«Tengo náuseas», se dijo Sophie, abrazándose el vientre. Parecía que haberse hecho la prueba había puesto su triste realidad sobre la mesa y traído consigo todos los malestares del embarazo. O quizás se debía a que no se alimentaba bien y tampoco se preocupaba por hacerlo. Meditó para sus adentros que ya tenía la fecha decidida para acabar con todo ello y hacer como si nada hubiese pasado.
Sin embargo, aún no sucedía y ya se estaba llenando de una extraña nostalgia por alguien que tal vez ni llegara a conocer.
«Fue Josiah quien lo decidió, no tú», escuchó la voz de sus pensamientos, que eran más conscientes que ella misma y que solían instarla a tomar su propia determinación. Tragó con fuerza poniéndose de pie, agarrando la bandeja. Acababa de llevar un pedido de café y el olor le había revuelto tanto el estómago, amenazando con hacerla devolver lo poco que desayunó, que tuvo que venir al cuarto de descanso para tomarse un momento. En el fondo, reconoció que lo de alimentarse fatal era muy real, y no podía quedarse allí o la regañarían.
Habría deseado que aquella cita con el ginecólogo no fuera para mostrarle los pros de hacer una interrupción temprana de su embarazo, y que en su lugar recibiera una guía sobre cómo sobrellevar los comienzos de esta nueva etapa de su vida. Lo cierto era que seguía sin saber si estaba preparada para convertirse en madre, pero la verdad también era que empezaba a sentir un extraño apego por lo que le iba creciendo dentro, cada que Josiah le recordaba lo que tenían que hacer con él.
Odiaba admitirlo, pero estaba empezando a odiar un poco su falta de empatía. Era consciente de que esto significaba un gran problema, y no solo para él. También para ella, puesto que, independientemente de que siguiera o no adelante, el hecho de haber empezado a gestarlo dentro de su vientre ya le estaban cambiando la vida.
―¿Por qué no te tomas un descanso? ―le preguntó Lana, al entrar a la salita, acercándose a ella.
Era su compañera de trabajo en la cafetería y la persona que le insinuó que se hiciera una prueba, después de ver una y otra vez el horrible semblante de sus últimas semanas. Sin embargo, aún no se había animado a contarle el resultado de su prueba. Pensaba que, a puertas de la decisión, no tenía caso contar algo que a lo mejor no iba a trascender. Esto se lo decía, aunque seguía dudando de su determinación. La suya seguía siendo débil frente a la de Josiah, que no veía ninguna otra solución viable para los dos.
―Estoy bien, no te preocupes ―le dijo sacando fuerzas para alejarse de allí abrazando la bandeja.
No obstante, Lana la agarró del brazo, haciendo que se volviera a sentar.
―Toma tus quince minutos, los necesitas.
La resolución de su compañera de trabajo la hizo resoplar. También enojar, pero esta se cruzó de brazos colocándose en la salida de la pequeña salita de descanso del personal.
―Estoy bien ―repitió, observando que no tenía fuerzas para apartarla. Lana era una mujer alta, abundantes rizos negros, piel oscura y complexión fuerte.
―No lo estás, además, no me has contado si te hiciste la prueba.
―No era necesaria.
―Eso dijo mi madre y mírame aquí ―rechistó, haciendo que se riera a fuerza―. Salió positiva, ¿verdad? ―le preguntó confrontándola.
A Sophie se le hizo un nudo enorme en la garganta.
―Sí, pero no voy a tenerlo ―contestó bajando la cabeza.
―¿Te lo dijo tu novio secreto? ―se mofó, ocasionando que ella levantara el rostro, y la contemplara con asombro.
Había dado en el clavo, pero no esperaba que lo diese por hecho. Sin embargo, no le resultó raro que lo mencionara de esa forma, puesto que su relación con Josiah era algo que no divulgaba a nadie. No porque a ella le gustara esconderlo, sino por petición de él, hasta que se estableciera en el equipo y pudieran formalizar la relación. Eso era lo que siempre le decía, y la razón por la que en esa clínica le dijo que no cuando ella le hizo la proposición.
Suspiró hondo porque a pesar de que su deducción le sonaba muy cruel, era la verdad. Su novio no quería a ese bebé.
―Eso…
―¡Espera! ―exclamó cortándole lo que iba a decir, aunque no sabía cómo argumentar en contra la buena lógica de su compañera―. Ya vengo ―añadió, yéndose hasta el cuarto de cambio y trayéndole una manzana que hizo reír a Sophie.
―Gracias ―dijo recibiéndola, porque el gesto aprensivo en su cara le indicó que no aceptaría una negativa.
―¿Le vas a hacer caso a tu novio invisible?
―Es algo que hemos decidido los dos ―adujo en respuesta con un encogimiento de hombros.
―¿Estás segura?
Que la cuestionara empezó a enojarla, pero tomó aire y se serenó porque daba igual lo que Lana le dijera, ya que al final la decisión solo recaía en ellos, y por parte de Josiah, ya estaba tomada. Solo ella seguía sin conciliar con esa determinación.
―Yo haré lo mejor para los dos.
―Y yo espero que hagas lo mejor por ese bebé.
Sophie quería reñirla y decirle que se metiera en sus propios asuntos, pero no dijo nada, sintiendo que no tenía ningún sentido discutir con alguien ajeno a su situación.