Ninguno de los dos dijo palabra alguna durante el viaje, lo cual se me hacía muy incómodo, ya que siempre íbamos platicando o nos hacíamos bromas. Pero esta vez era diferente. Cuando no creí poder soportar el silencio Thomas habló.
–¿Me vas a decir que te pasa? No te atrevas a decirme nada.
–Porque es la verdad, no tengo nada.
–Sabes que no me gusta que mientas ¿no? –tenía el volante en las manos y de vez en cuando volteaba a mirarme.
–Sí.
–¿Entonces?
–¿Entonces qué?
–Dime que tienes. Sabes que no me gusta que nos ocultemos cosas ¿qué pasó con la confianza que nos tenemos? Además, me lo acabas de decir, entre nosotros no hay secretos.
Es que no la conoces, odio a mi subconsciente.
Y volvemos a lo mismo. Siempre que le decía a Thomas que estaba bien me sacaba el tema de la confianza. Pero esta vez tenía razón. No estaba bien. Estaba enamorada de él y aún no reunía el suficiente valor para decírselo.
–No sé qué he hecho para merecer un amigo como tú. Y pienso en lo afortunada que soy al tenerte conmigo –confesé.
–Ni yo lo sé. Pero eso no justifica el que estuvieras llorando.
–¡Te acabo de decir porque lo hacía! Te quiero Thomas. Mucho –me miró por un largo rato para después dirigir su mirada hacia la carretera. Después de otro eterno rato de silencio volvió a hablar.
–Yo también te quiero Zoelia.
Sabía que cuando me decía por mi nombre completo era porque algo iba mal. No le pregunté porque sabía exactamente lo que era y si empezaba una discusión la que saldría perdiendo iba a ser yo.
–Perfecto –susurré.
–¿Qué?
–Que tienes algo y no me dices –contesté. Estábamos a poco tiempo de llegar a casa de Kaya.
–¡No me digas! Tú también tienes algo y no te lo estoy echando en cara.
–Acabas de hacerlo. Además, ni siquiera me crees Sampter y me sales con tu rollo de la confianza ¿Cómo puedes decir eso?
–¡Por el amor de Dios! ¡¡Quieres dejar de reprocharme lo que hago y lo que no!!
Se enojó.
Era cierto, a veces yo era la única que hacía enojar a Thomas muy rápido. Sin embargo, nunca me había gritado tan fuerte. También era cierto que teníamos nuestras discusiones, pero esta había sobrepasado todo.
–Lo siento... –susurré. Ninguno dijo nada. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos. Pero no me iba a permitir llorar. No de nuevo. Seguimos en silencio hasta que Thomas habló cuando se calmó.
–También yo. A veces me exalto un poco. Tú me conoces y... –se calló. No contesté. Sentí su mirada. Ahora si me había intimidado.
–¿Y ahora por qué estás llorando de nuevo? –preguntó con reproche en su voz.
Porque eres un imbécil, le di la razón a mi subconsciente. Sin haberme dado cuenta aparcó frente a la casa de Kaya.
–Porque a veces... –me callé.
–¿Qué?
–Me intimidas mucho y... –no terminé para levantar la vista y observarlo. Tenía los ojos humedecidos. Oh Dios. Estaba arrepintiéndose.
–No fue mi intención hacerlo sólo que... –una lágrima rodó por su mejilla y me acerqué a él para limpiarla, de manera que estaba sentada sobre él.
Oh Dios esto sí que es incómodo.
Pero bien que te gusta, estúpido subconsciente. Rodeé su cuello con mis manos y me recargué sobre su pecho.
–No te preocupes Thomas... –no aguantó porque se soltó a llorar. Yo también lo seguí. Pasó sus manos alrededor de mi cintura y nos quedamos así por un buen tiempo.