Y ahora ¿qué hago? #1

45*** Vamos a hacerlo cursi.

Eran aproximadamente las dos de la madrugada cuando al fin Brett y Jessica llegaron a casa. Era más que evidente que la fiesta se les había ido de las manos y luego de que sus padres los echaran a todos a la calle a la prudente hora de las once de la noche, los jóvenes (o sea, Jason, Penny, Lucy Brett y ella) se habían ido al departamento de su hermano a continuar con la celebración.

Jess debía admitir que con aquella fiesta había cubierto su cuota de celebraciones y cumpleaños por, al menos, quince años.

Los pies le palpitaban como si hubiera estado corriendo la maratón de los 100 kilómetros, porque después de su tercer vaso de jugo de manzana se le había ocurrido bailar y era consciente de que cuando viera a Penny tendría que aguantar sus burlas y el video que sabía que había grabado donde Jessica parecía una lombriz epiléptica que se tragó una aceituna.

Pero aun con todo eso había sido un gran día y una gran fiesta de cumpleaños. El asiento trasero del auto de Brett estaba lleno de bolsas o cajas con regalos. Si hubiera sabido que una fiesta de cumpleaños le aseguraba tantos regalos tal vez la habría celebrado antes.

Aunque aún le aguardaba el regalo de Brett, que la había tenido ansiosa toda la noche. No entendía por qué él mantenía tanto secretismo con respecto al regalo, pero si él plan era mantenerla pensando en eso todo el día, lo había logrado.

—¿Ya vas a darme mi regalo? —preguntó a Brett tan pronto cruzaron la puerta. Estaba más ansiosa de lo que le gustaba admitir.

—No quieres dormir un poco, y cuando despiertes mañana te daré el regalo.

—¿Para qué me compraste un regalo si no quieres dármelo? —cuestionó haciendo un mohín.

Quería que Brett le entregara su regalo para poder verlo, tocarlo y luego estar en paz. Tenía la impresión de que no podría conciliar el sueño si se iba a la cama sin saber de qué se trataba.

—Si quiero dártelo, pero tal vez tengo un poco de miedo de que no te guste —dijo, rodeándola con los brazos— y la única razón por la que te mando a la cama es porque creo que lo de hoy realmente ha sido demasiada actividad para una pobre señora embarazada.

—Diciéndome anciana no vas a lograr que olvide mi regalo de cumpleaños, Brett.

—Bien, te lo daré ahora —se rindió—. Entenderé si no te gusta o si piensas que es demasiado pronto y...

—¡Brett! —le interrumpió— ¿Puedes, por favor, darme mi regalo y dejar que yo lo jugué?

—De acuerdo —dijo llevando su mano a uno de los bolsillos traseros del pantalón.

—¿Lo tuviste ahí todo el tiempo y estuviste torturándome? —se quejó.

Si hubiera sabido que él llevaba su regalo en un bolsillo todo el día, tal vez no hubiera podido contener las ganas de robarse su propio regalo de cumpleaños.

—Estaba en el auto —aclaró quedándose con ambas manos detrás de la espalda— Lo tomé cuando bajamos.

—Muy bien. Ahora, entrégamelo.

Ella extendió sus manos y Brett depositó una pequeña cajita de terciopelo en ellas. Suave y de color azul. Una cajita como las que solían tener... oh, oh, no...

Aún sin mirarlo a la cara pudo notar que estaba conteniendo la respiración, ella también intentó recordar sus palabras "Entenderé si piensas que es demasiado pronto..."

¡Oh, por Dios santo!

Antes de comenzar a hiperventilar, abrió la cajita con dedos temblorosos y, efectivamente, se encontró con un anillo. Y era hermoso. Pasaron algunos segundos antes de que recordara que se había quedado embobada mirando el anillo y ni siquiera había sido capaz de decir una palabra.

Levantó la vista y se encontró con los ojos de Brett fijos en ella.

—¿Y bien? — preguntó. Era evidente cuan nervioso estaba.

—Es un anillo muy bonito —dijo.

—¿Y...? —volvió a preguntar él.

—¿Y qué?

Jess sabía exactamente lo que él le preguntaba, pero no pensaba ponérselo tan fácil. Quería oírselo decir. Él parecía estar analizando la forma correcta de decir lo que quería decirle.

—La abuela me lo dio hace un mes. Fue su anillo de compromiso así que lo ha tenido por tantos años que ya ni ella puede recordarlo— bromeó— Ahora ambos queremos que sea tuyo. Estoy pidiendo que te cases conmigo— dijo con los nervios visiblemente en ascenso —¿Qué dices?

¡Oh por Dios santo! ¡Oh por Dios santo! Brett acabada de pedirle matrimonio.

Intentó respirar, pero justo en ese momento incluso pensar era demasiado esfuerzo para ella. Lo único que su cerebro lograba procesar era que Brett acababa de proponerle matrimonio.

—Oh por Dios santo... —balbuceó. Parecía que eso era lo único que podía decir o pensar aquel día.

—Como te dije antes, yo entenderé si consideras que es muy pronto o si necesitas pensarlo un tiempo, o si no quieres casarte en lo absoluto...



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En el texto hay: adolescente, jefa y empleado, embarazo

Editado: 02.05.2019

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