Ya tengo con quien ganar (#1 Mexicanas)

CAPÍTULO 4

- ¡¡Chanchito!! Te acaba de llegar un mensaje. ¿Te llevo el teléfono para que lo leas? – Angus había dejado su celular en la mesa de la sala de estar mientras le preparaba a Filipa una deliciosa torta de jamón, su especialidad.

- ¿Puedes leérmelo, por favor? – Para Angus no existían secretos con Filipa. De hecho, no tenia reparos en que ella leyera sus mensajes o escuchara sus conversaciones porque no tenía nada que esconder. Filipa era de la misma idea, aunque nunca eran presuntuosos. Siempre se consultaban antes de leer un mensaje del otro o escuchar alguna conversación ajena.

- Es de Emiliana. – Le escuchó decir. Y nada más.

El corazón de Angus se aceleró no porque aún sintiera algo por Emiliana, de hecho, estaba muy seguro de sus sentimientos para con Filipa. Más bien tenía miedo de la reacción de ella. ¿Se sentiría celosa? ¿Insegura de su amor, tal vez? ¿Qué era lo que buscaba Emiliana después de tanto tiempo? No quería que nada fisurara el creciente amor que Filipa y él se tenían.

- ¿Y qué es lo que quiere? – Preguntó, dejando que fuera ella misma la que le comunicara el mensaje, de modo que no sintiera que le ocultaba algo o que no la hacía partícipe de algún aspecto de su vida, en especial de aquel que había sido muy doloroso y que ella había curado con tanto amor.

- Dice que quiere verte, que tiene algo importante que decirte y que si se pueden encontrar mañana a las 16 hrs. donde siempre. Creo que deberías responderle.

- ¿Para qué? Yo no tengo nada que hablar con ella. No después de cómo terminaron las cosas entre ambos. – Le dijo Angus con un dejo de rabia en el tono de su voz.

Filipa lo miró con ternura.

- Angus. – Cuando lo llamaba por su nombre sabía que se trataba de algo serio. – Mi amor. Yo sé cómo terminaron las cosas, pues tú mismo me lo confiaste, pero también recuerdo que sufriste mucho por no haberle dado un cierre como tú lo merecías. Tenías dudas que socavaron tu amor propio y te hicieron creer que habías hecho algo mal, que tu habías sido el culpable de aquella separación. Creo que es necesario que averigües qué fue lo que pasó en realidad, solo de esa forma lograrás darle una conclusión definitiva a esa etapa de tu vida.

- ¿En serio crees que es buena idea?

- ¿Confías en mi amor por ti? – Angus asintió. – Y yo confío en tu amor por mí como confío en que esto es lo mejor para sanar completamente a tu corazón. Además, para qué estamos con cosas. Eso me beneficia, después de todo, mientras más sano esté tu corazoncito, más amor me podrás dar, ¿o me equivoco? – Le dijo con picardía mientras le guiñaba un ojo y subía y bajaba las cejas.

- En absoluto. Aunque no sé si sacaré algo en limpio puesto que no sé lo que ella realmente quiere. Lo que sí te digo, es que si me busca me va a encontrar. No podrá jugar conmigo otra vez. Ya no soy el mismo estúpido que antes. Además, si viene con propósitos turbios, ahí estarás tú para protegerme como mi doncella de brillante armadura, porque vas a rescatarme ¿cierto?

- Pero no faltaba más, mi chanchito. Pobre de ella que se atreva a ponerte un dedo encima, porque si lo hace, te juro que me asesoro con “El Chapo” y la hago desaparecer de la faz de la tierra y la mando derechito para el patio de los callados. A mi chanchito nadie me lo hace tocino.

- Y ahí está mi cerdita macabra. ¿Cómo no te voy a amar?

Y lo decía en serio. Angus la amaba con locura. Solo ella era capaz de sacarle una carcajada en medio de una situación tensa. Ella era todo lo que una vez soñó. Era su mujer en el corazón y pronto lo sería ante los ojos del mundo también. Llevaba tiempo soñándolo y no hallaba la hora de volverlo una realidad.

***

La cita fue puntual. Angus y Emiliana se reencontraron en el café de siempre y en la mesa que siempre fue testigo del amor que él le había profesado en un tiempo que para él resultaba ya muy lejano. Filipa estaba presente también, solo que en una mesa cercana, sin delatar su posición ni tampoco su relación con Angus…..aún. Ni lo haría si no era necesario. Eso solo lo estimaría conveniente Angus. Ella estaba allí para apoyarlo y demostrarle lo mucho que lo amaba y confiaba en él. No estaba en aquel café por falta de confianza en Angus, él había sido el que había solicitado su presencia y ella estaba dichosa de darle en el gusto en todo.

- Me alegro tanto de verte, Angus. No sabes la falta que me has hecho todo este tiempo. Estás…… muy guapo ¿sabes? – Emiliana osó acariciar su brazo con “ternura” pero él lo retiró con rudeza. Le daba asco su contacto.

Angus estaba verde de rabia. La actitud de Emiliana era tan melosa que sabía que algo tramaba. Si tan solo ella hubiese sido de esa forma cuando estaban juntos él habría sido el hombre más feliz del mundo, claro que el más idiota a la vez, porque era evidente que no había ningún sentimiento romántico que motivara dicho comportamiento, aunque en ese entonces, estaba seguro que no lo hubiese notado.

- ¿Qué es lo que quieres, Emiliana? – Le contestó serenamente, pero sin una pizca de emoción.

- ¿Ya no me llamas Milly? – Ronroneaba con un tono de voz más bajo. No cabía duda que trataba de seducirlo.

- Creo que perdiste ese derecho el día que decidiste abandonarme sin ninguna explicación.

- Angus, por favor, tuve que hacerlo. – Se secó una lágrima inexistente. – No tenía opción.



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En el texto hay: humor, amor, dolor

Editado: 12.06.2021

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