ue en uno de esos constantes episodios, mezcla de ausencia y tristeza, cuando estuvo a punto de aventurarse a cruzar la calle con el semáforo en verde para los autos. Si no hubiera sido por un pequeño pero firme agarrón en su brazo, quien estaría seis metros bajo tierra sería él y no el recuerdo de Emiliana como debió ser desde un principio. Porque gracias a esa pequeña mano que lo detuvo justo a tiempo, logró enterrar a Emiliana de una vez por todas.
- ¡Santa Cachucha! Si no te agarro yo, seguro San Pedro ya te tendría agarradito del brazo de camino allá arribita. – Con el dedo índice, la menuda mujer le indicó a Angus la infinidad del cielo y lanzó una sonora carcajada que terminó con un ruidito tipo cerdito que no hizo más que provocarle a Angus un cosquilleo en el estómago y una carcajada de vuelta.
- Pero qué risa más contagiosa tienes. – Le dijo a la chica que sonreía con un par de hoyuelos en cada una de sus mejillas y unos enormes ojos marrones con vetas doradas que lo miraban fijamente mientras iba soltando de a poco la mano de sobre su brazo.
- Sí, ¿verdad? Antes me ponía roja como tomate cada vez que reía…… por la vergüenza, pero ya qué……. tuve que acostumbrarme a que mi risa causara la risa de otros. Y aunque antes eso me mortificaba, ahora solo me provoca más risa. Es un círculo vicioso ¿sabes? Una vez que empieza……no acaba, mi amigo. Por cierto, soy Filipa, pero me dicen Peppa. En realidad, me decían Pipa, por Filipa, pero como me rio como cerdita, me pusieron Peppa, como Peppa cerdita. Al principio no puedo negar que me ofendí, pero ya lo tengo asumido así que hoy por hoy, hasta yo misma pido que me digan así. – Se acercó al oído de Angus para susurrar. – De hecho, lo prefiero a Filipa. Es horrendo.
Angus no podía dejar de mirar a esa pequeña mujer de ojos grandes, que tenía un nombre espantoso, un apodo insultante y que hablaba hasta por los codos. Estaba como en un trance mientras la escuchaba hablar de todo ese lío con el nombre, mientras aún estaban parados en la esquina en donde casi pierde la vida.
Estaba por descubrir que no solo no la había perdido, sino que además había ganado algo mucho más valioso.
- Yo soy Angus. Mucho gusto. Y gracias. Te debo mi vida.
***
A partir de ese momento, vino la aceptación. Entender que el pasado no podía cambiarse y que quizás todo había sido para mejor fue la iluminación que le llegó a Angus al encontrar a Filipa. Emiliana quedó relegada al olvido, simplemente como un mal recuerdo que no valía la pena ni recordar. Desde que conoció a Filipa, su vida dio un vuelco. Con ella todo era tan distinto, tan puro, tan sencillo, tan inocente, tan……. ¿divertido?
Filipa tenía una capacidad única de reírse de sí misma. Se negaba a echarse a morir por nada. Ella era la alegría personificada, todo lo que a Angus le hacía falta para volver a sonreír. Para volver a vivir.
Aquel casual y providencial encuentro fue tan solo el inicio de una hermosa amistad que de a poco fue creciendo hasta convertirse en un precioso romance. Angus se alegraba de no haber cerrado las puertas de su corazón por aquella mala experiencia y a menudo recordaba las palabras de su amigo Miguel, agradeciendo su sabiduría y su voto de confianza cuando ni él mismo la sentía sobre sí.
Gracias al apoyo de Filipa y a su incentivo, puso manos a la obra e hizo todo lo posible por reencontrarse con Miguel y disculparse por su deplorable comportamiento.
Había pasado más de un año de aquel terrible episodio en su vida y no sabía si Miguel ya estaba dispuesto a perdonarlo o no.
- No lo sabrás a menos que se lo pidas, chanchito. – Así era como Filipa le llamaba de cariño. Si ella era su “cerdita”, él tendría que ser su “chanchito”. – Y estoy segura que no tendrá reparos en olvidar todo aquel mal rato que pasaron juntos. Y si no te quiere perdonar, pues lo secuestramos, lo amarramos, y lo amenazamos con cortarle cada uno de sus veinte dedos hasta que acepte perdonarte. Si no estás de acuerdo con el plan, me lo dejas todo a mí. Yo me encargo. No será más difícil que trozar un pollo ¿cierto? –Le dijo riéndose como solo ella podía hacerlo, con la capacidad de quitar cualquier peso con el que su corazón estuviera siendo aplastado. Porque ella era así, ocurrente y divertida, aunque en otras ocasiones un poco macabra, algo que él adoraba de igual manera.
El reencuentro fue todo lo que Filipa le dijo que sería y más. Aquella amistad que había sido puesta en pausa, arrancó de nuevo como si nunca se hubiese detenido. Ella había sido parte importante de aquel nuevo comienzo y eso Angus lo atesoraba en su corazón. Gracias a ella no solo había recobrado su maltrecho corazón, sino que también a su amado amigo.
La amaba, claro que sí. Era la luz de sus días y ella lo amaba a él con todo su corazón y se lo demostraba de mil maneras.
¡Qué distinta era de Emiliana! Y aunque sabía que las comparaciones siempre son odiosas, en el caso de Filipa, ella salía vencedora en todo. Con ella siempre sabía a qué atenerse. Estaba seguro de sus sentimientos. No sufría. Ella era la mujer de su vida, su media naranja, aquella que estaba destinada para él.
Si algo tenía que agradecerle a Emiliana era el hecho de desaparecer de su vida, porque gracias a ese desagradable episodio, hoy vivía con optimismo, con alegría, con pasión y profundamente enamorado de su Filipa.