Lo admito. Sí. Me gusta. Pero no lo diré en voz alta.
–Tu sonrisa tonta acaba de delatarte –volvió a decir. El gato se removía entre mis brazos y Louis solo lo miraba–. Mmm… parece que tu amiguito es niña –comentó.
–Pues sí –respondí–. Vive en mi casa –traté de reprimir una risa.
–Estoy hablando del gato Harry –volvió a regañarme.
–Ya lo sé –comencé a reír–. Creo que todos tenían razón cuando decían que parecíamos una pareja.
–Vas a empezar con esa mierda –musitó.
–Pero es la verdad –repliqué–. Pareces más mi esposa que mi amigo.
–Jódete –respondió.
–Siempre te lo diré –respondí de vuelta–. Y lo sabes –él negó con la cabeza.
–Tu gato es gata –cambió de tema.
–¿Cómo sabes? –pregunté.
–Porque en ningún momento se ha quedado quieta. Eso pasa cuando son niñas. Si fuera niño, te apuesto que hasta se duerme –empezó a reír–. Eres muy aburrido Eddie.
–¿Y tú no? Pobre Ele –me burlé de él–. No sé cómo te aguanta –solté una carcajada.
–Y también eres un tonto –volvió a quejarse.
–Al fin lo encontré –la voz de Zoe nos sobresaltó a ambos. La gata dejó de moverse.
–¿Por qué tardaste? –pregunté.
–Lo siento –desvió la mirada–. Me entretuve con los demás animales.
Estaba mintiendo.
ZOE
Thomas era un maldito de mierda. Justamente, en el momento en el que pensé que ya me estaba olvidando de él me llama. Me llama sólo para decirme que no podía vivir sin él, ya me lo había dicho, pero la risa de la perra me confirmó que sólo se estaban burlando de mí. Los dos. Encontré el baño y me solté a llorar, solo quería que Harry no se diera cuenta.
Tal vez sí le decía la verdad, iba a dejar de sufrir y llorar por alguien que en su momento lo fue todo para mí. Pero no me atrevía porque era cobarde, y mucho. Siempre lo había sido. Pero como siempre, todo tiene su límite y Thomas lo rebasó. Cuando vivía en Londres, llegó al punto en el que no podía hacer nada para que estuviera conmigo, pero cuando me restregó en la cara que la prefería más a ella que a mí, decidí que era mejor que estuviera con ella y no conmigo. Así era mejor. Y así debió de ser siempre. La voz de Louis me sacó de la burbuja de tormentos que tenía en la cabeza.
–¿Zoe me puedes acompañar? –preguntó.
–Sí claro –dije con el entusiasmo más fingido que pude sacar. Acompañé a Louis sin hacer contacto visual con Harry. Nos dirigimos hacia otro cuarto diferente al que había estado.
–¿Qué hacemos aquí? –pregunté.
–Voy a darte algunos consejos de cómo cuidarlo –contestó–. Lo que le tienes que dar de comer y eso –me sonrió.
–Ah bueno –suspiré con alivio–. Está bien.
–¿De qué color los quieres? –preguntó cambiando de tema.
–¿Qué? –pregunté confundida–. ¿Los gatos?
–Sí.
–Pues quería…
–No me digas que quieres uno de cada color –interrumpió mientras buscaba algo.
–Sí –respondí sonrojada.
–¿A caso planeabas vivir sola? –preguntó con reproche.