―¿Y bien? ―preguntó, manteniendo su arrogancia a raya.
―Josiah dijo que se quedaría en casa de un amigo ―dijo ella, aunque por la duda en su tono, Colton intuyó que deseaba creer en eso más que en otra cosa.
―¿Con la señorita que lo acompaña? Supongo que debe estar asesorándolo en persona sobre el problema en cuestión ―la cuestionó con sarcasmo, lo que provocó que ella lo mirara con furia.
―¡Él no me engaña! Si es lo que quiere probar, aunque no le encuentro sentido a que se meta en todo esto ―chilló mirando cómo su novio salía del edificio contento con la respuesta que le dieron, con la mujer sonriente y moviendo su colita detrás de él. Subieron al auto y esta vez ingresó sin problemas.
―El señor Josiah Carson está viviendo en el piso siete del Skyline, desde hace aproximadamente dos semanas; sin embargo, lo había empezado a adquirir desde hace seis meses.
―¡Miente! ―le gritó apretando los dientes.
Pero para él, aquello sonó como la campanada para empezar a derrumbar hasta hacer polvo la imagen de un molesto contrincante de negocios.
―Está en sus redes, no es algo que he inventado ―repuso encogiéndose de hombros.
―Sigue mintiendo, si fuese así ya lo sabría; sigo sus redes ―ella se quejó.
―Yo también ―dijo él con diversión, mostrándole las imágenes que, seguramente, él había ocultado para que ella no se enterara de nada de lo que hacía a sus espaldas.
Con una cruda satisfacción, le comprobó todo aquello que ella ignoraba.
―¡Q-quiero bajar! ―exclamó con la voz temblorosa, agarrando con fuerza la manija para abrir la puerta.
Él le hizo señas a su conductor para que quitara el seguro. Una vez lo hizo, ella bajó corriendo, casi a trompicones, hasta la entrada del edificio.
―No es necesario que entres el auto, ya puedes marcharte por esta noche ―le dijo al conductor y fue tras Sophie, quien a pesar de su decadente estado parecía haber sacado fuerzas de donde no las tenía.
Como todo estaba fraguado, la dejaron entrar apenas vieron que la seguía. La chica fue directo a recepción y averiguó si en serio le estaba mintiendo. El hombre lo corroboró todo mientras lo miraba algo nervioso por si decía algo mal, siendo que todo era información fidedigna y nada que él hubiese mandado a inventar.
―Voy a comprobarlo ―exclamó ella dirigiéndose a las escaleras.
―Aquí hay un ascensor ―le dijo, señalándole el suyo privado, en el que subirían más rápido para terminar, del mismo modo, con todo.
Ella lo miró arrugando su cara, pero fue hasta allí y una vez llegó el ascensor, subieron hasta el piso siete. Una vez llegaron, se dirigió al número 701 y golpeó la puerta, mientras él se quedó observando a distancia disfrutando del espectáculo. Insistió tanto la chica que terminaron abriéndole la puerta, y nada menos que la mujer, quien al verla se quedó sorprendida.
―Cariño, es tu prima quien estaba tocando la puerta, ¿pero por qué no nos avisaron?
Mientras la chica hablaba, Sophie permaneció muda y petrificada, y el tipo al otro lado también, cuando la vio en la puerta.
―¿Tu prima, Josiah?
Colton vio cómo ella lo inquirió, sintiendo el dolor y la decepción en su voz.
―¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar cuidándote?
Las preguntas nerviosas de Josiah, solo le recordaron que ese hombre era un inútil y estúpido.
―Mi amor, ¿no es tu prima? ―indagó la rubia.
―No, era alguien con quien salía, pero ya acabó.
―¿Y me lo dices ahora? ¿Te pregunté si salías con alguien? ―lo interrogó la mujer, mientras Colton veía cómo Sophie parecía una molesta estatua decorativa en el umbral de la puerta.
―No es nadie, ¿vale? Dije que se acabó ―habló Josiah acercándose a Sophie.
―Espero que sea cierto, porque estoy de no creer que hayas salido con alguien como ella.
―Sí, sí, además ese hijo no es mío ―siguió diciendo Josiah, sorprendiéndolo porque no había nadie más cínico que él, por lo menos no uno tan inteligente―. Vete de aquí, desentonas con este lugar ―añadió, espantándolo al descubrir que el imbécil no tenía cerebro, porque fue solo para cerrarle la puerta en la cara.
Sus miradas se encontraron antes de sellar su estupidez, perdiendo a Sophia James, porque se iba asegurar que fuera para siempre. Él la sostuvo con una sonrisa apretada que se le reflejaba en los ojos, fingiendo que esperaba el ascensor. Sin embargo, una vez se cerró la puerta del todo, corrió rápido hasta ella, para agarrarla antes de que se desplomara en el piso y se hiciera más daño.