Yo soy lo inadecuado

6. [I]nmolar

Julia tiembla de expectación en el baño. La ansiedad baila en su garganta y esperar el resultado del test de embarazo sabe a tortura. Aún si son solo unos minutos que no dejan de alargarse y detener el tiempo.

Hasta que sucede lo obvio. Y ella, frenética, sin dejar de reír, corre a pie descalzo por el pasillo, saltando en su cama matrimonial sin reducir la velocidad. El beso que le da a Raúl sabe a felicidad absoluta. Completa.

¡Van a ser padres! ¡Su sueño se ha vuelto una realidad que comparten con más besos, risas y sus manos enredadas sobre su vientre. Tantos intentos y visitas al médico materializados en las tres semanas de la pequeña vida que les ha entregado al fin el título de familia. 

¡Ser padres! ¡Qué felicidad!

★★★

Los meses que siguen a la feliz noticia se transforman en el ciclo perfecto de la paternidad: los cambios en la rutina de ambos, las preparaciones en el hogar, el vuelo de la noticia con las felicitaciones de amigos y familiares; ¡hasta consejos de todo tipo respecto a la mejor forma de criar a un hijo desde cada percepción particular! Todo lo que Julia siempre pensó sobre el embarazo. La ilusión y el sentimiento de compañía creciendo cada día al tocar su vientre y sentir que no está sola. Su hijo camina junto a ella desde ahora.

Julia acepta esta rutina con agrado y gusto, aún con las rabietas de las visitas a control y las peleas tontas con el mundo. ¿Cómo no aceptar el milagro de la vida y la responsabilidad de traer un bebé al mundo? ¡Todo lo que conlleva es una vida nueva! Los antojos, las dinámicas nuevas en su vida con Raúl, leer cada artículo disponible sobre crianza. El cliché dentro del cliché de la fantasía hecha realidad.

Ambos sonríen gustosos y felices. El sueño de ese niño jugador de fútbol. La ilusión de la bailarina de ballet más bella del mundo.

—¿Qué quieren que sea? —Es la pregunta que comienza a comer sus días y marcar en el calendario con el paso del tiempo. 

—Sólo queremos que nuestro bebé nazca sano — responden ambos, tomados de las manos y sonriendo.

Y eso está bien. ¿Qué padre no quiere que su hijo nazca bien, fuerte y sano? Todos, incondicionales en su amor de progenitores desean lo mismo. Si será mujer o será hombre es un detalle mínimo.

Si tuviera en el poder de Raúl, elegiría un niño.

Si tuviera en el poder de Julia, elegiría una niña.

La duda ansiosa en el diario vivir de ambos hasta la maravillosa noticia: ¡esperaban una niña! ¡Una princesita preciosa! 

¡Qué dicha!

★★★

Los tonos pasteles, unicornios y hadas se unieron en su viaje en forma de decoraciones, pinturas y dedicación al amueblar el futuro cuarto. Cada detalle perfectamente colocado entre las esperas de los controles y alegrías varias al enfrentar el paso de los días y del embarazo.

¡No cabían en su felicidad! ¡Una niña! ¡Una princesa más mágica y especial que todas las de Disney juntas! ¿Qué podría ser mejor? Su hija sería la sensación, la mejor, la más perfecta. Suya, suya, suya. Un orgullo y un sueño, sí, un sueño que se acerca a pasos agigantados. ¡Si hasta es capaz de ver las futuras conversaciones de su lucerito de estrellas! Las primeras visitas al colegio, los novios, las palabras sobre lo que ser una señorita y mujer significaba. Su matrimonio. Los nietos, ¡su labor en el mundo de su princesa adulta! Tantas cosas. Tantos deseos de madre...

—Creo que este me gusta.

Mira a su marido aún absorta en el futuro. En la realidad que no existe todavía. Su mirada viaja sobre él hasta llegar al libro raído que sujeta con sus manos gruesas.

—¿Sí? —responde al darse cuenta de que le habla sobre los nombres que han estado buscando desde hace días—. ¿Encontraste al fin alguno en el libro de nombres de tu abuela?

Él asiente y le acerca el libro, ella lo ve, curiosa.

—Creo que tengo una idea —dice su marido, interrumpiendo sus pensamientos, su dedo dando golpes suaves a una parte del libro. Se lo extendió—. Este nombre me gusta. ¿Qué dices?

Julia sonríe tras leerlo, es lo que siempre soñó.

Su hija se llamará Marina.

Su pequeña princesa de mar.

★★★

Cuando un sueño se rompe, es difícil determinar si todo sucede demasiado pronto o demasiado después. Lo único que queda es el horror de una verdad que nadie quiere oír y las manos afirmadas con violencia y desesperación. El deseo con toda la fuerza del mundo, de querer detener el tiempo para evitar lidiar con el dolor.




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