Y llegaste tú

Un trato inevitable

―¿Dónde estoy? ―fue lo primero que Sophie se preguntó al despertarse de forma brusca y encontrarse con un panorama inesperado.

Todo era totalmente nuevo y muy diferente a su precaria vida. Estaba en una habitación tres veces más grande que su sencillo piso, con un mobiliario lujoso, e incluso la cama donde se encontraba era el triple de cómoda que su viejo catre. Aquel catre lo había comprado en una tienda de segunda porque no podían costear una cama nueva y moderna en la que pudieran dormir.

Eso le había dicho Josiah.

La mano le dolió e, inmediatamente, se percató de que estaba canalizada y el tubo estaba conectado a una bolsa que asumió era suero. La puerta se abrió, evitando que un dolor más agudo removiera la herida que tenía en el corazón.

No quería recordarlo. Prefirió permanecer un poco más en la penumbra, y lo logró al ver a la persona mayor que entraba en la habitación acompañado de una enfermera.

―Parece que la paciente pudo dormir bastante bien ―mencionó el hombre, haciéndole una seña a la enfermera para que revisara algo en la bolsa de suero colgada.

―¿Qué significa todo esto? ―preguntó Sophie, un poco confundida―. ¿Estoy en un hospital? ―El miedo la asaltó. No podía pagar ni el arreglo de la pantalla de su teléfono, menos hacerse cargo de la factura de un centro médico.

―Quédate donde estás, aún debes seguir reposando.

Las palabras vinieron del hombre joven que entró en la habitación. Lo reconoció de inmediato: Colton Donovan.

―¿Quiere decirme qué significa todo esto? ―lo increpó.

―Te dije que habíamos venido para que recibieras atención ―se limitó a decirle. Ella, en el fondo, lo agradeció, porque era obvio que él estaba omitiendo la vil traición de su novio, Josiah. Casi quiso llorar de nuevo al recordar lo que le dijo, pero se contuvo y trató de bajarse de la cama mientras la mujer llenaba una planilla.

―No te muevas y quédate allí ―le dijo el hombre mayor, mirándola con una sonrisa que la hizo resoplar. Quería pensar que se parecía al doctor Gerard Foster, pero este tenía muchas más canas.

―¿Por qué? Yo solo quiero irme. Además, ¿quién es usted?

―No vas a ir a ningún lado y vas a quedarte allí ―le ordenó Colton, ofuscándola.

―¿Por qué crees que voy a hacer eso?

―Porque lo necesitas ―le replicó él, haciéndola enfurruñar y arrugar la mirada―. Y el bebé que llevas en tu vientre, también ―la reconvino bastante astuto.

Ella no sabía si era para que no lo olvidara o porque a él le interesaba que siguiera teniendo presente su descabellada propuesta, de asumir una paternidad que no era suya. Eso también lo recordó. Sin embargo, después de cómo terminó todo, no estaba segura de si quería seguir cargando con el hijo de Josiah. Apretó sus puños.

―Sé lo que estás pensando ―continuó Colton, y ella alzó su mirada hacia él.

―No me diga. Solo me pregunto si hizo todo esto para hacerme más miserable de lo que soy.

―Para nada ―se jactó el hombre, haciéndola resoplar.

El doctor se aclaró la garganta llamando la atención de ambos, quienes lo miraron.

―Supongo que hay mucho trasfondo entre ustedes detrás de esto, sin embargo, lo prioritario es que conozcas el estado de tu embarazo ―le dijo el viejo, afirmando sus lentes.

―¿Y cómo puede saberlo? ―preguntó Sophie, un poco alarmada.

Hasta entonces, todo había girado en torno a la interrupción para acabar con el problema de raíz. Aunque esto era el deseo de Josiah.

―Porque ya tenemos el resultado de las muestras que te tomamos, y a propósito, soy Jack Wagner, el ginecólogo que logró que este mosco muerto llegara al mundo y quien se asegurará de que su descendencia también lo haga ―prosiguió el hombre, confundiéndola.

―¿De qué habla?

―De exámenes de sangre, Sophie, eran necesarios.

Quien le respondió fue Colton y ella lo fulminó con la mirada.

―¡Sin mi permiso!

―Después pueden discutir sobre eso, ahora hablemos de los resultados. Además, Colton ha dicho que se hará cargo de todo por su metida de patas, así que no te preocupes, te va a responder como un verdadero hombre ―continuó el viejo, dejando a Sophie en un limbo.

Miró a Colton muy interrogante.

―¿Vas a responder? ―le preguntó, porque era claro que él había inventado alguna mentira al hombre mayor para que la revisara, sin embargo, no dimensionaba el tamaño de lo que le había dicho.

―Así es, asumiré mi paternidad como se debe y espero que eso no te moleste y te alegre mucho, Sophie ―emitió Colton, mirándola fijamente a los ojos y con un cinismo que la dejaron anonadada, lo que indicaba que aquella loca propuesta que le hizo iba muy en serio.

En el fondo se preguntó si ella estaba dispuesta a aceptar semejante locura, porque intuyó que la mentira iba de que le había dicho al médico que el hijo era suyo. Eso la hizo resoplar.

―¿Y bien? ―el doctor llamó su atención―. ¿Quieres saber en qué estado te encuentras tú y el bebé y qué haremos a continuación? ―preguntó el hombre.




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