THOMAS
Siempre tuve la creencia de que el amor es para siempre, que es color rosa y que nunca puede haber problemas ya que tu relación aparentemente está bien; que si decides dar el siguiente paso con la persona que amas, es porque la relación también es para siempre. Lo que nunca supe, y tampoco me dijeron, es que cuando amas, tú decides hasta dónde permites que la persona que dice amarte haga de ti lo que quiera.
Lo que tampoco me enseñaron es que cuando amas, lo das todo; que sólo piensas en los demás; nunca en ti, y eres devuelto a la realidad, cuando te rompen el corazón. Entonces te das cuenta que el amor no es rosa, la relación no es perfecta y tampoco es para siempre.
Tuve que sufrir todo eso para darme cuenta que Isabella, mi ahora ex novia, no era la persona que decía conocer, no era la misma persona de la que me había enamorado hace ya tres años, pero si era la misma de la que todos hablaban y la que decían que no me convenía. Bueno, como soy Thomas, nunca les hice caso; ni siquiera a mis amigos, ni a mi madre. A nadie. Ella era todo mi mundo, y cuando me enteré de la verdad; todo se fue a la mierda, incluida mi autoestima.
Había regresado a casa, después de haber pasado una tarde con Will, uno de mis mejores amigos, quién en el camino me habló por teléfono.
–¿Es qué no puedes vivir sin mí? –pregunté al contestar.
–Jódete Sampter –dijo mi amigo.
–Pues pareces una novia celosa de las que habla todo el tiempo para saber con quién está su novio –dije y me reí de mi propia tontería.
–Agradece que no la tengo y jamás la tendré, en cambio tú si –dijo y lo imaginé con una sonrisa de malicia en la cara.
–Jódete Porter.
–Después de ti –contestó–. Oye, y hablando de la celosa ¿no le has dicho? –preguntó.
–No Will. Aun no –dije rodando los ojos y entrando a casa donde vivía con Bella–. Lo haré pronto y ni siquiera te vas a enterar.
–Pues espero que no lo hagas –volvió a decir. Una vez cerrada la puerta, me dirigí hacia el cuarto de arriba, donde se escuchaban ruidos.
¿¡Qué carajos!?
–Bueno, ¿que traen tú y todos contra ella que...?
Abrí la puerta del cuarto y la vi, obviamente no estaba sola. Tuve que hacer el esfuerzo para no gritarle en la cara a él o a ella. No era posible que ella me hiciera esto. Simplemente no, siempre lo esperé de cualquier otra novia que tuve, menos de ella. No de Bella. Bajé corriendo las escaleras aún con el teléfono en la mano y los gritos de Bella a mis espaldas.
–¡Thomas espera! –la ignoré–. ¡Tommy por favor!
–¡En tu vida vuelvas a llamarme así! –grité. Estaba furioso y sin asimilarlo.
–¡Lo siento! –gritó. Y yo me reí.
–¡Por favor! ¡Cuando engañas a alguien ni siquiera piensas en eso! –volví a gritar.
–No fue mi intención... –empezó, pero la interrumpí.
–¡¡Deja de creerme un tonto qué no lo soy!! ¡¡Estoy harto!! ¡Todos tenían razón! ¡No vales la pena! ¡Siempre me has visto la cara! ¡No quiero volver a verte en mi vida! ¡Se acabó!
–¡No podrás vivir sin mí! –gritó.
¡¿Qué?!
–¿Y quién dijo que no lo haría? Sí podré hacerlo –grité de vuelta.
–¡No lo harás! ¡Todo tu mundo soy yo! Me lo dijiste una vez, y créeme, me encargué de que así fuera –su actitud había cambiado por completo. No podía creer el cinismo con el que me lo decía, pero tenía razón. Todo el tiempo se lo decía, sin saber que era parte de un juego.
–¿Nunca me has querido? –pregunté con asombro.
–¡Ay Tom! –se rio–. Eres ingenuo. ¿De verdad lo creíste? ¿Creíste que yo te quería? ¿Creíste que iba a ser para siempre? Pues fíjate que no –me miró con burla y cinismo en su mirada. Su verdadera mirada–. No me preguntes lo obvio, sólo déjame decirte que lo único que sentí por ti fue cariño. Eres muy dulce Tommy, y creo que te mereces algo mejor y claramente no soy yo.