosa sonrisa, lo que provocó en Jessica más deseos de partirle un diente a ver si seguía sonriendo, como todos los días la saludó animadamente.

—Hola Jessica— dijo agitando la mano mientras continuaba su camino hasta el ascensor.

—Hola, Paige —la saludó de vuelta con un miserable intento de sonrisa— te odio— susurró cuando las puertas del ascensor se cerraron evitándole ver su perfecto y a la vez desagradable rostro.

—Odiar está mal, Jessica.

Jess se sobresaltó al escuchar la voz de Brett demasiado cerca de su oído, había estado tan concentrada maquinando distintas maneras de arrancarle los dientes dolorosamente a la linda Paige que no lo había visto.

—Pero si te hace sentir mejor— continuó susurrando— yo también la odio un poquito.

—Pues gracias, Brett —le sonrió. —Gracias por acompañarme en mi campaña de odio. Lucy también la odia porque a ella nunca la saluda, así que ya somos tres.

Él le sonrió de vuelta antes de inclinarse sobre ella y besarla.

—¿Qué estás haciendo? —exclamó sin tener la fuerza de voluntad necesaria para apartar sus labios de los de él —Todo el mundo puede vernos, Brett.

—Si, lo sé— sonrió— pero que importa, no pueden hacer nada peor que mandarte aquí.

—Claro que pueden. Puedo terminar limpiando mesas en el comedor.

—Mamá llamó esta mañana —cambió de tema— Quería que te dijera que lo de la cena para conocer a tu familia sigue en pie, y que si te parece bien este fin de semana.

Jess hizo una mueca, tenía aproximadamente un mes huyéndole a esa cena de todas las formas posibles, pero era evidente que el brazo de Erin Henderson la había alcanzado.

—La verdad es que no me parece bien ningún día. En realidad, no me parece ni un poco bien a idea de juntar a tu familia con la mía.

—A mí tampoco, sobre todo después de que tu papá amenazó con castrarme. Pero nadie sabe si nos sorprenden— intentó convencerla.

Jessica recordó aquella noche en casa de sus padres. La cara de Jason, que evidentemente prefería estar en cualquier lugar menos allí, aunque ella intuía que estaba ablandándose con respecto a Brett; su madre que fingía estar feliz para no incomodar a los demás, pero que conseguía todo lo contrario y por último su padre, que casi provoca que Brett se desmaye con aquel comentario sobre cortarle las pelotas. También recordó la ocasión en que Penny y su hermano se habían conocido y llegó a una indudable conclusión: fuera de ella y Brett, los Davis y los Henderson no congeniaban.

—No va a haber ninguna sorpresa. Yo fui testigo de cómo mi hermano y tu hermana se repelieron.

—¿Ah, sí? —cuestionó arrugando el rostro —Yo no sabía nada de eso.

Claro que no, porque eso había pasado en el tiempo en el que ella y Brett se evitaban como la peste, aparte de que para Jessica no tenía la más mínima importancia si Jason y Penny se llevaban bien o no.



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En el texto hay: adolescente, jefa y empleado, embarazo

Editado: 02.05.2019

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