Y Si, No quiero ser tuya

CAPITULO 9

 

 * * * * * * * * * * * CAPITULO 9 * * * * * *  * * 

 

MARCE 

Ese tal Nicolas tenia razón, en cuanto bajamos del auto, Alessandro me recostó en la cama de su habitación; estaba con fiebre a mil y todo esto era culpa de él. Pero al parecer no era la única que estaba mal.

-Marce, te estas robando la cobija – Dijo molesto jalando más para él.

-Yo estoy siendo equitativa- Me defendí

-Espero que los trabajadores se apresuren arreglando la habitación para no tener que soportarte. –

-¿Tú soportarme? ; yo soy la que esta aguantando tu mal genio; ¡Niño engreído¡. –

-¿Cómo me llamaste?- Se queja irguiéndose de la cama, hasta quedar recostado en el respaldar

-Niño engreído; eso es lo que eres, desde muy pequeño seguro todo te lo han dado y nada has podido conseguir por tu cuenta – Creo que debería parar, pero la fiebre afecta mis sonidos

-Marce cállate- Exclama ya molesto, sin ningún tono de gracia.

-¿Por qué eres así?- Lo señalo con mi mirada de completo – Cuando alguien trata de hablar contigo o indagar sobre ti ese tono de diversión en tus ojos desaparece en seguida; que no quieres que sepan las personas, acaso sigues sufriendo por algo…-

-Marce- Ambas manos las recuesta al costado de mi cabeza, teniendo su mirada fijamente pegada a la mía. – No te entrometas

Dicho eso se levanto de la cama, acomodo sus pies en sus zapatos recoge algunas cosas de sus roperos, me quedo sin decir nada más ya que no quiero meter más la pata. Sin despedirse sale del cuarto. Ese hombre realmente quería morir de una “influencia”. (Malestar general y gripe). Me pase las demás horas haciéndole entender a mi cerebro que no seria mi culpa nada de lo que le sucediera, ya que mi conciencia estaba convencida de que era porque había abierto mi bocotá en el momento menos indicado.

Espere horas hasta que alguien tocara la puerta.

-Señorita Hernández, la habitación esta lista- Dijo una chica que la parecer trabajaba en este lugar

-Mi apellido no es Hernández- Refute

-Le pido disculpas creí que, es que Alessandro nunca trae a chicas a quedarse en casa, y cpues pensé que eran novi…- Hablo nerviosa

-No hay problema- Interrumpí la voz de aquella mujer. Tenía unos diecinueve años , no estaba muy arreglada, su porque era sencillo-

-Soy Darlin, hija de la señora que era trabajadora aquí; ahora como mi madre enfermó y yo estudio, hay días en los que no vengo y ha veces las cosas cambian por aquí.

-Mucho gusto, todos en esta casa creen que soy una espía y que va robarles la compañía y otras cosas más; pero en realidad soy una estudiante becada-

-Ya que estarás aquí por un tiempo te haré conocer a los miembros conformantes de la familia; El señor Hernándes, es un hombre de lo mas amable y bondadoso; luego le sigue Camilo es el hijo mas pequeño de veinte años, luego le sigue Juliet es una joven adoptada, ella estudia en Alemania, Alessandro es el más mayor siempre ha sido el ejemplo de todos; de la mama de ellos no se habla.

-¿Por qué no?-

-La señora los abandonó cuando apenas eran pequeños, y cuando el señor Alessandro la perdonó ocho años después, para que sus hijos puedan vivir también con ella; lo engaño. Ahora solo viene ha visitar ya que están separados

-Bien, esta es la habitación- Dijo Darlin 

Darlin me dejo a solas, ingrese al cuarto, ahí estaban las cajas de mi departamento había muebles listos para colocar. Empecé acomodar todo el lugar.

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ALESSANDRO

Me desperté asustada, toda la habitación estaba alumbrada por los rayos del sol, eso significaba que eran más de las ocho. Trate de prender mi teléfono, pero me acorde que había dejado activado mis datos para escuchar música anoche y ahora ya no tenía ningún porcentaje de batería. Mi corazón latía muy rápido por la prisa que tenía. Abrí la puerta de la habitación di la vuelta al jardín, en la cochera ya no se encontraba el auto de Sandro.

Salgo corriendo hacia la carretera central y pido un taxi. Entro a la compañía buscando con mi mirada a alguien que conozca para preguntar que esta pasando o si han visto al CEO, o al secretario.

Camino hacia la cafetería, pero no hay tampoco, así que me dispongo a volver. Ingreso por el pasadizo cerca de la oficina, aún no he llegado cerca de la recepción cuando un señor entra con paso decidido aparece detrás de mí y extiende su mano.

—¿Así que eres la afortunada? —pregunta, impaciente—.¿Cómo está la nueva señora Hernández?

Me quedo quieta, mirándolo y sin saber muy bien qué decir. Debe tener más de cincuenta años. Tiene el pelo oscuro y corto, y unos

bonitos ojos azules que, al reparar en mi presencia, me barren de arriba abajo llenos de una divertida curiosidad. No es la primera vez que me miran esta mañana; en realidad lo han hecho todos cuando ingrese, sé que como ando vestida es un crimen a la moda, pero ni tiempo tuve esta mañana.

En ese preciso instante,  sale del dormitorio, remangándose hasta el antebrazo la misma camisa de cuadros que antes llevaba sobre un hombro ayer cuando se fue rápido de la habitación. Su armónico cuerpo se tensa en el momento en el que alza la cabeza. Mira al tipo en  cuestión, un solo segundo, y después a mí. Termina de arreglarse los pantalones y juntar todos sus botones para acercarse.

—Papá que haces aquí, creí que no tenías tiempo—

Trago saliva, y me doy el permiso de analizar al señor que tengo al lado.

—Nicolas, me dijo que habías encontrado a una chica y realmente estaba muy feliz, se que la unión con tu madre no fue un gran ejemplo, pero no por ello debes generalizar…—

—Creo que he metido la pata hasta el fondo.- Escuche los murmullos de Nicolas y Johan que se encontraban en el escritorio de recepción.

—Padre, lo lamento, pero aquello que te han…—




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