Y llegaste tú

Una duda por despejar

Colton

―Colton, ¿sigues allí?

La voz de su asistente, llamándolo de nuevo a la realidad, lo sacó de su distracción. Nunca se había considerado un chismoso, y menos un entrometido en algo que no le incumbiera. Sin embargo, solía tomarse ciertas licencias cuando un rumor le interesaba. No rumores de pasillo de oficina, sino de esos que dejaban en el aire indicios sobre algún futuro gran negocio.

El mundo en el que se movía era así, y había que estar atento a cada mínimo detalle que se dejaba caer adrede o de casualidad. Para ello tenía contratado uno que otro espía económico, de los cuales se había beneficiado en muchas ocasiones. Sin embargo, no pudo evitar escuchar la penosa conversación que se estaba dando a su lado.

No quería distraerse, pero le fue imposible no desear mirar la cara de la chica a la que habían desilusionado, e incluso la siguió con la mirada hasta que su figura cabizbaja se perdió al final del pasillo donde quedaban los consultorios. Sacudió la cabeza para concentrarse de nuevo en la llamada.

―Sí, aquí estoy, y asegúrame de una vez que no voy a estar aquí esperando mucho tiempo.

―Estaba seguro de que iría, la suma le pareció bien, pero me acaba de decir que no lo hará porque se ha reconciliado con su novio.

―No me jodas con eso ―gruñó, enojado, y tratando de no alzar demasiado la voz―, ¿entonces qué demonios hago aquí? ¿Acaso no le dejaste claros todos los beneficios que tendría?

―Por supuesto, ni más faltaba, pero se arrepintió apenas le di tu nombre.

―¿Y qué tiene mi nombre?

―Supongo que tengo que empezar a barrer de nuevo tu historial de mujeriego.

―Es lo que menos me importa. Todo se acabará cuando salga la noticia de que estoy saliendo con alguien y, de paso, voy a ser padre.

―Me pregunto cómo se te ocurrió esa gran idea. Tú, el hombre que puede levantar pirámides de un día para otro.

―Vamos, Bob, no te pago para que me sermonees. Así que mueve tu puto trasero, porque necesito encontrar una familia pronto, y si hace falta, duplica el precio.

―¿Por qué tanto empeño? La señorita Graves no está tan mal.

―Es toda tuya y ¿sabes qué?, vete al mismismo cuerno y vuelve cuando tengas la solución. Antes de un mes o te rebajo tres ceros de tu próximo cheque ―lo amenazó y le colgó.

Después de eso, Colton se sintió mejor. Sabía que esa amenaza sería más efectiva que cualquier otra. Luego de guardar su teléfono en el bolsillo interno de su saco, miró hacia la recepción. Lo cierto era que ya no tenía nada que hacer allí porque la mujer embarazada en cuestión ya no iba a venir. Estaba enojado porque de nuevo estaba perdiendo su valioso tiempo, por lo que iría a cancelar la cita por la que había pagado un dineral, puesto que el médico ginecoobstetra, Gerry Foster era el mejor en su rama, aunque con menos ética que cualquiera que se desempeñara en su área.

No solo era un alentador de buenos embarazos, sino también un prestigioso "interruptor", por llamarle de algún modo. Eso fue algo que corroboró al escuchar esa palabra de la boca del imbécil al que le propusieron matrimonio y se negó. Le causó gracia recordarlo, pero también un poco de ira porque no era diferente. Sin embargo, estaba pagando por lo contrario para quitarse de encima a su madre y a la adorable señorita Vera.

Se sacudió de nuevo y, exhalando con fuerza, se acercó a la señorita tras el mostrador, quien apenas lo vio frente a ella le sonrió aún más profesional que su secretaria.

―Parece que la persona que espero no vendrá, por lo que creo que cancelaré la cita con el doctor Foster ―dijo fingiendo un poco de decepción.

―Es una pena, señor Donovan, ¿podría reprogramarla si lo desea? ―repuso la chica, en extremo efusiva.

Con su reacción dio por hecho que quería verle de nuevo por allí, o que la terminara invitando a una cita. Haría solo lo primero, en caso de que fuera necesario.

―No es necesario, lo haré cuando esté seguro de que no se acobardará de nuevo ―respondió, sacándole una risilla a la muchacha.

―Si fuera ella, no lo haría.

―Eso sería una excelente noticia ―repuso, mostrándose un poco coqueto llenándole las mejillas de rubor.

Entonces, una idea loca se le vino a la cabeza, porque en medio de todo, la cara del hombre que acompañaba a la chica le resultaba conocida.

―¿Puedo hacerle una pregunta un poco confidencial? ―preguntó inclinándose un poco sobre el mostrador para acentuar su pedido.

―Por supuesto, la que quiera.

Colton la miró, exultante y feliz, porque su encanto varonil nunca le fallaba. Sabía que era atractivo para toda clase de mujeres, pero solo lo usaba como una herramienta a su favor.

―Ese hombre que acaba de irse con la chica... sé que es confidencial, pero ¿puedo saber de quien se trata? Me parece haberle visto en algún lugar.

―Bueno, no puedo darle detalles de su nombre o por qué está aquí, pero puedo confirmarle que es el nuevo jugador de los Red Giants y la chica que lo acompaña es su prima ―contestó, dándole más información de la que deseaba.




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