–¿Entonces puedo sentarme? –preguntó.
–Sí, está bien. No te preocupes –volví a mirar por la ventana.
–Lo siento si te incomoda. Ya no había lugar atrás –sonrió de nuevo. Me gustaba su sonrisa... Espera
¿Zoelia que carajo te pasa?
–Vaya ¿Siempre te preocupa lo que piensen los demás? –se volvió a quedar atónito–. No lo digo con la intención de ofender –aclaré.
–A veces –dijo y volvió a sonreír. Se hizo un silencio. El avión despegó y pude sentir una tranquilidad que necesitaba desde hace un tiempo. Cinco meses para ser exactos. Ya no iba a tener a un Thomas y a una perra rara sobre mí para joderme la vida. Me estaba quedando dormida y él volvió a hablar.
–¿Por qué te vas? –preguntó de nuevo.
–¿Disculpa? –me giré hacia él.
–Por lo regular la gente que no habla o no socializa, lo hace porque huye o escapa de su realidad. Y es lo que tú haces. Estás huyendo –dijo.
¿A caso lo conocía?
–¡Eso a ti no te importa! –grité.
¿Quién se creía éste?
–Entonces es verdad –sonrió.
–¡No! ¡No estoy huyendo! –le grité.
¡Mentirosa! Maldito subconsciente.
–¿Por qué me gritas?
–¡No te estoy gritando! –grité de nuevo.
–Pero acabas de hacerlo –dijo tranquilo.
–¡Por Dios! ¡Eres peor que Thomas! –me tapé la boca con las dos manos. Ya había hablado de más. Su expresión de tranquilidad cambió a una de ¿curiosidad? Sí. Definitivamente era eso.
–¿Quién es Thomas? –no sabía si mentirle. Suficiente era ya con que me fastidiara.
–Es... ¿no lo haría o sí? –Mi mejor amigo–. Me mordí el labio para evitar llorar. Me prometí a mí misma que iba a dejar de hacerlo. Que nunca más lloraría y menos por un hombre–. Pero es un imbécil que cree tenerme a sus pies y hacer de mi lo que quiera. Odio a los malditos hombres –dije y regresé mi vista hacia la ventana.
–Entonces no te vuelvo a hablar –dijo y me dio la espalda. Genial, otra vez lo mismo.
–¿Por qué eres tan bipolar? –se giró hacia mí. Su mirada me incómodo un poco, pero lo ignoré–. Primero, me ignoras sólo porque te dije que no quería dirigirte la palabra. Después llegas con tu sonrisa de oreja a oreja dándome un discurso de segundas oportunidades y ahora me vuelves a ignorar.
Corrección: lo quería lejos de mí.
–¡No soy ningún bipolar! Lo de huir te lo dije porque yo también lo estoy haciendo. Yo tampoco socializo, igual que tú –dijo y ahora su expresión era de enojo. Se volteó para ignorarme.
–Lo siento –dije–. De nuevo. Creo que merezco otra oportunidad.
–Creo que ya te la di y la echaste a perder –dijo sin verme.
–¡A la mierda contigo entonces! –dije y regresé mi vista a la ventana por enésima vez. Era lo último que soportaría, coloqué los audífonos en mis oídos sin prestarle la más mínima atención a Harry. El trayecto fue en silencio. Las canciones de Taylor se reproducían y salió una sobre la amistad.
...everything will be all right if you keep me next to you. You don't know about me but I bet you want too... [4]
Dicen que los amigos son las únicas personas que elegimos nosotros mismos, porque la familia nos viene adjunta y el amor a veces nos engaña con apariencias. En todo caso, los amigos son fundamentales en la vida de toda persona. Son los que nos ayudan a dar forma a nuestra personalidad, aquellos que te apoyan, aunque lo que hagas sea una completa tontería, también nos ayudan a ampliar nuestro punto de vista. Hay amigos que son para toda la vida, como Dylan, Will y Kaya y hay amigos que están en momentos específicos de nuestro camino por el mundo. Y ese era Harry. Tenía que recuperar mi última oportunidad. Volteé la vista hacia él.