Yo soy lo inadecuado

4. [T]omás

Ser valiente es decidir y actuar más allá del miedo temblando en tus nervios. Y ese día Tomás está decidido a serlo al decidir quedarse frente a la puerta después de tocar el timbre y no salir corriendo como lo grita su instinto.

—¡Me alegra verte aquí! —Le reciben y besan su mejilla derecha en un beso sonoro—. Como no confirmaste la hora no sabía si te vería. Soy Alexa y te doy la bienvenida al Petite Salon, un gusto.

—Muchas gracias, no sentí el celular, lo siento —dice en voz baja, lo más grave que puede—. Yo, yo soy Tomás.

Siente el calor bajar por su espalda. En la conversación para reservar la hora le dijeron que se presentara con su nombre y él sabe que su apariencia no es masculina. Su cabello largo, rostro suave y redondo, pies talla 36 y los aros pequeños de oro que nunca ha dejado de usar gritan lo contrario a lo que es; lo tiene claro. Por un momento piensa que debió haber usado el nombre de su carnet, pero Alexa le sonríe y extendiendo la mano, lo invita a pasar al interior. Le dice Tomás sin dudar y sin mirarlo de arriba abajo.

Es una sensación muy extraña; mezcla de euforia y vergüenza. No está acostumbrado a que personas fuera de su pequeño círculo familiar le llamen por su nombre real. Para el mundo sigue siendo Sofía y él sigue proyectando esa imagen por miedo e inseguridad. Aún, incluso cuando espera que esa visita sea el inicio de algo, no está seguro de ser capaz de soltar todo lo que conoce. Es difícil y aterrador.

Distrae esos pensamientos mirando alrededor. El interior del lugar es más lindo de lo que pensó; paredes blancas, espejos y piso de madera. Las plantas en las esquinas le dan un aire tranquilo junto a la música de fondo, esas canciones románticas de los setenta que la Radio Imagina nunca deja de tocar.

—Puedes sentarte donde gustes —dice Alexa, interrumpiendo su recorrido visual—. Antes de cualquier cosa quiero saber lo que te gustaría, las razones y lo que quieras decir. Este es un espacio seguro y nos gusta escuchar antes de meter mano a tijeretazos.

—Quiero hacer el cambio —responde menos seguro de lo que se escucha. Mira al piso—. Quiero cortarme el cabello muy corto. Mi meta es iniciar en agosto.

Le gusta el poder que tienen las palabras cuando no necesita decir todo en voz alta. Basta una señal, un indicio para ver que los demás reciben el mensaje al completo. Alexa le sonríe con una dulzura que duele, porque ella entiende todo lo que iniciar en agosto abarca y él está feliz de no necesitar explicar en voz alta. Siempre le ha atemorizado (falta de costumbre, miedo, no sabe con certeza) el decir que empezará su tratamiento hormonal sin adornarlo u omitirlo.

—Eres valiente. Y a mí me alegra verte aquí antes de dar el primer gran paso. Te ayudaré y voy a enseñarte algunos trucos para el futuro.

Él parpadea. Buscando información sobre sitios trans friendly encontró ese salón que prometía ser una ayuda al 100%. Varios comentarios en línea decían que la ayuda brindada iba más allá de un corte de cabello y maquillaje para fiestas. Te daban empuje, consejos y no les importaba escucharte por más de una hora hablar sobre el miedo y la libertad.

Es lo que él necesita: un espacio que le entregue la seguridad y la confianza que no se tiene.

No significa que no esté seguro. Está tan seguro que va a embarcarse aún con la Ley de identidad de Género durmiendo en el Congreso sin aprobarse y tirándose a un abismo que, sabe, es difícil (su carnet de identidad seguirá con el nombre de Sofía, sus documentos también. Todo a excepción de la buena voluntad de algunos organismos seguirá igual) pero necesita dar el paso porque ya no puede más consigo mismo; y si eso significa usar su nombre solo de forma social y nada más que el tratamiento hormonal, adelante.

Pero necesita esto, la sonrisa de una total desconocida que le reconoce sin explicaciones. Las indicaciones suaves y amistosas al sentarse en la silla y ver el catálogo de cortes. El ánimo de otros para ratificar aún más su decisión y desaparecer aunque sea por un momento el miedo. Saber y sentirse seguro, él mismo aún más allá de su apariencia física, lo es todo.

—Tomás es el nombre que elegí hace años —suelta de la nada. Mira a Alexa a través del espejo—. Siempre me gustó y cuando lo oí, supe que quería llamarme así.

—Es un nombre bonito, suena distinguido y elegante aunque su significado sea tan bobo.

—¿Verdad? "El gemelo" ¿Gemelo de quién? Cuando vi su significado me dio mucha vergüenza y me reí mucho; pero es mi nombre. Siempre lo fue y me gusta que suene elegante, me siento de clase ABC1.




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