Y ahora ¿qué hago? #1

43*** Un bombón irresistible.

Jessica se miró al espejo mientras alisaba una imperceptible arruga en su camisa, luego su mano fue a parar a su abultado abdomen. Con cinco meses de embarazo ya no había forma de ocultarlo, pero tampoco le interesaba.

Unas semanas atrás su bebé se había movido por primera vez, así que ella y Brett lo había celebrado como si de un gran acontecimiento se tratara, aunque él no había podido sentir nada. Desde ese día Jess tenía una nueva cosa favorita para hacer: pasar todo el tiempo que le fuera posible en la cama con la mano sobre el abdomen esperando que su bebé hiciera algún movimiento, por ligero que fuese. Era algo adictivo.

En ocasiones Brett le acompañaba, pero no había tenido la suerte de sentirlo. La pequeña parte egoísta que habitaba en ella se sentía especial al ser la única que lo había experimentado.

Las puertas del ascensor se abrieron en el piso de la oficina de Brett. Ella no debería estar ahí, pero Dave no estaba en la empresa así que de momento no se preocuparía por eso.

—Vaya, cuando los gatos no están los ratones hacen fiesta— La saludo Sandra al verla entrar.

—Ya ves, soy una rebelde. No puedo evitarlo —bromeó —¿Sabes si Brett está en su oficina?

Dado que tenía pensado darle una sorpresa y que se había desaparecido la mitad de la mañana y parte de la tarde sin explicación alguna, Jess no había sabido nada de Brett en todo el día. No quería ni imaginarse cuantas llamadas tendría en su celular que estaba apagado debajo del asiento del conductor, en el auto.

—Está ahí ¿Dónde estabas tú? Porque Brett me ha preguntado en tres ocasiones si sabía algo de ti.

—Si te digo, querida Sandra, tendré que matarte —bromeó— Ahora, si me lo permites, tengo cosas que hablar con mi novio. Ya nos veremos.

Recorrió la poca distancia que la separaba de la oficina de Brett, como era de esperarse, Paige o como a ella le gustaba llamarle, la Barbie californiana estaba allí, sentada detrás del que había sido su escritorio. Jess se obligó a sonreírle.

—Hola, Paige— la saludó— ¿Está Brett en su oficina?

—No puedes estar aquí —fue toda la respuesta que obtuvo de ella.

—¿Qué? ¿Acaso no puede una chica visitar a su novio? —cuestionó con fingida inocencia.

La sonrisa falsa de Paige se ensanchó in poco más.

—Por supuesto. Pero como recepcionista no tienes nada que buscar en ésta área.

—Oh, no te preocupes. No estoy aquí en calidad de recepcionista, no trabajo hoy. Ahora solo soy la novia de tu jefe. Paige abrió la boca para responder, pero Jess se apresuró a entrar en la oficina de Brett cerrando la puerta tras ella y dejando a la chica con la palabra en la boca. Si la escuchaba decir algo más, iba a golpearla.

—Buenas tardes, señor Henderson.

Brett se quedó mirándola unos segundos, no parecía ni un poco feliz y ella sabía muy bien por qué.

—Jessica, llevo todo el día tratando de localizarte —expresó— Estaba preocupado.

—Lo siento, y para demostrarte que es en serio, te traigo una sorpresa.

El achicó los ojos, como si no confiara en sus palabras, pero luego la curiosidad pareció ganarle.

—No estoy ni un poco feliz, solo para que lo sepas —aclaró— Ahora cuéntame cual es esa sorpresa.

—Primero tengo dos noticias; una buena y una mala. Elige cual quieres primero.

—Mala primero —contestó él sin inmutarse.

—¿Estás seguro? —preguntó algo nerviosa.

—Si, Jessica, estoy seguro— afirmó.

Hasta ese momento, Jess no había pensado en las consecuencias reales de lo que había hecho. Tal vez a Brett no le resultara tan divertido, o tan buena idea como le había parecido a ella hasta hacía unos minutos.

—Bien... la mala noticia es que te mentí.

Brett se quedó mirándola sin mostrar ningún gesto de emoción. Durante algunos segundos ambos permanecieron en silencio.

—¿Y bien? Dime con qué me mentiste.

—Bueno... ¿Recuerdas cuando fui a mi cita con la doctora Rodes y no pudiste acompañarme? Tú me preguntaste cuando sería mi próxima cita y yo te di la fecha para que pudieras ponerla en tu agenda.

—Si, lo recuerdo. No he olvidado que es pasado mañana.

—Si, respecto a eso... — dudó unos segundos— la cita no era para ese día, era para hoy.

—¿Así que me mentiste para que no fuera contigo a la cita con la obstetra?

—Explicado ese punto pasaré a darte la buena noticia.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque si no, no tuviera una sorpresa para ti justo ahora —cuando él enarcó una ceja supo que aquella era su señal para seguir hablando—. El punto es que vengo de la consulta con la doctora Rodes y me hizo otra ecografía, esta vez de las que salen en las películas; esa es la buena noticia. Y eso nos lleva a la sorpresa que es que ya sé el sexo —canturreó dejándose caer suavemente sobre sus piernas —Veo que has perdido es expresión de indiferencia ¿Quiere saber el resultado, señor Henderson?



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En el texto hay: adolescente, jefa y empleado, embarazo

Editado: 02.05.2019

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