¿Cómo debería de reaccionar mi mente? Podría entrar en shock. O gritar. O salir corriendo rumbo a casa, tomar la tarjeta de crédito de Elizabeth, algunas cuantas cosas y marcharme del país para siempre.
Pero no hago nada por dos sencillas razones. La primera, estoy atada. Y la segunda, si soporte la noticia de que mi mejor amiga es una bruja y pertenece a una secta de magia negra, esto no es tan difícil de digerir como la primera noticia.
— ¿Por qué la tienen atada?—pregunta la chica que se parece a mí, señalándome.
—Para que no escape—dice Cristian.
Ella lo fulmina con la mirada.
— ¿Crees que ella—dice, señalándome nuevamente—, un simple mortal, tiene oportunidad de escapar?
Cristian abre la boca pero vuelve a cerrarla inmediatamente. No tiene nada que decir. La chica resopla y se apresura a desatarme los tobillos y la mano izquierda.
—Mi nombre es Annabella—dice, me pongo de pie y ella se levanta para que quedemos frente a frente. Es como si estuviera viéndome frente a un espejo.
Empiezo a notar las diferencias que hay entre ella y yo, y no son muchas. Sólo unas cuantas. Por ejemplo: mi cabello es más largo que el suyo, el mío llega hasta por debajo de los hombros y el de ella hasta la barbilla. Sus ojos son rojos que producen miedo, los míos son cafés claros que causan indiferencia. Tiene una cicatriz en el dorso de su mano izquierda, parece que lleva años con ella. Mientras que en todo los demás… ¡VAYA! Somos idénticas. Piel blanca, misma estatura de uno sesenta y cinco, cabello oscuro, misma nariz, mismos labios, la misma exacta forma de ponernos de mi pie, misma cara… todo es igual.
Annabella trae puesta unos vaqueros oscuros demasiados rasgados y sucios, una sudadera a rayas que duplica su talla y no trae zapatos sino fango en ambos pies. Además tiene apariencia y olor de no haberse bañado desde algunos días atrás.
— ¿Eres muda?—pregunta, con voz inocente.
—Pe… perdón…—balbuceo, estúpidamente— es sólo que… ¡vaya!
Se encoge de hombros.
—Ven—me dice, haciéndome señas para que la siga escaleras arriba.
Titubeo durante un momento, miro a los demás, a Altahir, Cristian y Dominic, y me pregunto que si esto es real.
— ¡Ey, Alice!—me grita desde arriba— ¡Te estoy esperando!
Es entonces cuando me obligo a dar el primer paso y luego el siguiente hasta salir del sótano.
Cruzo el umbral para salir a un costado de la casa de Altahir, Annabella me está esperando a unos metros de distancia, a pocos pasos de llegar a la banqueta. Aún sigo sin creer lo que está ocurriendo, tengo que pellizcarme varias veces para saber que realmente no estoy soñando.
Los pies descalzos y sucios de mi hermana disfrutan el contacto con el césped verde, hay un silencio aterrador mientras camino hacia ella, no hay nadie en toda la calle, parece como si todo el vecindario estuviera en un eterno letargo mientras nosotras estamos aquí afuera.
—Annabella…—digo y luego me trabo, ¿qué voy a preguntarle? ¿Cuál es su pasatiempo favorito? ¿Cuáles son sus manías y odios? ¿Qué clase de música le gusta? ¿Qué es lo que le preguntas a alguien que supuestamente tienes que conocer?
— ¿Si?—dice, al notar que no puedo proseguir.
Me quedo callada, durante varios momentos.
—No sé qué demonios decirte—es lo que digo sin pensar.
—No te estoy pidiendo que me digas algo o que me des un abrazo de bienvenida—aclara, y se ríe. Yo también lo hago.
¡Esto es asombroso! Tenemos el mismo sentido del humor sarcástico.
—Explícame de dónde vienes—ladea su vista para verme, levantando ambas cejas—. Tú historia—le explico, sigue levantando ambas cejas—. Dónde vives y todo eso. Si vienes de Nuevo México o si tienes alguna casa en Acapulco.
Las carcajadas que salen de Annabella son muchas y genuinas. Creo que me estoy poniendo en vergüenza.
— ¿De verdad quieres saberlo?—dice, enarcando una ceja. Otra diferencia, yo no puedo enarcar las cejas. Ninguna de las dos.
Asiento con la cabeza y luego ella resopla.
—Cercas del Gran Lago del Oso había como una pequeña aldea incivilizada de Licántropos.
—Cuando dices eso, ¿quieres decir que no hay nada de tecnología y algún signo de evolución humana?
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Editado: 28.02.2018