Your Type ®©

XXII

ZOE

Entré al albergue y Dylan estaba detrás del mostrador, esperándome.

    –¿Por qué tardaste? –me regañó.

    –Lo siento –me disculpé–. No fue mi intención.

    –Espero que Thomas llegue más tarde...

    –¿Qué? –otra vez la sorpresa–. ¿Va a venir?

    –Eso creo –respondió.

    –¿Cómo sabes? –pregunté.

    –Porque lo conozco –dijo con calma–. Él no es de las personas que espera mucho tiempo.

    –¿Y hasta ahorita me lo dices? –le reproché. Volteé hacia la puerta de entrada, pensando en que podría ser alguien, pero no; en efecto, Thomas venía entrando.

    –Te lo dije –susurró Dylan–. Siento no habértelo dicho antes Zo –dijo cambiando de tema y en voz alta.

    –Pudiste decirme... –me callé en cuanto se acercó.

    –Hola Dyl –saludó Thomas. El ambiente se había tensado, sólo rogaba que no me hubiera visto. Iba a besarlo, como siempre hacía cada vez que me saludaba en la mañana, pero Thomas se adelantó y sólo besó mi mejilla.

¿Qué mierda?

    –Hola a ti también –me dedicó una falsa sonrisa.

¿Qué carajos?

    –Tommy –saludó Dylan–. Hace mucho que ya no se te ve por aquí.

    –Dylan acabas de verlo apenas ayer –dije lo obvio.

    –Pero eso fue en casa, no aquí –mi amigo me dedicó una sonrisa. Thomas soltó una risita.

    –¿De qué hablan? –preguntó Thomas.

    –De Britt y... –mentí.

    –Ideas acerca de qué podría regalarle a Britt –contestó Dylan por mí–. Pero no se me ocurre nada.

    –¿Y por qué no tomas en cuenta lo que te dije? –pregunté.

    –Ya te di mi opinión al respecto –Dylan frunció el ceño y Thomas volvió a reírse.

    –Bueno ¿se puede saber qué te pasa? –me dirigí a él.

    –Nada –contestó indiferente–. ¿A caso en tiene que pasar algo para reírme? –eso fue sarcasmo.

    –¡A la mierda contigo entonces! –le di una mirada de desaprobación y él sólo se reía.

    –¡Ya sé que le voy a dar! –anunció Dylan.

    –¿Qué le darás? –preguntamos Thomas y yo al mismo tiempo.

    –Un gato –sonrió.

    –Yo propongo que sí le pidas que se case contigo –habló Thomas.

    –¡No lo haré! –espetó Dylan.

    –Dyl –llamé su atención–. Sí tanto la quieres no deberías tener miedo.

    –Y sí tanto dices quererla no deberías de mentirle –agregó Thomas, aunque eso último fue más para mí, que para mi amigo. Hice como si no lo hubiera oído.

    –No –contradijo Dylan–. Le regalaré un gato y punto.

    –Como quieras –respondió Thomas–. Sólo te diré que, si de verdad la quieres, lo pienses dos veces.

    En ese momento alguien entró buscando una mascota, así que Dylan tuvo que atender mientras Thomas y yo esperábamos a que terminara. Así que aproveché para preguntarle a Thomas que tenía, pero como siempre, se adelantó. Me tomó del brazo y me jaló –literalmente– hacia el fondo del albergue, más o menos por donde había estado yo, la vez que nos llevamos a Sampter a casa.

    –Thomas que...




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