Las industrias manufactureras Morán son bastantes reconocidas por su alta calidad de trabajo en lo que a ensamblar aparatos tecnológicos, electrónicos y, más recientemente, vehículos se refiere.
Mi papá y yo estamos al frente de nuestra empresa, según él todavía me capacita para hacerme cargo yo sola del negocio, pero yo estoy lista hace mucho tiempo, es más bien su negativa a retirarse lo que lo hace seguir al frente de industrias Morán.
Sin embargo por el inepto de nuestro socio Zukember tengo que ir a congelarme el culo a Estados Unidos más específicamente a Grand Forks, Dakota del Norte para tratar de solucionar el problema con la ensambladora norteamericana...
— ¡Y tan rico que estaba el clima en mi Argentina! —Despotrico con el teléfono pegado a mi oreja.
—Mi amor, sólo serán unas semanas si sale bien todo. Anda pone buena cara Martina y no despidas a nadie.
— ¡Ay papá! ¿Sabes que estamos a catorce grados bajo cero? Se me va a congelar hasta el...
—Más respeto querida —me reprende, sin embargo, podría jurar que está sonriendo—. El señor Zukember está trabajando con la desarrolladora automotriz así que te va a recibir el lunes de la otra semana.
—Pero que gilipollas ha salido el tipo, me ha dejado plantada. ¿Por qué no puede verme mañana?
—Martina tú lo dejaste plantado a él.
—No es mi culpa que el vuelo se haya retrasado por la tormenta... ¡Papá me estoy muriendo del puto frío! —Chillo y ya no se contiene, una ronca carcajada brota de lo profundo de su garganta cobreándome un poco más.
—Aguanta —dice entre risas—. No puede verte mañana porqué es domingo, así que tienes que estar lista para destrozarlo el lunes. Al aeropuerto irá a recogerte Paolo Londra, será tu chofer y tu guardaespaldas. No confió en Zukember así que por favor Martina no te separes de Londra.
—Pues mira que el tal Londra tampoco es de fiar, llevo más de media hora esperando al sangre de pato en el aeropuerto y no aparece.
— ¿Qué esperabas? Afuera ha caído una para cagarse parado. Han de estar enterradas las calles; no me jodas hija estate ahí tranquila que ya va a llegar.
—A la próxima mejor vienes tú —entonces le cuelgo molesta.
El desgraciado de Londra no aparece hasta una hora más tarde—: You are irresponsible.
—No preciosa, no soy ningún irresponsable —el que me responda en castellano me llama la atención pero de igual forma agradezco que hable mi lengua materna—. Permítame le explico.
—A ver chico lindo —le doy el beneficio de la duda al mismo tiempo que repasó con suma atención sus ojos verdes y piel rosa intenso. No me pasa desapercibido la nieve que lo cubre ni el esfuerzo que su cuerpo hace por no temblar.
—Mire primero me quedé sin gasolina, luego quedé varado en una tormenta de nieve y para rematar los quitanieves se tardaron la vida en llegar. Al final uno me hizo el favor de acercarme al aeropuerto y he venido caminando unas dos calles.
—Bueno —aseguró, dispuesta a olvidar el agravio—. Pero si ya no tenemos coche, ¿en que pretendes que nos vayamos al hotel?
—Sugeriría un taxi, señorita.
—Busquemos uno —me le quedo viendo y esa sonrisa torcida en su rostro me hace un nudo en el vientre por lo que decido agregar—, chico lindo.
Sus labios mullidos, la fina capa de vello que cubre su angulosa mandíbula y nariz recta me roban un suspiro, el hombre frente a mí me regala una mirada curiosa. Tiene el cabello largo como a la mitad de la nuca, apenas y logro ver algunas mechas rubias por culpa del grueso gorro que apresa su cabeza.
No tardamos nada en conseguir un coche y tardamos una eternidad en llegar al hotel. De verdad que estuvo fuerte la tormenta de ayer; Paolo me habla durante todo el camino acerca del clima de Dakota entre otros detalles del estado, yo lo observo embobada prestándole más atención a sus facciones físicas que a lo que me dice.
Luego de que llegamos al hotel, me entero que se va a quedar en la misma habitación pero en diferente cuarto, y a decir verdad no sé si eso me facilita las cosas o me pone de nervios. Continuamos hablando, con un evidente coqueteo, largo rato hasta que los dos nos damos cuenta, entre palabras de doble sentido, que es hora de dormir y en ese tira y a floja de irnos o quedarnos otro rato hablando es que mi teléfono suena.
Por lo que salgo corriendo desde la salita de la habitación a mi cuarto donde escucho que suena el aparato—: ¡Aló!
— ¿Cómo estás? ¿Ya estás lista?
— ¿Lista?
—Naomi, no me digas que se te ha hecho tarde.
—Creo que te has equivocado de teléfono, papá.
— ¿Martina? —Chilla escandalizado—. ¡Jesús, María y José! Discúlpame hija —y sin darme explicación cuelga.
No puedo evitar reírme, quién diría que mi padre con todos sus años todavía buscará el calor de una mujer—: Creo que mi padre está con mi asistente personal —digo casi en un grito para que Londra me escuche en la sala.
No obstante cuando me doy la vuelta mi cara se estampa contra lo que parece ser un pecho duro que me desequilibra un par de pasos y me obliga a aferrarme de su camisa para no caer de culo en la cama.
—No fue mi intención asustarte —dice inclinado a mi altura. Mis manos curiosas por lo que sienten bajo ellas, comienzan a inspeccionar el terreno.
Lo toco con descaro y él parece encantado al punto de quitarse la camisa para darme una plena vista de sus bien formados pectorales, torneados brazos y ese abdomen que parece sacado de una caricatura sexualisada de lo perfecto que se ve.
Toma mi cara obligándome a verlo a los ojos, sé que quiere besarme y mis labios lo tientan moviéndose cerca de los suyos.
Me toma las manos y deposita un tierno beso sobre ellas, entonces me pega a sus labios, sé que vine a trabajar, no a divertirme pero quiero esto, deseo hacerlo desde que lo vi en el aeropuerto. No sé qué es lo que me pasa, más o me importa.
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Editado: 01.05.2022