Zafiro: La Implosión De Una Vida Vieja

ONCE

Lo malo de asistir a un funeral es no conocer a quién está en la caja. Pero lo bueno de asistir a un funeral es que puedes llegar a conocerlo muy bien, incluso mejor que si estuviera con vida.

El Nissan se detiene a un costado de la acera frente a la casa de la familia Albook… ¿o debería decir en la casa de Ariana? No lo sé, sacudo mi cabeza y me olvido de eso. Elizabeth apaga el motor y trata de mesurarse un poco aunque dudo demasiado de que pueda auto-controlarse. Está en total descontrol: sorbiendo por la nariz de vez en cuando, limpiándose el rimel que se le escurre de los ojos por tanto llorar, lamentándose de las muertes como si realmente le doliera y dejando que sus lágrimas salgan de sus pupilas convirtiendo su llanto en un caos sin compresión mientras habla sobre lo terrible que debe de estarla pasando mi… “amiga” Ariana… y sobre cómo podrá superarlo.

—Ya sabrá cómo—murmuro, aunque sé que no puede escucharme ya que está lloriqueando demasiado.

—Me siento terriblemente mal—se sigue lamentando Elizabeth—. No puedo creer que la policía haya permitido, ¡esto!—exclama, señalando a la casa donde ocurrió el triple homicidio— Deberían sacrificar al animal, eso es lo que tiene que hacer la policía montada. Atraparlo y sacrificarlo para que esa pobre chica huérfana recibida un poco de justicia.

—Si, deberían de hacer eso—digo, mirándola por el rabillo del ojo. Se mira que está destrozada aunque no conoce a los difuntos, agarra otro pañuelo de la caja que hay en el salpicadero y se suena la nariz. Abro la puerta del copiloto y me detengo. ¿Realmente quiero hacer esto? ¿Ir a darle las condolencias a alguien que sigo destentando, muy adentro de mi interior, sólo para quedar bien? ¿Me quiero marchar? Si, por supuesto que me quiero ir casa. ¿Quiero entrar y hacerle saber a Ariana que lamento su perdida? También quiero hacer eso porque sé lo que se siente aunque… en comparación, yo soy afortunada porque al menos la persona que yo perdí sigue con vida.

Aunque lejos de mí.

—Sabes que no tienes que hacer esto—le digo a Elizabeth. Ella me mira perpleja—. Puedes irte a casa a relajarte un poco, se ve que te está afectando demasiado—aunque no los conocieras, añado para mis interiores.

—¿Estás segura?—me pregunta, sus ojos están hinchados de tanto llorar. ¿Por qué mi madre es tan altruista?

Asiento con la cabeza.

—Si—digo—. Yo te marco después para que vengas por mí o le pido un aventón a Janeth.

—Está bien—dice, luego me da un beso en la frente—. Cuídate mucho, ¿de acuerdo?—asiento con la cabeza, salgo del Nissan y antes de cerrar la puerta del copiloto Elizabeth me detiene— ¡Oye!

—¿Qué pasa?—pregunto, asomando mi cabeza al interior del auto.

—Dile a tu amiga que si llega a necesitar algo… no dude en pedírmelo. O a ti—pongo los ojos en blanco.

—Lo haré—prometo y cierro la puerta.

Elizabeth arranca el motor y al instante después el Nissan se aleja hasta que ya no lo puedo ver.

Camino por el patio principal, cruzo el umbral y cierro la puerta tras de mí. La casa es grande, o al menos eso es lo que puedo ver desde la estancia. Es lo suficientemente espaciosa para que quepan dos ataúdes grandes y uno mediano. Los padres de Ariana; Jasiel y Esther (creo que así se llamaban), murieron muy dolorosamente mientras que la muerte de su hermana menor, Lyli, fue rápida y sin sufrir. O eso fue lo que me dijo Janeth. Ella y las demás han estado leyendo la mente de los forenses buscando todo lo posible para saber qué los había matado.

Y todo estaba claro.

Un animal salvaje, según los forenses.

Un Licántropo para mi mente.

Aunque la cuestión pendiente seguía estando sin responder. ¿Quién?

Hay algunos dolientes reunidos y deambulando libremente en la estancia, algunas caras son las que veo normalmente en el instituto y que difícilmente logro reconocer pero en su mayoría las desconozco. No tengo ni idea de quienes sean ni me interesa saber.

Entre todas estas personas reconozco una cabellera pelirroja y de inmediato sé que es Ariana, ella es la única persona que tiene un matiz de rojo así. Está sentada en el asiento medio de un sofá para tres de cuero negro, a un costado suyo está Shailene. Parece que están conversando y no quiero interrumpirlas así que decido dar una vuelta y reaparecer después, quizá luego de encontrar a Janeth. Estoy a punto de darme la vuelta cuando Ariana levanta la vista y me mira, y me veo obligada a caminar hacia ellas.




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