Yo Elijo

Capítulo 4

El siguiente sábado, era el cumpleaños de Carlos y los trillizos, liderados por las niñas y un algo renuente Carlitos, organizaron una comida que ellos mismos prepararon bajo la supervisión de Mariana y su hija.

También habían invitado a Pedro, Carolina y sus hijos. Y por supuesto, al primo Ricardo, quien aún seguía de visita.

Para sorpresa de la familia, Raúl, Marta y Luna también llegaron.

— ¿Tú los invitaste? — Le preguntó Carlos a su esposa en voz baja, llevándola aparte.

— No, para nada. ¡Qué pena! — Dijo ella sonrojada. — Sólo le comenté a Marta que los niños estaban organizando una comida familiar para celebrarte, pero nunca le dije que vinieran.

Él sólo asintió y, pasando un brazo sobre sus hombros, regresaron con los invitados.

Las miradas de él y de Raúl se cruzaron por un instante, este último bajó la cabeza, avergonzado y negó sutilmente con la cabeza. Carlos sólo asintió.

Marta conversaba con Carolina y Graciela se les acercó. Los jóvenes convivían alegremente, Luna permanecía callada, sonriendo de vez en cuando, sin saber realmente cómo intervenir.

Marianita entró a la habitación llevando en las manos una bandeja con bocadillos y se acercó, primero, al festejado. Carlos tomó uno y le dedicó una sonrisa.

— Gracias becerrita. — Le dijo.

La jovencita asintió devolviendo la sonrisa y siguió caminando entre los invitados con la bandeja. Se acercó a donde estaban las mujeres. Graciela y Carolina se sirvieron y agradecieron con una sonrisa. Marta miró la bandeja con el ceño fruncido, y luego de dudar un poco, tomó un bocadillo. Lo probó e hizo cara de asco.

— Está muy seco ¿No? — Dijo dejándolo a un lado.

Las otras mujeres sólo abrieron mucho los ojos y trataron de cambiar la conversación.

Cuando Marianita se acercó a los jóvenes, todos la recibieron entusiasmados tomando bocadillos y alabándolos, menos Luna, quien miró a la jovencita con desdén y se giró a hablar con Peter. Este se levantó, tomó otro bocadillo y se dirigió hacia donde estaban sus papás dejando a la niña con la palabra en la boca.

Un rato después, pasaron al comedor. La señora Mariana entró portando la sopera y empezó a servir los platos. Carlos probó la sopa y se deshizo en elogios. Todos los demás también la alabaron, menos Marta, quien comentó, con desdén, que le faltaba sal. Raúl bajó la cabeza, apenado y sólo negó sutilmente.

Los demás intentaron seguir conversando y tratar de mantenerse animados, pero cada plato que se servía, Marta lo criticaba por una u otra razón y Luna la secundaba.

En un momento en que la señora Mariana se acercó a la mesa con un sencillo pastel de chocolate decorado con chispas de colores haciendo que todos aplaudieran, Marta soltó un mordaz comentario.

— ¡Por Dios qué horrible pastel! ¿No pudiste decorarlo mejor Mariana? ¡Parece que lo hiciste con las patas!

Todos contuvieron el aliento y la pobre mujer giró a ver a don Carlos toda apenada.

— Creo que ya deberías cambiar la servidumbre Graciela, esta mujer y su hija son un desastre total. — Remató Marta.

— Discúlpate. — Dijo Carlos tajantemente, con la vista fija en una muy sonrojada Mariana, provocando que Marta esbozara una sonrisa triunfal.

— Dije que te disculpes con Mariana. — Volvió a decir Carlos dirigiendo la vista a Marta quien se sorprendió al escucharlo.

— ¿Qué? — Soltó escandalosamente. — ¿Por qué me voy a disculpar con la sirvienta?

— Porque la estás insultando. – Dijo Carlos poniéndose de pie mientras todos guardaban un silencio incómodo.

Raúl, avergonzadísimo, tenía la vista baja.

— Y porque también has estado insultando a mis hijos toda la tarde. — Volvió a hablar Carlos. — No fueron Mariana y su hija quienes cocinaron hoy. Fueron MIS HIJOS los que se esmeraron en la cocina para celebrarme, fueron MIS HIJOS los que prepararon toda esa comida que tanto has criticado y que, sin embargo, no has dejado de tragarte. Fueron MIS HIJOS los que prepararon y decoraron ese pastel, y fueron MIS HIJOS los que organizaron esta reunión a la que, por cierto, nadie te invitó.

Marta hizo una expresión de absoluto horror.

— ¡Yo no sabía que los niños habían cocinado! — Luego se giró hacia ellos, quienes la miraban enojados. — ¡Les quedó todo delicioso! ¡Y ese pastel es una belleza!

— Mamá, por favor… — Susurró Luna totalmente mortificada. — mejor cállate.

— ¡Ay bueno! ¡De haber sabido que fueron los niños no digo nada! — Insistió Marta, mientras su esposo no sabía dónde meterse de la vergüenza y los demás la miraban con reproche. — Yo pensaba que había sido la mujercita esa y su hija. Como últimamente le dan tantas libertades y hasta la invitan al cine como si fuera niña de familia.

— ¡ES niña de familia! — Exclamó Carolina totalmente escandalizada.

— Me refiero a BUENA familia. — Atacó Marta de nuevo. — En serio Carito, no sé cómo permites que tu hijo salga con la hija de una sirvienta, cuando podría estar con otras niñas que realmente valen la pena, como mi hija.




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