Y llegaste tú

Una difícil decisión

Sophie

El día había llegado, al igual que un torrente irrefrenable de emociones convulsas y confusas acerca del paso que iba a dar. De algo estaba consciente: no estaba segura. Eso lo volvió a pensar al llevar la mano a su vientre, que parecía haber ido creciendo.

Se había puesto un vestido holgado porque sus vaqueros ya le ajustaban. También pidió el día en su trabajo, aunque por dentro consideró renunciar, porque después de la intervención a la que se iba a someter, tendría que solicitar mínimo una semana de descanso, tanto para su mente como para su cuerpo. Miró la pantalla rota de su teléfono y vislumbró los mensajes de Josiah, recordándole que no faltara. Era tan insistente con ello que de nuevo la estaba haciendo enojar, pues le comenzaba a dar la impresión de que tampoco ella le importaba, puesto que sería ella quien pasaría por semejante "tedioso" proceso. Esa era la palabra que había usado el doctor de un modo un tanto peyorativo para la ejecución del procedimiento.

Después de la visita de aquel hombre a su trabajo, Sophie había decidido no volver a pensar en ello; no obstante, algo en sus cínicas palabras no dejaron de hacer un profundo eco en su cabeza. Era como si en verdad él tuviera la salida para terminar de manera menos traumática con su dilema: convertirse en madre y perder lo que tenía con Josiah, o borrarlo y seguir construyendo ese futuro con el cual soñaba a su lado.

Tanto fue su impulso, que lo confirmó al buscar información de él en un cibercafé, dado que su teléfono estropeado le servía de milagro. Así pasó una hora descubriendo el mundo en el que se desenvolvía el renombrado Colton Donovan, cuya apreciación inicial no había sido para nada errada. Era un hombre de negocios en toda regla, muy exitoso y poderoso en el área de bienes raíces, al que incluso se le atribuían dotes de filantropía, además de ser un soltero codiciado. Esto lo leyó en las notas de medios formales y de renombre, porque en las páginas de chismes amarillistas se rumoreaba que estaba saliendo en secreto con una mujer desconocida y que hasta la había dejado embarazada.

Sophie casi rio con esas noticias al recordar lo que él le había mencionado sobre que su problema sería la solución del suyo. Lo que la hizo meditar en que era alguien de temer, por lo que después de ello envolvió la tarjeta en el billete y la metió en el fondo de su bolso. Encontrarse con todo ello le hizo pensar que Colton Donovan bien podría clasificarse con honores en la lista de millonarios cínicos que hacen todo por mantener su poder; sin embargo, admitió que esa era su naturaleza y en la cual ella no tenía que ver, porque no lo señalaba como un hombre malvado que hacía promesas vacías, sino como uno pragmático y muy calculador.

Esto le hizo arrugar la frente al recordar la insensibilidad de Josiah, que en algunas ocasiones la hacían querer no estar cerca de él. Aparte, ya no se quedaba en su habitación, sino que había decidido quedarse en el sofá hasta que ella "entrara en razón" o todo ya se hubiera "solucionado". Esa era la palabra que odiaba y que lo escalaban al nivel del doctor, quien parecía un santo que ayudaba, pero también que resolvía, y todo de manera costosa.

Pese a sus revoltosos pensamientos, tenía que seguir con su cometido porque el "problema" también los afectaba a los dos. Así que, armándose de valor, puso su mente en blanco, borrando toda clase de pensamientos que la condujeran a Colton y a "su valiosa propuesta", y se apresuró a tomar el autobús. Con esa nueva resolución en su cabeza, decidió no ver ninguno de esos repetitivos mensajes y simplemente los acató por inercia porque ya conocía su contenido.

No obstante, después de bajarse del autobús que la dejaba a una cuadra del sitio, y empezar a caminar, los pasos empezaron a hacérsele pesados y hasta sintió que le faltaba el aire. Aun así, siguió esforzándose y caminando, pero cuando estuvo cerca del lugar, las dudas comenzaron a marearla. Su estómago dio un vuelco que hizo necesario que se detuviera y buscara dónde sentarse para tomar un poco de aire y serenarse.

«No, no, no quiero hacerlo», se dijo, empezando a llenarse de horror al recordar que, debido a las semanas que tenía, el método sería una tediosa intervención.

Pensando en ese horror, sacó su teléfono para mirar la hora, y lo que extrajo de su bolso fue aquella tarjeta negra envuelta en el billete de cien. Los dejó de nuevo allí y solo miró que faltaba poco para las diez, el tiempo en que debía llegar al consultorio para anunciarse e iniciar la preparación. «No», se repitió de nuevo, pensando que no quería entrar allí.

Pero justo cuando lo estaba meditando con mucha zozobra en su cara, apareció Josiah, agitado y con una palpable expresión de enojo en su mirada.

―¿Qué haces ahí sentada, Sophie? ―la inquirió―. Ya me estaba preguntando por qué te demorabas tanto en llegar. Estoy esperando que llegaras desde las nueve y media de la mañana, como quedamos ―añadió recriminándola, acercándose a grandes zancadas y tomándola del brazo para que se levantara del muro en el que se había sentado a reposar.

Sophie se retrajo impidiendo que lograra su cometido, haciéndolo resoplar.

―Si tenías tiempo para llegar temprano, debiste ir a recogerme, ¿no crees? ―comentó, causando que él alzara sus cejas y ensanchara la mirada, mientras ella seguía tratando de calmar su respiración para atenuar el mareo.

―No lo tenía, solo he conseguido convencer al entrenador que me dejara un tiempo libre para asegurarme que hiciste lo correcto ―arguyó él como defendiéndose, algo que la indignó.




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